Capítulo 10

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—¿Necesita algo antes de que me retire, Señor? —preguntó, levantándose de su asiento luego de que Ellington lo había hecho.

El castaño lo inspeccionó con la mirada. Prácticamente pareció ofenderse.

—¿Quién te dijo que tenías permiso de retirarte?

Tobias no respondió. Nadie le había dado permiso de retirarse.

—Y te dije que puedes dejar de llamarme "Señor" —soltó un suspiro más bien de cansancio y tomó el libro que había estado leyendo antes de que llegara su empleado.

—Perdón. —Calladamente reunió los platos y trastes sucios, poniéndolos en el carrito en el que transportaban las cosas a las habitaciones en el hotel. Los acomodó perfectamente, evitando mirar a su jefe—. Entonces, si desea que me quede, iré a llevar esto y volveré.

—No —dijo con firmeza—. No es necesario. Hazlo mañana. Te dije que te quería en mi cama esta noche, ¿recuerdas?

—Sí, Señ... William.

Se sintió extremadamente raro al llamarlo por su nombre. Sin embargo, notó la sonrisa naciente en los labios de Ellington tras escuchar su nombre y es por eso que él también luchó por evitar sonreír.

—Entonces me quedaré. —Entrelazó los dedos de sus manos a la altura de su vientre y miró con incomodidad al contrario, frotando sus labios entre sí—. ¿Desea que lo ayude en algo? ¿Papeleo? ¿Libros?... ¿Cosas presidenciales?

—No. Estoy harto de todo eso el día de hoy —comenzó a desanudarse la corbata—. Vamos a la cama.

—Bien, vamos a dormir.

Ellington detuvo sus manos en seco, lo miró a los ojos, con una sonrisa casi burlona y se mordió el labio inferior.

—Sí, Tobias... A dormir.

Winstons se quedó inmovil abruptamente cuando un pensamiento para nada puro se le cruzó por la cabeza. Se sacudió migajas inexistentes de la ropa para distraer la atención del otro.

—Emm... Iré por mi pijama a mi habitación. No la traje y...

El ojiazul meneó la cabeza, con el entrecejo fruncido y sacudiendo las manos de un lado a otro.

—Puedes ponerte algo de lo que hay aquí. No es necesario que vayas por nada. —Se tocó la frente con dos dedos, comenzaba a hartarse—. ¿O por alguna otra razón quieres salir de aquí? Dímelo, no eres mi prisionero ni nada parecido. Puedes largarte si deseas.

Negó de inmediato.

—N-no. Yo estoy bien... Es solo que no traje mi pijama y...

—Está bien, está bien —inhaló y exhaló con fuerza, tocándose el puente de la nariz—. Lo siento, estoy tratando de comportarme más... cordial contigo y... Lo siento.

¿Había escuchado bien? ¿Dijo que estaba tratando de ser más cordial con él? Luchó por evitar emocionarse. No quería decepcionarse más tarde porque de cualquier forma, pudo ser simplemente un comentario cualquiera.

—No hay cuidado, Señ... William.

El presidente se pasó la lengua por los labios y miró hacia la nada unos segundos. Quién sabe en qué diablos estaría pensando, pero cada vez que entraba en sus limitados trances, Tobias temía por su siguiente movimiento... Sí así de traumatizado estaba.

Finalmente lo vio sacudir la cabeza, anunciando el final de su trance.

—Vamos.

Se dió la vuelta y caminó a la habitación. El ojiverde tardó dos segundos en seguirlo, con el corazón desbocado sin razón. Al entrar en ella, Ellington se quitó el saco, dejó la corbata sobre el tocador, sacó el cinturón de sus pantalones y se sacó la camisa. Tobias no hizo nada porque no sabía bien qué sería correcto hacer y qué no.

El Hotel AlecDonde viven las historias. Descúbrelo ahora