Capítulo treinta y cuatro.

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Inmersos en un absoluto silencio, mientras caminábamos, cada uno parecía estar reflexionando sobre los eventos recientes, tratando de comprender. Por fin después de lo que pareció una eternidad, alguien se atrevió a comentar algo. 

Carraspeando para aclararse la garganta, Aris rompió el silencio. 

-No me explico qué habrá sucedido entre mi grupo para que los protagónicos cambiarán. 

-¿Mi grupo?—Repitió Minho arqueando las cejas.—¿Te refieres al grupo B? 

-Sí.—Aris fruncía el ceño como si estuviera profundamente concentrado.—Quiero decir, esas chicas no eran fáciles de llevar. Harriet era lo más cercano a una líder y ahora acataba las ordenes de esa chica, Teresa, con total serenidad. En el laberinto nadie le ordenaba que hacer y si alguna astilla lo intentaba ella la fulminaba con la mirada. ¿Entienden lo que quiero decir?

-Si, shank.—Masculló Minho, poniendo los ojos en blanco.—No somos idiotas. 

-Es como si de pronto yo me pusiera a dar órdenes.—Continuó Aris, mirando a Minho.—Y tú me obedeces sin protestar. 

Hubieron un par de risas aisladas. Minho bufó. 

-No era necesario ese ejemplo tan escasamente probable.—Dijo Minho, con una mirada de suficiencia. 

-Ya veo a qué te refieres, Aris.—Murmure.—Pero ¿Cúal es tu hipótesis? ¿Teresa se ganó el cariño y confianza de esas chicas en tan solo unos días y la nombraron jefa suprema? 

-A eso quiero llegar. No logro entenderlo. 

-Yo te diré que pasa.—Espeto Minho.—Esa maldita traicionera debe estarlas manipulando o amenazando. 

-Minho.—Replique, mirándolo con exasperación.—¿Como se supone que es posible que Teresa amenace a una veintena de chicas por si sola? ¿Viste todo el armamento que ellas tenían? 

A mi lado, noté a Newt adoptar una extraña expresión. 

-Quizá...—Murmuró, abriendo sus ojos claros desmesuradamente.—Quizá Teresa se confabulo con CRUEL. 

-¡Eso lo explicaría todo!—Saltó Minho. Sus ojos destellaban de una repentina furia.—La placa al lado de su habitación, ¿Recuerdan? la traidora. Para nosotros no existiría mayor traición que uno de los nuestros resulte cómplice de CRUEL. Thomas es el más cercano a esa shank, su traición causa más impacto si va dirigido a él. 

-Pero ella no lo recordaba.—Me adelanté a decir.—¿Recuerdan? 

-Sí lo recordaba. —Me replicó Newt. —Sus palabras fueron creía conocerte. 

-¿No es obvio?—Espete. De pronto lo veía todo claramente.—CRUEL puede haber jugado con su mente y alterado la imagen que ella tenía de Thomas. Tal vez la hicieron creer que Thomas le había hecho algo terrible y por eso debía morir. Te acercaste lo bastante, Minho. Teresa puede estar obedeciendo las órdenes de CRUEL, pero ella no es plenamente consciente de lo que está haciendo. 

-¿Y qué pasa si no es así?—Replicó Minho. —¿Y si desde un principio ella llegó al Laberinto con la orden explícita de ganarse nuestra confianza, acercarse a Thomas para luego matarlo?

Los demás Habitantes murmuraban y daban su opinión, inclinándose por una teoría u otra. Como solía suceder, Minho y yo seguíamos discutiendo entre ambos sobre qué era lo más probable que estuviera pasando. Al final, antes de que comenzaramos a pelearnos, Newt, quien parecía tener un don especial en estos casos, intercedió. 

-¡Esta bien, shanks!—Nos dijo, elevando la voz sobre la nuestra.—Le concederemos a la señorita Teresa el beneficio de la duda. ¿Todos contentos? 

-Newt, garlopo, no me hables como si tuviese cinco años.—Masculló Minho. 

-Es que pareciera que los tienes, Minho.—Le contestó Newt, frunciendo el ceño.—Ahora, podríamos cambiar el tema a uno más importante.—Añadió, dando miradas implícitas a nuestro alrededor.

Minho captó el mensaje. 

-Sí, tienes razón.—Minho se detuvo. Se volvió a nosotros y extendió los brazos hacía los lados.—Es hora de comer algo y descansar unas horas. Estamos bastante cerca del refugio, así que mañana seguiremos y no descansaremos hasta llegar. ¿Lo comprendieron todos? ¿Hay algún mariquita que quisiera quejarse?—Nos miró como si de verdad esperara que alguien lo contradijera. Sonrió satisfecho.—Excelente. 

Antes de tirarnos al suelo a intentar dormir un poco, con el Sol abrazandonos, comimos una lata de comida de aquellas que Brenda nos había dado anteriormente. Casi se me había olvidado que aún íbamos con ellos, ya que después de que Thomas se fuera con el grupo B ellos se mantuvieron relegados al final del grupo. Los observe desde lejos mientras comíamos, Brenda le hablaba a Jorge en susurros y este no dejaba de fruncir el ceño. 

-De aquí dudo que logres oír algo. 

Miré hacia arriba, entre cerrando los ojos por el Sol. El cabello rubio de Newt se veía más claro que nunca, aunque muy sucio. 

-No intento oír nada.—Dije, mientras este se sentaba a mi lado.—Saco mis conclusiones con el solo hecho de que se están susurrando, como si temieran que alguien escuchase. 

-Nada se te escapa, ¿no? 

Negué con la cabeza, adoptando una expresión de suficiencia. Newt rió. 

-Así que será mejor que nunca me ocultes nada.—Bromeé. 

Newt me miró fijo a los ojos, curvando los labios en una sonrisa traviesa. El niño que una vez fue, inocente y juguetón como mis fragmentados recuerdos lo mostraban, se insinuó su rostro con quemaduras y suciedad. 

-¿Y si no qué?—Inquirió, con un tono de maldad.—¿Cúal sería mi castigo? 

Noté, de pronto, que nuestros rostros estaban verdaderamente cerca, más cerca de lo que nunca habíamos estado. Su hombro derecho rozaba mi brazo y su mano cubría la mía. Un cosquilleo repentino y no del todo desagradable se extendió por mi cuello, sentía como mis mejillas adquirían color y un calor que no era al cual estaba acostumbrada me invadió. El ambiente se volvió más cálido y no era a causa del Sol abrumador. 

Intente responder coherentemente, pero mi cerebro se negaba a reaccionar. En este instante sólo podía concentrarme en Newt, en lo claros que eran sus ojos y en que sus labios no estaban resecos.  

Y con la misma rapidez en la que todo aquello se había generado, se esfumó. Una corriente de aire levantó polvo y tierra entre nosotros y las conversaciones de los Habitantes, que habían dejado de sonar coherentes, volvieron a subir de volumen. La misma y acostumbrada sensación de peligro inminente que cargaba conmigo volvió con toda su intensidad, borrando cualquier otra. 

Estábamos en el Desierto, nuestras vidas pendían de un hilo. No era el momento de pararme a pensar lo deseables que eran los labios de una persona, aunque esta persona fuese Newt. 

Desvié la mirada de sus ojos. Newt pareció comprender todo, pues dejó de mirarme y volvió su cabeza hacía atrás, mirando a los Habitantes o fingiendo hacerlo. Sin decir una palabra flexione mis piernas, cruce mis brazos por encima de mis rodillas y apoye la cabeza en ellos. Newt tampoco dijo nada. No sé en qué momento se puso de pie y se marchó, pero cuando me giré a mirar, ya no estaba.  

La Recluta A-0. PRUEBA DE FUEGO. [Terminada].Donde viven las historias. Descúbrelo ahora