37- Un inicio para el fin

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Su garganta se sentía tan seca...

Aquello fue lo primero que sintió al abrir los ojos y recobrar conciencia. Los abrió lentamente tratando de acostumbrarse a la luz del cuarto, dándose cuenta de que seguía atada a la misma silla que anteriormente, con aquel mismo dolor corporal. La resequedad de su garganta era debido a su sed, desde que estaba ahí no había bebido agua, aún no sabía cuanto tiempo llevaba allí pero tenía sed y también hambre.

Levantó su mirada para así pasearla por la habitación, para su sorpresa se encontró con que no estaba sola, allí también había una mujer mirándola con atención, su mirada no se apartaba de ella, le perturbaba que la mirara tanto.

—Hola... —susurró para romper ese silencio, pero la mujer no respondió, solo siguió observándola. —¿Puedo pedirte algo?

—Dependiendo de lo que sea —habló al fin, moviendo su fija mirada.

—No es mucho, solo quiero agua y de ser posible algo de comida, por favor.

—Claro.

Le sorprendió aquello, creía que se negaría.

Solo dijo aquella palabra y caminó hasta la salida de la habitación, saliendo de allí dejando a Arima esta vez sola. Parpadeó un par de veces con cansancio y confusión, no sabía si la mujer siquiera volvería pero esperaba que volviera en el caso de que trajera lo que pidió.

Le dolía la muñeca por aquella atadura. Enderezó su espalda sobre el respaldo de la silla y suspiró mirando el techo, preguntándose que sería de ella. Se sentía débil, al menos quería que aquella debilidad y dolor corporal desaparecieran, porque quería al menos intentar escapar de allí y en ese estado le sería imposible.

Su situación era complicada, ahora el plan de llegar a un acuerdo con Erick por los «Viejos Tiempos» era algo imposible, a él parecía importarle poco todo aquello, lo cual era razonable, solamente fueron compañeros de salón.

La única opción era escapar y tampoco podía hacerlo en esas condiciones, no podía desatar sus manos y ni siquiera tenía nada cerca para hacerlo, sus fuerzas estaban escasas, todo iba en su contra.

La puerta volvió a abrirse, miró hacia ella, para su suerte la mujer había vuelto y ahora traía una bandeja junto con ella.

Se acercó dejando la bandeja a un lado y en el piso, bandeja que por cierto contenía agua y comida. La mujer castaña puso el agua desde la botella a un transparente vaso de cristal que había traído junto con lo demás, acercándoselo después a los labios de la contraria —No puedo desatarte, pero puedo hacer esto por ti.

—Claro... gracias.

Acercó el vaso a sus labios una vez más y la hizo beber de el, un par de vasos sirvieron para aplacar su sed, nunca creyó que el agua podría tener tan buen sabor.

Dejó el vaso en la bandeja y esta vez tomó el sándwich que había traído para así acercarse lo también a la boca, Arima lo comió con gusto dando grandes bocados, estaba tan hambrienta. Era de jamón y queso para su suerte ya que a ella le gustaba mucho aquel sabor.

Terminó de comer, así que la mujer volvió a alejarse un paso hacia atrás, mirándola con curiosidad.

—Muchas gracias por esto, de verdad tenía mucha hambre y sed.

—No fue nada, estaré aquí vigilándote de todas maneras.

—Oh —rió por la singularidad de la situación —¿Cómo te llamas?

—Eliza.

Era raro que no dijera su apellido.

—Es lindo, yo soy Arima Inoteka.

¿𝘛𝘶́ 𝘛𝘢𝘮𝘣𝘪𝘦́𝘯? ━━━━ 𝘔𝘢𝘯𝘫𝘪𝘳𝘰 𝘚𝘢𝘯𝘰 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora