Capítulo 21.

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<<Las personas podrían aprender de sus errores si no estuvieran tan ocupados negándolos>>.

{Carl Gustav Jung}.

LALISA MANOBAL.

—No puedo creer que te hayas quedado esperándome —tomé la botella de agua que ella me estaba dando—. Gracias.

—Te dije que me quedaría y cuando yo digo algo, lo cumplo —sus manos estan detrás de su espalda, y esta me mira con un gesto burlón—. ¿Nos vamos?

—Espera —tapé la botella de agua—. ¿A dónde me llevas?

—Ya te dije —camina hasta su auto y me abre la puerta del copiloto—. A una cafetería. A menos de que quieras un motel.

Le di una sonrisa ladeada, —Se le dan bien los chistes —caminé hasta el asiento del copiloto—. Soy mas de lugares públicos, ya ve lo que pasó la otra vez con el solo quedarnos solas. Se me desnudó.

—No, tú me desnudaste —me retó con la mirada—. Aunque, no te vi muy enojada por eso, ¿o sí?

Enarqué una ceja, —Mejor vámonos, usted es un peligro.

Y sí que lo era, no tenía miedo de lanzarme a sus brazos a plantarle un beso por toda la cara. Ella se subió en el asiento del copiloto colocándose el cinturón de seguridad.

—Quita esa cara, sí te llevaré a un lugar seguro —sonríe mientras pone el coche en marcha.

—¿Qué le pasa hoy? es la primera vez que contemplo tanta felicidad en usted y eso de normal no tiene nada.

—Solo... cállate y déjame seguir conduciendo, no vaya a ser que me entre el mal humor.

Levanté ambas manos, —Me calló.

Era raro verla así, no tenía ni la mas mínima idea de lo que cruzaba por la cabeza de esa mujer, pero a veces simplemente me preguntaba, ¿por qué era así? ahora podía estar bien y de la nada mandarte al diablo.

Y es que cada vez se me hacía mas difícil descifrarla, todo lo contrario a lo que yo creí. Pensé que mientras mas me acercaba, mas fácil sería el leerla; ella es hermosa, no se ni como se cruzó en mi camino aquel día, no sé como pasó, no sé pero lo amo, amo la manera en la que casi me choca y como a veces simplemente deja esa careta de mujer fuerte, conmigo ella no tiene que tener miedo, conmigo puede ser feliz.

—¿Qué tanto piensas?

—Es hermosa.

—¿Piensas en lo que ya yo sé? —vale, tardó mucho en sacar ese ego que tiene—. Dime la verdad.

—En serio, pienso en lo hermosa que es.

—Veo en tus ojos que hay algo más.

—¿Qué mas puede haber? quiero decir, sólo pienso en que es hermosa y ya, no tendría el porqué mentirle. De todas las personas que usted conoce, soy la única que nunca le va a mentir, mi señora. Confie en mí.

Negó, sonriendo, —Eso lo dudo —se estacionó en una cafetería—. Vamos, me muero por un buen café.

Me bajé del auto y vi la cafetería por fuera. Había pasado muchas veces por este lugar, pero me había detenido <<no entrado>> en esta cafetería. Dicen que el café de aquí es lo mejor que puede existir, prometí el venir con Rosé, pero ya veo que las cosas casi nunca salen como uno las planea; entré con esa a la par, las dos llevábamos una sonrisa y es que no parecía que nos odiáramos, en realidad, hablemos mas por ella, yo nunca la odié... en su momento sí, pero dudo que eso haya sido odio.

Strawberries And Cigarettes. (Jenlisa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora