Strawberries And Cigarettes. (Jenlisa)

Capítulo 19.

<<Si mi sonrisa mostrara el fondo de mi alma, mucha gente al verme sonreír, lloraría conmigo>>.

{Kurt D. Cobain}.

JENNIE KIM.

Tuve el impulso de echarla a empujones de mi casa, eso sin duda alguna pasó por mi mente más de tres veces seguidas. Ella me había visto desnuda, me había puesto sus manos encima, y su mirada era pura excitación y si no hubiese sido porque la detesto con toda mi alma, sin duda hubiera aprovechado el momento y la hubiese hecho mía en esa maldita cama la cual tiene su perfume. Y lo detesto, detesto que tenga tanto maldito poder sobre mi cuerpo.

Porque cuando me tocó mi cuerpo reaccionó de una manera inesperada. Me cerré, mi cabeza pareció dejar de funcionar, mis mejillas se enrojecieron cuando sus ojos se posaron en mis pechos cosa que nunca me había pasado; me sentí avergonzada porque había visto mi cuerpo. En su momento, creí haber temblado de los nervios. Salí del baño así porque me asusté con el ruido, cuando la vi a ella tirada en el piso, no me lo pensé y me acerqué a ayudarla, pero eso solo empeoró la situación.

Fui débil, ¡Y yo no me permito ser débil con nadie! no debí ayudarla, no me tuve que comprometer, pero como siempre, yo primero actuo, la cago, lo analizo y ahí es que comienzo a pensar.

Ella me habló con esa valentía, con esa altivez, me sentí pequeña como por dos segundos, ya después yo tomé las riendas de la situación. Vi sus labios, estaban hinchados porque ella estaba acabada de despertar y me pregunto si serán así luego de un beso, o luego de una buena jornada de sexo. Me gustaría levantarme una mañana y besarla con los labios así. Pero sé que eso no va a pasar, sé que ella y yo no somos compatibles. Ni sentimental ni sexualmente hablando; somos polos totalmente opuestos.

Ella busca estabilidad y yo soy una tormenta. Es irónico, aquí parece que me estaba planteando el tener algo con ella, pero no, solo digo esto porque es algo obvio y quiero dejarlo claro. Ella es una chica y... nunca he estado con una, por más que hayamos hecho lo que hicimos en mi habitación, queda mas que claro que ninguna podría hacer algo por la otra. Me tocó sin mi consentimiento y nadie hace eso. Nunca le he permitido a un hombre ir mas allá que las penetraciones, siento que el sexo oral es una parte muy íntima del sexo, yo lo encuentro íntimo.

Por eso mismo, hacerlo con Lisa, es ilógico. Ella no me gusta, es una chiquilla y punto. Me da pena su situación, pero mas nada. Lo que dije cuando estuve a su lado en la cama fue puro impulso, me sentí cohibida y ella ni siquiera recuerda eso, así que es mucho mejor. Nos ahorramos los momentos de necedad.

Y que si se quiere casar, pues que lo haga, su prometido debe ser un hombre maravilloso y mas joven que yo. Eso es lo que ella debe buscar y tener, no más. Yo no soy buena para esa chica, y ella tampoco lo es para mí.

Tomé las sábanas de mi cama y las quité, lo único que se quedó fue la almohada que ella abrazó y es que... olía a fresas y a mí me gustaban las fresas. Solo eso.

Vi su cara de desilusión cuando me tocó sacar las sábanas, se enojó, su mirada y su forma cortante de hablarme me habían dicho que lo que había hecho le desagradó hasta las venas. Cuando escuché que le dirá su prometido que pase por ella y la vi sacando su celular, algo invadió mi cuerpo, era eso que se llamaba posesión pero... no entendía por sucedía. Estaba segura de que no eran celos, y ya no me importaba si se casaba o no.

Y al abrir la puerta, me encontré con una no muy grata sorpresa. Era lo último que faltaba para la cereza del pastel. Que imprudente podía llegar a ser cuando se lo proponía. La cara de Lisa se convirtió en un poema; cuando le dije madre a la mujer de enfrente, su mirada cambió por completo. No quería que mi madre supiera de Lisa, porque sabía que sería una fuente de reclamaciones, burlas, y confrotamientos.