Capítulo 38.

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<<Y era como si sus ojos, grandes y tan tristes, me dijesen: "Debes de estar loco como para querer amar a alguien como yo">>.

{Gian Franco Huacache}.

LALISA MANOBAL.

Cuando mis ojos se abrieron lo primero que vieron fue aquel rostro, aquel hermoso rostro con una pequeña sonrisa, observándome mientras recargaba su cabeza en su mano y tenía su codo apoyado de la cama. Me llevé las manos a la cara en modo de vergüenza, ella rió y se subió sobre mí, buscando fricción con mi cuerpo, no estábamos completamente desnudas, yo tenía una blusa larga la cual servía como una de sus tantas pijamas, pero a diferencia de ella yo por lo menos tenía algo que me cubría la ropa interior; ella, literalmente, estaba en una lencería negra, sobre mí y con una sonrisa y mirada coqueta.

Nuestros rostros estaban relativamente cerca, sólo una de las dos tenía que acercarse para que nuestros labios chocasen, pero no lo haría porque estaba acabada de despertar. Mis manos no me dieron tiempo a elegir rumbo, ellas sola se movieron y cayeron en su trasero, estrujándola y ganándome una sonrisa picarona por parte de la empresaria. Anoche, después de cenar, ambas decidimos que lo mejor era, explorar nuestros cuerpo, saber que nos gusta y así fue, ella exploró el mío y encontró un volcán lleno de lava el cual ella no dudo en quedarse para arder junto a él.

Yo hice lo mismo, me di la oportunidad de ir por sus valles, curvas, montañas, y por fin encontré ese punto de la naturaleza en el cual me quiero quedar. Porque eso era Ella, un mundo, uno muy lindo, lleno de curvas, limpió, puro, sano, un mundo... mi mundo.

—No puedo creer que cada vez me gustes más, y que odie la sola idea de tener que salir al mundo exterior —sonreí—. Déjame besarte, Lisa.

Negué sin hablar, ella buscó mi boca a la fuerza pero yo la mantuve cerrada con fuerza, tratando de esquivarla en todo momento. La empujé a un lado cuando planeaba hacerme cosquillas y da la casualidad de que ese lado fue hacia donde no había cama, así que sólo escuché el golpe, cerré los ojos con fuerza para luego abrirlos y saltar al otro lado de la habitación, su mirada cayó sobre mí, fulminándome. Reí, nerviosa.

Ella se encontraba tirada a un lado, solo con ropa interior y lo sexy que se veía no tenía perdón, ni de Dios, ni del Diablo. Me mordí el labio desde donde estaba, y joder, estaba tan follable.

—¿Me dejarás así? ¿Sin mi mañanero? joder, a mí me gustas hasta sin bañar.

—¿Recuerdas lo que decías antes? —enarqué una ceja.

—¿El que? —se hizo la loca, se puso de pie, sin darle vergüenza su casi desnudez—. No seas así...

Corrí por todo el lugar, —No, no te acerqué más, déjame cepillar mis dientes.

—¡Lisa! —me llamó, desesperada.

—Estate quieta, mujer —entré al baño corriendo y tomé el cepillo colocándole pasta, metiéndolo en mi boca y parándola en seco, con una media sonrisa en sus carnosos labios.

—Eres mala —me tomó de la mano y me jaló, obviamente no podía besarme pero eso a ella le parecía valer, porque sacó mi cepillo y me besó—. Sabe a pasta... —bromeó.

—No me digas. Mira tienes toda la boca manchada —ella se la limpió la boca por las orillas y luego metió su dedo en la boca, dándome a entender una seña vulgar.

—¿Mejor? —se fue alejando, me lanzó un beso al aire.

Me le quedé mirando hasta que no la tuve a la vista, me terminé de cepillar con una sonrisa. Salí de la habitación y caminé hasta la cocina, donde estaba Jennie, con su celular en mano y con la mirada fija en un punto, me fui acercando por detrás, y pasé mis brazos por su cintura, enterrando mi cara en su cuello y dándome el lujo de besar este.

Strawberries And Cigarettes. (Jenlisa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora