Cuando Nicholas entró a la habitación y cerró la puerta que la separaba del maravilloso balcón, Tobias se sintió desamparado. Aunque después se preguntó porqué habría de confiar en un hombre teñido de rubio que apenas conocía y que era asistente del presidente al que ahora sí comenzaba a temer. Estaba a solas en esa terraza con un político que conocía por las noticias y que tenía fama y cara de ser prepotente... y que sus amigos ya le habían confirmado esto.
No fue capaz de mirarlo a los ojos. Simplemente miró el suelo, sintiéndose incómodo. Escuchó su propia respiración y los latidos de su propio corazón. Entonces pensó en que tal vez era mejor, y necesario, disculparse.
—Lamento no haber estado presente junto con mis compañeros...
Esperó una respuesta, pero no la escuchó. En lugar de eso lo vio poniéndose de pie y caminando con asombrosa ligereza hacia la mesa de jardín y sus sillas, tomando asiento en una de ellas, con una postura casi intachable. Tobias no se movió de su lugar.
—La verdad es que... —recordó qué excusa había dado Nuria para disculparlo — Estaba ocupado haciendo otras cosas... labores.
El presidente se aclaró la garganta y cuando los ojos verdes miraron hacia él, notaron la mirada fija sobre ellos. William Ellington estaba ahí, con el hermoso rostro relajado pero sin ninguna expresión en especial.
—¿Hay algo que pueda hacer, Señor?
Ellington, en su asiento, cruzó una pierna sobre la otra.
—Toma asiento, joven Winston. —Mudamente le señaló con la cabeza la silla que estaba justo frente a él, frente a la mesa.
No abrió la boca, se limitó a obedecer. Caminó con pasos relajados hasta llegar a la silla que le había señalado, la apartó un poco de la mesa y se sentó. Se preguntó si había hecho lo mismo con el resto de sus compañeros.
—Con que labores... —comenzó Ellington con voz ecuánime.
Tobias cuidó muy bien sus palabras mientras recargaba sus manos sobre su propio regazo.
—Es un trabajo atareado, incluso vivo en el hotel.
—Sí, me lo mencionaron. —Recargó sus codos en los reposabrazos de la silla y unió sus manos sobre su propio regazo.
—¿Se lo mencionaron? —preguntó con voz muy baja. La calma de Ellington comenzaba a ponerlo nervioso.
—Me mencionaron muchas cosas sobre las personas que escogieron para... atenderme, cuidarme, asistirme —se encogió de hombros—. Como quieras llamarle.
Ellington lucía muy seguro de sí mismo y no parecía para nada molesto. Sin embargo tenía una cara de niño travieso que daba a pensar que en realidad estaba comportándose amable para luego dejar ver la roca que escondía en su mano. El rizado se negó a confiar en él.
—Es nuestro trabajo, Señor —inconscientemente desvió la mirada. Sus manos jugaban nerviosamente sobre su regazo—. Los jefes pensaron que sería buena idea escoger a los mejores empleados para darle a usted un servicio de lo que aquí llamamos excelencia.
—Agradezco eso —reconoció con una sonrisa.
Tobias asintió.
—¿El que tú te encuentres aquí quiere decir que eres uno de los empleados de excelencia de éste hotel? ¿Consideras eso?
Se encogió de hombros. No supo si era una pregunta real o si era una pregunta sarcástica o irónica. Ni siquiera supo si era correcto responder la pregunta. Así que no respondió.
Pero William levantó ligeramente la cabeza, dejando a la vista su quijada definida e impecable, sin ningún pelo de barba en ella, lo cual lo hacía lucir joven e impecable a él. Lo analizó desde esa posición, casi atravesándolo con su simple mirada. El rizado sintió una quemazón sobre la piel.

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El Hotel Alec
De TodoYA EN FÍSICO (Sí, solía ser una fic Larry) "¿Estás negándote a obedecer cuando con un chasquido de mis dedos puedo destruirte?" Cuando Tobias Winston fue despedido de su trabajo tuvo que abandonar el departamento que alquilaba con su mejor amigo. D...