Capítulo 24

1K 91 14
                                    

El resto de la cena transcurrió con charlas sobre temas distintos, temas del trabajo de cada uno e incluso preguntas que Ellington le hacía a Tobias sobre su vida antes de tener que mudarse a Irlanda. Pasaron un poco más de una hora en ese restaurante. Al final, luego de haber llamado a Donovan y a Siobhan para que fueran a recogerlos, el presidente le preguntó cuál era su bebida favorita.

—Diría que la limonada —respondió con casualidad.

Así que en cuanto el mesero se acercó para llevarse el dinero de la cuenta, el presidente le pidió que pusiera una limonada para llevar.

—Es para mi niño pequeño —le comentó justo después de ordenarla.

El más joven hizo un intento de no ruborizarse, o al menos disimularlo, al percatarse de que el niño pequeño era él.

Volvieron al hotel y al llegar, en el estacionamiento, William le pidió a sus guardaespaldas que se desaparecieran de su vista el resto de la noche. No los quería ver, ni quería saber nada sobre nadie hasta el siguiente día. Una vez que su orden había sido acatada, se guardó las manos en los bolsillos del pantalón y caminó hacia Tobias, sin quitar de su cara el gesto serio que normalmente traía con él, solo que esta vez había algo... diferente en él.

—Vamos a conversar en mi terraza —sonó más como una orden que como una invitación. Quien sabe cuál era la realidad.

Pero él sentía el cuerpo adolorido, frío y podía jurar que se debía al sentimiento de tristeza que la noticia de la partida precipitada de William había causado. Además, la piel de su trasero aún no se recuperaba del todo y estar sentado durante más tiempo no sería mejor idea que caminar un poco.

—Estoy muy cansado —le dijo, disculpándose.

—Entonces ven a dormir a mi habitación, conmigo.

Se rascó el codo, con su mirada puesta en el suelo. Negó.

—Lo siento, William... No quiero pasar más tiempo contigo esta noche —al levantar la mirada pudo ver que a un presidente ofendido, así que movió rápidamente sus manos, negando—. No, no es eso. Yo...

—Mejor cierra la boca —gruñó. Puso su mano sobre su propio hombro y lo masajeó levemente—. Está bien. Simplemente vamos a dormir. Yo también estoy cansado. —Se dió la vuelta y comenzó a caminar hacia el lobby.

—William...

Pero él simplemente siguió su camino.

—Buenas noches, Winston —lo escuchó decir desde adentro.

Y ahí se quedó parado, exhalando un suspiro tan profundo que le dolió el pecho cuando lo soltó. Las piernas le temblaron y le dieron ganas de salir corriendo detrás de él, pero no lo hizo porque la cobardía se apoderó de su cuerpo de la misma manera que lo había hecho semanas atrás, antes de haber sentido seguridad alguna vez. Se sintió paralizado y creyendo que no sería capaz de mover ni un solo dedo por un buen rato. Nunca había tenido parálisis del sueño pero le habían contado que en medio de esta, las personas no podían moverse. Se preguntó si estaba cerca de tener una.

Quiso gritar el nombre de Wendy, Nuria o Charlie. Pero sabía que sería inútil porque a esas horas ellos ya estarían en sus habitaciones, a muchos metros de distancia del estacionamiento, del lobby y por lo tanto, de él.

°°°°°

Esa noche no pudo descansar del todo. En realidad, no descansó absolutamente nada porque tampoco pudo dormir ya que los recuerdos vividos con Ellington lo mantenían despierto. ¿A quién quería engañar tratando de convencerse de que en dos semanas, como había hablado con Wendy, no pudo haber desarrollado sentimientos por él? En realidad no se había enamorado en dos semanas, sino en un mes. Si es que Wendy tenía razón y nadie podía enamorarse realmente en dos, tres o más semanas, entonces tal vez él era la excepción.

El Hotel AlecDonde viven las historias. Descúbrelo ahora