Dicho y hecho: Ellington no permitió que Tobias bajara del vehículo junto con él, ni que hiciera preguntas sobre qué o quién se encontraba en el edificio. Tampoco respondió cuando le preguntó si ir al edificio era algo personal, laboral o profesional.
De hecho lo dejó esperando un par de metros más atrás de donde lo había dejado esperando la última vez. No tardó mucho en volver con él, tal vez media hora. Sin embargo, todo ese tiempo Tobias estuvo mirando por la ventana del auto, esperando ansiosamente ver a algún hombre de cabello castaño y ojos azules cruzando la puerta principal de la construcción, de regreso a él.
En realidad Ellington se comportó cordialmente, incluso de manera más amable que con cualquier otra persona que laborara para él, aunque evidentemente no faltaron las quejas, ni las miradas amenazantes, ni los gruñidos por cualquier razón diminuta. Y aun así, para el ojiverde, fue un paseo genial. Y la razón no era el viaje en un vehículo moderno, ni la vista a través de la ventana, ni el clima, ni ser el copiloto del presidente de Irlanda.
La razón era William Ellington. Solamente él. No su puesto, ni su dinero, ni su elegancia, ni su auto. Simplemente William Ellington.
Y es que era cierto: comenzaba a sentir atracción. En ocasiones no lo quería admitir y otras veces deseaba gritarlo a los cuatro vientos porque era un sentimiento agradable, sin importar las consecuencias que pudieran venir junto con eso. Aunque tampoco se sentía listo para decírselo a él porque sabía perfectamente que terminaría pidiéndole que se olvidara de una tontería como esa, burlándose de su ingenuidad y sintiéndose orgulloso de lograr lo que quería lograr desde el principio: Hacerlo suyo y apoderarse de él al punto de tenerlo en la palma de su mano... Ser su dueño.
Ellington había cambiado un poco su carácter a uno que adoptaba cuando estaba con Tobias. Era un poco más considerado... a veces. Pero esto no significaba que eventualmente comenzara a sentir lo mismo que él. Al contrario, se seguía comportando como alguien carente de sentimientos. Incluso llegó a pensar que Ellington había nacido con algún trastorno mental o algún otro problema psiquiátrico que le impidiera conocer la compasión y la empatía. Pero luego de haber hecho su propio análisis, también consideró la idea de que tal vez simplemente había crecido sin amor ni valores.
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Cuando llegaron al hotel, Ellington metió el vehículo en su cajón de estacionamiento. Apagó el motor, se quitó el cinturón de seguridad y estaba dispuesto a bajar, cuando Tobias puso una mano sobre su brazo, distrayéndolo de sus intenciones.
—William...
Se limitó a mirarlo, en espera de sus palabras.
Le pareció que el ojiverde estaba pensando dos veces lo que en realidad quería decir. Lo notó por la manera en la que entreabrió su boca y se atragantó con sus propias palabras y saliva. Lo escuchó toser para luego aclararse la garganta y decir con voz temblorosa:
—Necesitas guardaespaldas nuevos.
William parpadeó dos veces. Sabía perfectamente que eso no era lo que quería decir. Pero tampoco quiso saber qué era realmente.
—El presidente de Irlanda no puede ir por ahí sin sus guardaespaldas... Alguien podría hacerte daño.
—Horak está en eso —se encogió de hombros—. Ya mandó a pedir que trajeran otra parte de mi equipo —notó la desconcentración en su empleado, así que continuó hablando—. Tengo muchos más guardaespaldas, solo que no me hacían falta para este viaje porque se supone que pocas personas saben exactamente dónde estoy... De cualquier manera, pienso contratar más.
Tobias asintió, con los labios alineados.
—No te has estado escondiendo a la hora de salir a la calle. Sé que en el hotel no importa mucho quién te vea, pero afuera... ¿No crees que es arriesgado que salgas sin protección?
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El Hotel Alec
RandomYA EN FÍSICO (Sí, solía ser una fic Larry) "¿Estás negándote a obedecer cuando con un chasquido de mis dedos puedo destruirte?" Cuando Tobias Winston fue despedido de su trabajo tuvo que abandonar el departamento que alquilaba con su mejor amigo. De...