Capítulo 39.

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<<Creo en aquellos que nunca encajan porque aceptan su rareza como virtud y no como un defecto. Amo esa naturaleza en los demás>>.

{Elena Poe}.

LALISA MANOBAL.

—¿Estás segura? —me dirigí a Jennie, la cual me guíaba hasta la tumba de su padre. La tomé del brazo—. Jennie, sabes que no tienes que hacerlo, respetaré toda desición —la miré fijamente, sus ojos se llenaron de lágrimas, pasé mi pulgar por sus parpados cerrados—. Sabré entender.

—Sé que puedo hacerlo —apretó mi mano con fuerza y abrió sus ojos—. Puedo hacerlo, a mi padre le gustará conocerte.

Sonreí sin separar mis labios y en un asentimiento, dejándome guiar por ella. De pronto, nos detuvimos, me quedé expectante, Jennie me señaló hacia una de las tantas tumbas, tragué con fuerza y bajé mirada, encontrándome con una que decía: 1966-2009. Ella había vivido trece años de su vida sin su padre. Ahora mismo, tuve una oportunidad de imaginarme que sería vivir sin uno de tus padres, y es porque a mí me ocultaron la muerte de la mía por años. Ma arrodillé frente a la tumba del padre de Jennie.

—¿Me permetirías hablar con él unos minutos? —pregunté a Jennie, la cual no lo dudó y se fue.

Me quedé en silencio no más de unos segundos, miré la tumba, y me dieron ganas de conocer la de mi madre, si tan sólo supiera en donde se encontraba. Tragué con fuerza y me prepare para lo que diría.

—Yo... —titubeé—. En realidad vengo aquí para darle las gracias y se que se está preguntas el porqué —miré fijamente la lápida, proseguí—. Y es que usted trajo al mundo al ser mas maravilloso que puede existir, y quizá para muchos no soy suficiente para su hija, pero la verdad es que: ella me da felicidad, ella me da todo lo que un día quise. La edad no me importa, no me importa los prejuicios, en realidad; me enamoré de su hija, no de su edad. Y es que por más que intenten separarme de ella nadie podra llegar tan lejos. Por lo mismo, espero su aprobación para estar con ella, espero que me pueda ayudar, lo respeto, respeto mucho a su hija, y me enamoré de esa mujer. Espero y lo pueda entender, y que este de acuerdo conmigo, por lo mismo tanto, le pido su mano, no en forma de matrimonio, pido la mano de su hija para el resto de nuestros días.

Una brisa golpeó mi rostro, haciendo las hojas volar al igual que a mí cabello. Sonreí.

—Acepto —dijo su voz a un lado, arrodillandose a mi lado—. Acepto tu propuesta y creo que mi padre también la aceptó.

—¿Ya no crees que soy una niñata malcriada?

—Por favor, olvidemos eso, ¿sí? me da pena recordar esa etapa mía —apretó mi mano con fuerza—. Solo quedémonos con esto, es lindo y no quiero que pase de moda.

—¿Lo nuestro? no, que va, jamás —miré la tumba—. Bueno, si usted ya me dio su aprobación y su hija también, se supone que ya somos novias ¿no?

Su sonrisa creció, —¿Así? ¿A lo seco?

—¿Quieres que te invite a cenar? venga, eso pasó de moda, al igual que las flores, y... —golpeó mi hombro, la ayudé a ponerse de pie, besé sus labios con ternura—. Antes de que aceptes quiero hacer algo.

—¿El qué?

—Ven conmigo, ya que es nuestro último día en tu casa, quiero que quede para la historia —la arrastré conmigo.

—No es nuestro último día.

—Tendremos que enfrentar al mundo exterior junto con todas esas personas, así que sí, lo tomo como mi ultimo día.

***

—Esta noche —la llevé con cuidado hasta los pies de la cama—. Quiero que te dejes querer, no le prestes atención a nada y olvídate de todo.

—¿Que piensas...? —puse mi dedo índice sobre sus labios, callándole.

—Déjame quererte, Jennie, déjame hacerlo a mi manera.

Con todo el cuidado y amor del mundo, saqué su blusa por encima de su cabeza, dedicandole miradas sexies, bonitas, tiernas y comprensivas. Nuestras miradas en ningún momento se separaron, mientras yo quitaba su ropa, ella me seguía con aquel penetrante verde, el cual iluminaba la habitación entera. Me arrodillé frente a ella y desabotoné su pantalón. Sus labios estaban entreabiertos, me dediqué a mirarlos hasta que estuve bajando su pantalón.

