Parte 25

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Narra Amira:

— Bien... Lo logré... ¡¿Estoy en una pieza?! - Revise todo mi cuerpo tomando en detalle que no me halla partido algún hueso o que me halla hecho heridas graves.

Contexto de lo que paso hace unos dos minutos:

Pues técnicamente, baje un árbol.

Es todo.

...

Bueno no todo. Quizás me salte la parte en la que me caí desde la rama mas alta. Pero eso no es importante. Solo me raspé las rodillas, codos y brazos; rasgue mi vestido y me enterré unas cuantas astillas en las manos. No es nada grave, al menos no me partí la cara como lo suele hacer Agustín. Es un gran logro, a mi parecer.

— Auch... No es problema, Julieta seguro me ayudará. - Miré a todos lados, asegurándome de que nadie me halla visto o escuchado, sobretodo no mi padre.

En lo que seguía, corrí a la casa Madrigal, pero al llegar hice el menor ruido posible para que Casita no reaccionara a pesar de saber que mi presencia ya era conocida por la vivienda. Me dirigí a la parte de atrás, precisamente a la ventana de Julieta... o al menos creía que esa era su ventana...
Lancé una pequeña piedra al vitral de vidrio, y luego una segunda, y luego una tercera, hasta que noté una silueta acercándose.

— Mnmn.... ¿Ami? - Suerte la mía que si era la ventana de Julieta, por un segundo pensé que sería la de Alma. - ¿Que haces aquí? Es muy tarde..

— Vine a verte, mi reina.. ¿Me dejas pasar? Jeje.. - Sonreí algo nerviosa por que no, fuera su respuesta.

Y ¿si me dice que me valla mejor a mi casa? Me habré partido la madre por un resultado que no esperaba del todo.

— Ay, bien. Ve a la puerta principal, yo te abriré por ahí. - Le miré alegre y ella me devolvió una de sus preciosas sonrisas ablanda corazones.

Enserio la amo.

Al estar frente a la puerta principal, solo me quedó esperar a que Julieta llegase. Lo cual hizo pocos minutos después.

— Venga, rápido, a mi cuarto. Procura no hacer ruido con tus zapatos. Muchos pasos pueden levantar sospechas. - Asentí con la cabeza y tomadas de las manos subimos a su habitación.

Yo digo que la pieza de Julieta es el paraíso perfecto para una persona del campo. En realidad, a mi parecer no es un simple cuarto, mas bien la mini cocina de un restaurante transformado en una pieza para señorita y que al abrir una puerta más, hay un gigantesco, pero enserio, gigantesco campo de hierbas y árboles. Incluso había un valle que pasaba a través de este. Adentro, estaba lógicamente su cama, y sus cajoneras, su armario y lo típico de una habitación normal. Luego estaba el otro lado del interior, una cocina de lo mas grande. Tenía de toda clase de utensilios y materiales para dominar el dominio culinario a la perfección. Lo que más me gustaba de su habitación era la zona de descanso que tenía. Una parte que simplemente se dedicaba a satisfacer el cansancio de Julieta. Con sillas, mesas, hamacas, todo lo que un perezoso.. o bueno en el caso de Julieta, alguien que trabaja demás necesitaría.

— Ami, ¿que haces aquí a estas horas? - La morena se cruzó de brazos frente a mí, casi como regañándome. No había notado lo hermosa que se ve con el cabello alocado y en pijamas. Digo– ¿que?

— Es que... me moría por verte.. Lo siento, se que esta muy tarde, pero me castigaron y no pude evitar que las ganas me ganaran. - Me senté en su cama mirando a todos lados, no solía venir a su cuarto a menudo.

En eso, Julieta se lanzó a mis brazos dándome un fuerte abrazo apretado, el cual lógicamente correspondí gustosa.

— Parece que me leíste la mente, yo también te extrañaba muchísimo. Como ni te imaginas. - Me aferre a ella con más fuerza, escondiendo mi rostro en su hombro, y ella hizo lo mismo.

Vale. Nos vimos esta mañana, ayer e incluso ante ayer, pero llevábamos semanas sin tener tiempo para nosotras dos nada más. El entrometido de mi hermano no dejaba de meterse en nuestro camino, sin siquiera el mismo darse cuenta. Ahora solo estábamos ella y yo, nadie más. Podíamos ser nosotras mismas y demostrar que nos amábamos tanto a como queríamos.

— No es como si no no hubiéramos visto esta mañana, bonita. - Pude sentir ese pequeño y corto beso en mi mejilla. Tan delicado y cariñoso.

— Pero no he podido tenerte en mis brazos a mi propio gusto en semanas. ¿Como es posible que Agustín tenga tanto tiempo libre últimamente? - Pues como no tenerlo si mi padre le tiene un pedestal.

— Es.. culpa de mi papá. Es una larga historia. - Julieta me quedo mirando confusa, tal vez a la expectativa de que se la contase, pero no quería hacerlo aun. No planeaba arruinar nuestro bello momento ahora.

Al no recibir respuesta, la Madrigal se sentó a mi costado, recargando su cabecita en mi hombro y posicionando su mano en sobre mi muslo, acariciando lenta y suavemente. Y luego, de la nada, estiró su otro brazo y sacó un buñuelo de unos de sus cajones cercanos.

— Come, te hará bien para esas heridas. - Lo acepté feliz, no saben como adoro la comida de Julieta a un nivel extremo. - Tienes que tener mas cuidado, cariño. Esto es peligroso, y lo sabes.

Se que estaba en lo cierto, pero al pedo. Necesitaba mí dosis de amor, si o si.

— Gracias, pero no esperes que no me volverás a ver lanzando piedritas a tu ventana en estos días para meterme a tu cuarto... y ¿quién sabe...? - Disimuladamente, fui pasando mi brazo por atrás de su espalda, el sudor recorriendo cada jodido rincón de mi frente pero debía actuar serena.

— ¿Que crees que estas haciendo? - Quite mi extremidad casi al instante, después recibí una corta carcajada.

Juró que la piel se me puso de gallina. Intentaba ser un poquito mas atrevida y demostrar que podía dar mas que Agustín, sin embargo, por dios que casi me da un patatús en pleno intento. Tal vez sea mejor idea no dármelas de muy confiada.

— A-amnm... Y-yo– ¡nada! - Julieta se empezó a reír de mi forma torpe de actuar. - Ya, vale, no te rías. Se que soy tonta pero no para tanto, jeje.

— Jaja, no digas tonterías, mi amor. - ¡¿Como me llamo?! ¡Dios! ¡Creo que nunca me había llamado así! Alguien que le diga a mi corazón que se controle porque parece que se me va a salir del pecho.

No me puse mucha atención a lo que pasaba hasta que sentí sus dulces labios suavecitos sobre mi mejilla. Eso me devolvió mi ritmo cardiaco normal.

— ¿Piensas quedarte a dormir? - Ups, no pensé en eso.

— Pues si me das el derecho, lo haría con gusto. - Sonreí en lo que ella me compartía el gesto.

— Si eso no te trae problemas graves, entonces por mi esta mas que bien. - Ok, aquí va la realidad.

Esto si me traería una centena de consecuencias y quizás un posible castigo de por vida, pero si encontré una forma de venir aquí, puedo hacer cuentas veces se me antoje. A pesar de que me terminen rompiendo la espalda, sacando los ojos o haciendo un exorcismo para que se me salga el demonio homosexual, no hay forma de que hagan que mis ganas por ver a Julieta Madrigal terminen. Este es nuestro secreto y haré lo necesario por que así se mantenga, por que funcione.

— Gracias, bonita. - Ya no me resistí mas y agarré una bola de confianza enorme que me permitió besarla con tanta pasión correspondida que me perdí y no me percaté de cuando ya estábamos técnicamente acostadas, bajo las sábanas, abrazadas...

Y descansando profundamente.

Bola de cochinos que seguro creyeron cosas impuras.

La mejor noche de mi vida hasta ahora. El cálido cuerpo de Juli jamas estuvo tan cerca del mío, y enserio era muy cómodo dormir con ella, sobretodo en su cama.

Ella era adorable a la hora de dormir. Aferrada a mi como si tuviera miedo de perderme. Tan linda.

Continuará.....

- Que Sea Nuestro Secreto - (Julieta Madrigal x Oc) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora