Parte 44

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Narra Amira:

Era una mañana común. Nada nuevo que no se viese en el Encanto. Unas cuantas nubes decoraban el cielo, ciertos rayos solares traspasaban los montones de neblina y el clima se sentía fresco. Si, en Colombia un clima fresco no es que sea muy común que digamos, pero al tener a una mujer cincuentona que toda su vida fue y es y será una especie de dolor de cabeza andante, irritable y loca, esto si era ordinario.

Me senté en la cama de la habitación que normalmente utilizaba en mis visitas y compartía anteriormente con Mirabel. Me hacía falta su compañía, siendo sincera, una muchachita tan imperativa como ella era una aventura cada día, mas, me alegraba que por fin tuviera su propio cuarto. Eso era como un reemplazo para el día de su ceremonia... El día en el que Julieta comenzó un 'favoritismo' hacía la menor de sus hijas con tal de hacerla sentir mejor. Mi Juli -quizás no mía- era una buena madre, siempre lo ha sido, incluso antes de ganarse el título oficialmente. Estaba para todas tres, aunque un poco más para Mira, y era comprensible la verdad. La admiraba por ser quien a mis ojos era. Por toda la felicidad que una vez me dio. La amaba por estar conmigo a pesar de las circunstancias, a pesar de las consecuencias. Y al mismo tiempo la odiaba por hacerle esto a mi hermano durante tantos años. Decenas de años.

... O quizás me odiaba a mí misma...

Esto tendría mucho más sentido.

Era extraño como no podía odiarla... No podía sentir nada negativo hacia Julieta. No podía decir que la detestaba, que la aborrecía, no podía decir que me irritaba y que daría lo que fuera por nunca haberla conocido o amado sin estarme mintiendo. Si en algún momento de mi miserable vida lo pensé o lo deseé era seguramente porque me gustaba el dolor que ese sentimiento de querer me causaba. Tal vez era una manera de compensar el no poder amarla. Quizás lo hacía para olvidarla. Para intercambiar mi imposible amor por un desprecio que al partir no me doliera tanto. Yo era ingenua antes de entenderlo. Increíblemente tan ingenua como lo era mi hermano para creer que ella y yo le eramos fieles.

Ya habían pasado... ¿cuánto ya? 30 años aproximadamente. Probablemente un poco menos, pero tenía que llegar a una conclusión rápida. 30 años desde que lo "nuestro" existía de forma coherente. Coherente... Dios que hipócrita soy. ¡Sigo siendo la amante de Julieta, la puta madre!

Estampé mis manos a mis mejillas con rabia hacia mi propio ser. No soy nadie, maldita sea. No soy nadie. Nadie. Repetí una y otra vez en mi cabeza. El día anterior, cuando llegué y Casita abrió sus puertas para dejarme pasar, su ojos avellana se posaron en los míos... Y quemaban... Su miraba quemaba... Su expresión me lastimaba... Esa fingida y al mismo tiempo genuina sonrisa me dañaba... Y por alguna peculiar razón me encantaba que así fuera. Adoraba esa sensación tan enfermiza de saber que nos necesitábamos, de ser consciente de los pecados que hemos cometido en las últimas décadas y sin embargo, ser las mismas avariciosas, imprudentes e insensibles personas que con el tiempo no aprendieron de sus errores. Y dudo que lo hagamos hasta que nos quememos con el fuego de nuestra propia fogata.

¿Que tipo de hermana soy?

¿Que tipo de tía soy?

¿Que clase de título se merece una mujer con tan bajos valores y defectos tan asquerosos?

¿Que soy, quién soy, porque soy lo que soy?

Hubieron momentos en los que intentamos reflexionar. Calmar las ganas, los deseos, las necesidades, pero, ¿como le dices al incomprehensible corazón que no ame? ¿Como convences a la mente terca que no se puede?

Creí que al irme todo se arreglaría. Pensaba que algo aprendería. En mi cabeza el marcharme lejos, muy lejos, resolvería todos mis problemas. Mas, simplemente logré ignorarlos por un rato, logré olvidarlos por un tiempo, y cuando volvieron, el golpe de realidad fue insoportable y la cicatriz sigue sin cerrarse.

- Que Sea Nuestro Secreto - (Julieta Madrigal x Oc) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora