ciento cuarenta y nueve

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—¿Lo has

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—¿Lo has... qué... lo has visto antes?— preguntó Faith sorprendida. —¿Pero donde?

—¡En la Sala de los Menesteres! Donde escondí el libro, el libro del Príncipe Mestizo, lo escondí en un armario y encima puse un busto feo con una peluca y algo que pensé que era una tiara pero era ¡La diadema! ¡La diadema está en la Sala de los Menesteres, Faith!

Una fuerza repentina sacudió el castillo, un par de cuadros cayeron de las paredes.

—¡Vamos, entonces!— Faith dijo sobre el sonido retumbante. La mano de Harry todavía estaba fuertemente entrelazada con la de ella, así que lo atrajo hacia ella, esta vez era ella quien los conducía a alguna parte. Hagrid todavía cojeaba detrás de ellos, tratando de seguir el ritmo de las largas piernas de los dos adolescentes.

Casi fueron atropellados por la profesora Sprout, Neville y media docena de otros estudiantes. Todos usaban orejeras y tenían varias ollas grandes en sus brazos.

—¡Son mandrágoras! —Neville les gritó, pareciendo extrañamente emocionado—. ¡Vamos alanzarlas al otro lado de los muros! ¡No les gustará nada!

Harry y Faith continuaron, pasando por cientos de retratos, corriendo numerosas escaleras para llegar al pasillo del séptimo piso donde estaba la entrada a la Sala de los Menesteres. Mientras tanto, perdieron a Hagrid, persiguiendo a Fang, quien se asustó por la explosión de una pieza de porcelana. Volaron a la vuelta de la esquina cuando se encontraron con Fred y un grupo de estudiantes, asegurando una estatua que era la entrada a uno de los pasadizos secretos.

—¡Menuda nochecita! — Fred les gritó justo cuando la totalidad del castillo temblaba de nuevo.

—¡Ten cuidado!— Faith gritó por encima del hombro cuando Harry y ella pasaron corriendo junto a ellos.

—¡Siempre tengo cuidado, Faithy-kins!— Solo escuchó a Fred gritarle, pero por una vez pudo reprimir el impulso de poner los ojos en blanco ante el apodo que tanto despreciaba. Tenían cosas mucho más importantes en la cabeza.

Faith y Harry volaron por otro corredor y al final del mismo se encontraron con Aberforth Dumbledore.

—¡Potter! — Gritó, su varita se mantuvo firme—.¡Cientos de chicos han entrado en tropel en mi pub, Potter!

—Lo sé, estamos evacuando— dijo Harry. —Voldemort...

—... está atacando porque no te han entregado. Ya —asintió Aberforth con los ojos en blanco—, no estoy sordo; lo ha oídotodo Hogsmeade. ¿Y a ninguno de ustedes se le ha ocurrido tomar como rehenes a algunos miembros deSlytherin? Hay hijos de mortífagos entre los alumnos que habéis enviado a un lugar seguro. ¿No habríasido más inteligente retenerlos aquí?

—Eso no habría detenido a Voldemort. —dijo Harry en voz alta, —y tu hermano nunca lo habría hecho.

Aberforth se quejó al oír eso y lo ignoró.

Faith | Harry James PotterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora