Parte 36

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Narra Amira:

— ¡¡NICOLAS!! - Tan pronto vi su silueta de cabello bien acomodado y rubio, su porte de hombre muy masculino y musculoso y esa carita de niño bonito, estaba de pie ayudando a su tío a bajar unas cajas, me lancé a sus brazos. - ¡Estás devuelta!

— Wow, momento, señorita. No tengo suficientes brazos para cargarte y de paso estas cajas. - La sonriente expresión Nico era como ver un sol en un día de verano.

— Nicolas. No es hora de hablar con tu amiguita, tendrás tiempo para eso después. - Cállese, señor. No interfiera en mi chisme.

— Oiga, don Dario. - El hombre me quedó mirando, expectante a lo que podría decirle. - ¿No cree que ya ha presionado mucho a su sobrino? Digo, se han quedado mas de lo planeado en la cuidad, este muchacho ha de estar muy cansado, ¿no cree usted?

El rubio me observada poco convencido de la situación, tenía intenciones de callarme, lo veía en su rostro.

— Ami... esto es una malísima idea... - Susurraba para que solo yo le escuchase.

— Mgh... Mira, niña. - El señor de sombrero, y tal cual como su sobrino, con cuerpo bien marcado; se levantó de la carretilla, frunció el ceño y se cruzó de brazos frente a mí. - Yo no tengo por que aceptar que una muchachita, hija de un carpintero o leñador, lo que sea, me diga como tratar a mi sobrino.

Tragué grueso, algo nerviosa por la cercanía entre el fuerte hombre y yo, era mas alto que yo, mucho mas alto. Se miraba tan intimidante.

... Tenía miedo...

Miedo de que acabase con la mejilla roja, igual que con mi padre.

Cerré los ojos, lista para cualquier cosa que pudiese pasar a partir de ahora.

— Valla que tienes agallas, niña. Hablarle a un hombre maduro, que tiene muchos más años de experiencia en la vida que tú, siendo mujer, me parece bastante intrépido. - Dario me desacomodó el pelo y sonrió alegremente. - Venga, Nico. Puedes ir con tu amiguita, pero no quiero que llegues después de las nueve. Ya sabes.

— ¡Si, señor! Gracias. - El rubio dejó las cajas en el piso, se despidió de su tío y me agarró de la cintura, cargándome al estilo princesa. - ¡Tengo tanto que contarte!

— ¡Con toda al chisme! - Exclamé desesperada, le abracé con fuerza y besé su mejilla.

Digamos que se podía malinterpretar muchísimo la presente situación, no me sorprendería que la gente de este pueblo comenzase a pensar cosas que no son. Sobretodo tomando en cuenta cierto secretito mío que pocos conocían: mi lesbianismo.

— Amn... A ver, cuéntame como te fue en la cuidad. ¿Que tan grande es? ¿Que tantas cosas hay allá? ¿Hay chicas guapas? ¿Chicos... atractivos? Como dices tú. - Yo ya tenía una amiga que conocía los exteriores del Encanto mejor que nadie.

Sin embargo, la relación con ella era completamente diferente. Yo me encargaba de hacerle la vida difícil, a comparación de con Nicolas, que él buscaba ayudarle en todo lo que pudiese.

— Cálmate, Amira. Pregunta por pregunta. Una a la vez. No soy una maquina, ¿lo sabes? - Nos sentamos en el pasto y comenzó a relatarme su aventura en la cuidad.

Desde que había una cosa llamada "tramway" que al español se traducía como "tranvía" y que se veía tal y como un tren miniatura que pasaba por el centro. Unos ¿automóviles? Y yo que sabré de las otras cosas.

— A ver, a ver, ¿alguna personita interesante? - Entoné de forma pícara para poner inquieto a mi amigo. - Todavía no me has dicho el nombre de aquel muchacho que te traía loco hace un par de semanas

- Que Sea Nuestro Secreto - (Julieta Madrigal x Oc) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora