Capítulo 20

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El resto del primer mes transcurrió sin que Tobias tocara el tema de Ellington y su hijo, ni siquiera con sus amigos. Cuando se les ocurría hacer preguntas o mencionar algo al respecto, él simplemente pedía cambiar de tema por no sentirse listo para comenzar con ese. Mucho menos le contó lo sucedido a su madre, quien no había dejado de llamarlo a diario como normalmente hacía. ¡Su madre no debía enterarse de que era el puto del presidente de Irlanda y que, encima, lo era a pesar de que él tenía un hijo y de que se estaba enamorando verdaderamente de él!

Se podría decir que las cosas con su jefe habían comenzado a ser más normales, tomando en cuenta la relación que llevaban antes de que Tobias se enterara de la existencia de su hijo. William se había estado comportando menos bestial y más humano con su empleado estrella, el cual decidió, inconscientemente, poner una barrera para bloquearle la salida a sus pobres sentimientos. Y a pesar de que el más joven agradecía un poco más de afecto y menos malos tratos injustos, sí que habían convertido sus jornadas laborales en unas más normales, si de una relación de trabajo se trataba... O al menos es el trato al que habían intentado llegar.

Luego de aquella vez, William había comenzado a ser menos duro con su contratado, había disminuido sus órdenes, reclamos y en especial sus gritos. ¿Por qué? Nadie sabía, pero incluso los encuentros sexuales fueron casi nulos durante el resto del primer mes y esto sí que preocupó a Tobias, ya que comenzaba a sentirse menos deseado y por ende, más inseguro. Porque eso lo hacía pensar que tal vez Ellington comenzaba a formalizar algo con Sara o con otra persona que no fuera él; cosa que realmente lo afectaba. Pero entonces los besos, suaves, dulces e incluso un poco salvajes sin afán de dar comienzo a algo sexual, aparecían y sus inseguridades se controlaban...

Pero, a pesar de que su jefe había cambiado de forma positiva su actitud y manera de actuar, su mente se alteraba y confundía aún más.

Tampoco se atrevió a hacer más preguntas sobre lo suyo con Sara. Se limitaba a pensar en otra cosa cada vez que el recuerdo aparecía. Aunque debía admitir que lo enfermaba el hecho de tener que "compartir" al hombre. Pero le enfermaba aún más que esa maldita y desgraciada mujer se atreviera a exigirle cosas como si fuera su pareja real, dejando de lado que todo se trataba de una vil y muy bien planeada estrategia para hacer quedar bien a un presidente homosexual con su pueblo y con los medios, que además de juzgarlo como si no fuera humano, lo creían heterosexual.

En verdad comenzaba a odiar a esa desconocida...

Pero entonces pensaba en el pequeño Ezra y... bueno, él solamente era un pequeño niño que nunca pidió ser involucrado en ese estúpido embrollo, después de todo. Debía admitir que en muchas ocasiones, durante esa semana, llegó a sentir desagrado hacia él porque si él no hubiera nacido, Ellington sería libre y Sara no estaría detrás de él jodiéndole la existencia y colmando la paciencia del joven, inseguro y celoso Tobias Winston.

—Puedes tomarte unas horas libres —le dijo su jefe justo después de haber cruzado la puerta principal del hotel, luego de haber vuelto de una de las reuniones importantes y monótonas presidenciales.

Tobias, con su uniforme puesto y el maletín del presidente en mano, se giró hacia él, con el ceño fruncido y la confusión quemándole en el rostro. Había escuchado, en el camino, a William pedirle a Nicholas que preparara todo para lo que seguía por hacer luego de llegar al hotel.

—Pensé que teníamos otra reunión. Una misión o algo así...

—¿Teníamos? —preguntó con una ceja levantada y un amago de amargura en su tono de voz—. Me huele a manada, Winston —se lamió el labio superior y luego analizó el resto de la frase—. ¿Misión? No somos agentes secretos ni nada por el estilo.

El Hotel AlecDonde viven las historias. Descúbrelo ahora