Se quedó solo en una lencería morada, dejándome como siempre con la boca abierta. Estaba nerviosa, mis movimientos eran torpes, insensatos pero con amor y pasión, lujuría incluidas y miradas lacsivas. Besé sus muslos, sacándole un gemido involuntario, entreabrió aun más sus labios. Mis curiosos dedos fueron paseando como pincel por su lienzo; acerqué aun mas mis labios y dejé que mi respiración caliente, erizara sus vellos.

—Lisa —mi nombre salió cual oración de suplica de sus preciosos labios.

—Chiss... —dije bajito. Me paré y la senté por sus hombros, esta se me quedó viendo desde abajo, en la cama, esperando a mi próximo paso.

La terminé de acostar y me quedé escalando por su cuerpo, mi mano fue subiendo, primero por sus pies, piernas, muslos, caderas, cinturas, pechos cubiertos por sostén, cuello tibio para por fin detenerse sobre sus labios, los cuales habían gemido mi nombre en un tono de voz noble, haciéndome disfrutar más veces de las que yo me pudiera haber imaginado. Cerró sus ojos cuando la volví a bajar, en una delicada ola, sólo rozando mis yemas. Su piel como siempre; olía a almendra, dejándome disfrutar de su olor, aquella se arqueó cuando fui bajando sus bragas. Miré hacia arriba y disfrute el verla con los ojos cerrados.

Se quedó descubierta, cual obra de arte, como un lienzo desnudo, un lienzo blanco, ella era eso, un lugar en el cual yo quería dejar mis colores, claros, verdosos, azules. Ella era eso que necesitaba color. Besé su monte de venus, y fui bajando de apoco, hasta encontrarme donde quería, ese lugar perfecto, de fuegos artificiales, situado en un area magnifica y llena de deseo. Dejaba salir su lujuria y te enjuagaba de deseo.

Mis dedos se detuvieron ahí, y empezaron a trazar círculos, pequeños, delicados, rápidos para pasar a lento, dejando que ese mar creciera y me hundiera. Y así fue, hundió mis labios, mientras mis dedos navegaban en sus agua peligrosas, buscando ese volcán que moría por explotar. Los gemidos de aquella montañana se hicieron reales y no eran sólo en mis sueños, las curvas si tenían bonita voz, los arboles gritaban por más agua, por más cuidado. Cerré mis ojos y seguí nadando, movía las aletas de mi lengua de arriba abajo, y así mis dedos buscaban un tesoro escondido. Porque eso era ella, arte.

—Lisa —su mano fue a parar a mi cabella. Se arqueaba—. ¡Oh, dios! —gimió con fuerza, dándome la satisfacción de saber que lo disfrutaba.

Me di el tiempo de mirarla por sobre mis pestañas. Tenía su labio inferior, enterrado entre sus dientes, su ceño enarcado hacia abajo en una mueca de satisfacción, y sus ojos levemente cerrados. Ella en sí; gritaba placer. Mis dedos y lengua aceleraron el paso, sabiendo que ya llegaría a ese punto, sabiendo que no tardaría mucho. Mis dedos se sintieron apretados y sus gemidos empezaron a ser entorpesidos por sus peticiones.

—¡Más... dame más, Lisa! —y así lo hice, le di más, me moví mas rápido, di lo que quería—. ¡Mmmh...!

Gemidos llenos de satisfacción, gemidos perdidos en la locura. Su sexo era un mar de alegría. Y no tuve que esperar mucho para que una de sus mano fueran a sus pechos y su sexo se contrajera dejando salir la ola, esa ola que tan loca la tenía, empapando mis dedos. Me encargué de limparla con mi boca, provocando espasmos en todo su cuerpo, y que después de su grito-gemido, salieran pequeños jadeos. Me coloqué sobre ella y bese sus labios con fuerza. Mordí su labio inferior, y pegamos vistas. Me pegué a ella, casi dejándome caer.

—Te quiero, Jennie —susurré en su oído—. Te quiero mucho.

Una boba sonrisa se formó en su rostro con sus ojos a medio cerrar del cansancio. Y deseé que siempre fuese así. Que el tiempo se detuviera y que lo único que importara, fuera el como reír, vivir, y ser felices.

—Te quiero, Lisa —dijo por último.

Lo sé, créeme que lo sé.

Strawberries And Cigarettes. (Jenlisa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora