ciento veintidós

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—Ah, hola, Mafalda! —Umbridge dijo, mirando a Hermione—

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—Ah, hola, Mafalda! —Umbridge dijo, mirando a Hermione—. Te ha enviado Travers, ¿verdad?

—¡S... sí! —tartamudeó Hermione.

—Bien, creo que servirás. —Umbridge asintió antes de volverse hacia el Ministro—: Ya tenemos unproblema solucionado, señor ministro. Si Mafalda se encarga de llevar el registro, podemos empezar. — miró su portapapeles, uno que también usaba para llevar cuando enseñaba en Hogwarts—: Para hoy están previstas diez personas, y una de ellas es la esposade un empleado de la casa. ¡Vaya, vaya! ¡También aquí, en el mismísimo ministerio!

Entró en el ascensor, junto a Hermione, mientras Faith la miraba con los ojos oscurecidos.

—Edith— Umbridge asintió hacia ella, tan infeliz de verla como lo estaba Faith. —Bajaremos enseguida, Mafalda, en la sala de audiencias encontrarás todo lo que necesites. Buenos días, Albert, ¿no bajas?

Entonces su nombre era Albert.

—Sí, claro — dijo Harry con su nueva voz profunda. Salió del ascensor, arrastrando rápidamente a Faith con él, temeroso de que pudiera atacar a Umbridge si seguía con esa mujer por más tiempo.

La valla dorada se cerró y el ascensor se hundió y se perdió de vista. Lo último que vieron fue el rostro asustado de Hermione.

Los dos ahora estaban cara a cara con el nuevo Ministro de Magia. Tenía el cabello negro largo y sedoso combinado con una barba oscura, aunque tenía algunas rayas grises. Parecía cansado pero su actitud era más optimista.

—¿Qué lo trae por aquí arriba, Runcorn? ¿Con Diggory? —El Ministro le preguntó a Harry, hablando de Faith como si ella no estuviera allí. La reputación de su madre claramente no era tan buena como antes de que Voldemort se hiciera cargo del Ministerio, por razones obvias.

—Necesito llevarla para interrogarla—, dijo Harry sin dudarlo, apretando su brazo con más fuerza.

—¿Aquí?— El Ministro preguntó con el ceño fruncido, mirando a Faith de arriba abajo.

—Y también a Amos Diggory— añadió rápidamente Harry, —alguien dijo que estaría aquí.

—Ah,— el Ministro asintió como si no fuera una sorpresa. —¿Han sido atrapados teniendo contacto con un Indeseable? ¿Su hija, por ejemplo?

—No,— Harry negó con la cabeza cuando sintió que se le secaba la garganta. —No, nada de eso.

—¡Ya! Pero sólo es cuestión de tiempo. En mi opinión, los traidores a la sangre son tan despreciablescomo los sangre sucia. Buenos días, Runcorn.

—Buenos días, señor ministro.

Harry y Faith lo vieron alejarse hasta que se perdió de vista y solo entonces Harry soltó a Faith.

—Vaya, no sabía que podías ser tan rudo, deberíamos intentarlo más a menudo— dijo Faith con una sonrisa traviesa mientras se frotaba el brazo donde Harry la sostenía.

Faith | Harry James PotterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora