Parte 42

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Narrador onmicente:

Entre los suspiros agitados, los jalones y rasguños que sin querer daban, besos apasionados y caricias necesitadas, dos muchachas se entregaban una vez más a su deseo pecaminoso. Perdiendo la noción del tiempo, sin darse cuenta que a las personas a las que más trataban de ocultarse habían arribado. Para su suerte, ciertas prendas aún tendían de su dueña, otras, el calor las había obligado a deshacerse de.

La matriarca y su querido yerno se adentraron en la cocina, pretendiendo encontrarse con Julieta principalmente. Una noticia maravillosa se les había anunciado, y aunque no tentaran hacerla pública aún, deseaban ver a la víctima protagonista.

— Le agradezco una vez más por darme tan bello regalo, doña Alma. Le prometo que cuando el día llegué, no se arrepentirá. - Decía con tono entusiasta el de lentes.

La emoción desprendía de él tan y una flor soltaba su aroma. No estaba tan seguro como llevaría la noticia Julieta, pero esperaba con un fuerte anhelo que de la mejor manera posible.

— No me agradezcas, querido. Que pronto seas parte de la familia es más que un placer para mí y seguramente para mis hijos. Julieta estará encantada. - Continuo la viuda mujer en sus casi cincuenta, segura de que hacía lo correcto para su familia, para el pueblo, y especialmente para su adorada hija.

Desconociendo el daño que causaría en aquel puro y noble corazón de la curandera.

Que pena. (👍)

Más no todo era malo. No todo sería malo.

— ¡Julieta, hemos vuelto! - Exclamó el muchacho. - Oh.. No están. 

La señora miró desconcertada al joven. Por supuesto que no estaban. Era un día libre para sus pequeños, y la espera no era aceptada. Ni siquiera para la reservada Julieta. Mucho más cuando "la mala influencia" de Amira estaba cerca.

Desde el momento en el que se enteró de las extrañas visitas a medianoche, supo que su perfecta hijita estaba siendo llevaba a un mundo que hubiera deseado no entrará. Al tener una descendiente bastante explosiva e incontrolable, lo que menos quería era que su mismo 'problema' se duplicará. Alma sabía que aquella señorita venía a introducirse en su casa con ayuda de la cocinera, ella no era sorda ni estúpida. Si no habría la boca era por la simple razón de que quería ver que tan lejos podían llegar, o descubrir porque venía a ver a su hija.

¿A que?

¿Por que a la medianoche?

¿Que hacían?

A la matriarca no le terminaba de agradar la hermanita de Agustín. Sentía que ella y su Julieta tenían algo más que una simple amistad, más se resignaba a aceptar que podía ser. Odiaba pensar en el hecho.

— Casita, ¿sabes donde está Julieta?

La estructura movió sus pisos hacía las escaleras, mas a medio camino se detuvo y con ayuda de las barandas hizo una señal para dar a entender que desconocía el paradero de la muchacha. Aunque en un rítmico levantamiento ligero de las maderas del suelo, señaló la salida principal. Queriendo decir que salieron. La viuda frunció el ceño, lo cuál el chico de lentes notó y trató de ignorar.

— A–ah... Yo creo que se donde están, iré a buscarlas si no le molesta. - Agustín acomodó los vidrios que le permitía ver las cosas nitidamente. - Por cierto, podría no decirle nada a Julieta todavía. Quiero esperar un poco antes.

— Esta bien. - Asintió fríamente.

Dando suaves y cortos pasos hacía atrás. La señora sonrió amablemente y se despidió del joven para tan pronto verlo salir de la casa, ella poder inspeccionar la Casita. Conocía a la perfección lo alcahueta que la casa con vida propia podía ser, sobretodo con sus trillizos. Él primer lugar que iría a ver lógicamente.. el cuarto de su hija mayor.

- Que Sea Nuestro Secreto - (Julieta Madrigal x Oc) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora