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-¿Cómo es el reino donde vives?

Con aquella pregunta, Minho supo sacarme del trance en que estaba.

De alguna forma, ambos después de comer un pie de manzana habiamos quedado recostados en la manta sobre la hierba con vista al cielo, preciosas nubes sirviendo para cubrir el radiante sol.

Pensé un poco en su pregunta.

¿Qué debería decirle?

-Es lo suficientemente grande para ser turístico y lo suficientemente pequeño para que conozcas a todo el mundo.- Resumí, pues no era del todo mentira. Si bien era una verdad distorsionada, la ciudad era una de las más visitadas y turísticas del país, las calles coloridas por la flora pero con un ambiente cargado de historia por la fachada de algunas casas. Las plazas llenas de gente, comida, artistas...de alguna u otra forma la gente se iba a sentir atraída.

Y el acuario junto al puerto, o los atardeceres que acostumbraba a ver desde la muralla.

Y las fiestas junto a la playa, maldita sea...

-¿Lo extrañas?- Preguntó, apoyando su cabeza en el hueso de mi cadera y casi inconscientemente llevé mi mano a sus cabellos, acariciándolo.

-Si.

Lo escuché suspirar y al segundo, podía sentir su pesada mirada encima de mi, por supuesto lo ignoré.

Por más segura y divertida que esté a su lado, el cargo de conciencia me golpeaba cada vez más. Le había mentido descaradamente no solo a él, a Felix que al parecer era un príncipe y a toda una familia de la gran sociedad que no resultaban ser más que unos humildes ciudadanos.

A veces solo pensaba que tal vez, es tiempo de que me vaya. Minho literalmente se estaba haciendo cargo de mi en todas las formas posibles. A pesar de no haber estado presente durante la mayoría del tiempo, no me había descuidado en ningún momento.

No me faltaba un techo en el que estar, ni comida, tampoco compañía.

Y eso solo alimentaba mi culpa.

Y muy en el fondo, también mi desesperación.

Estaba acostumbrándome a esto, como si no hubiera alguna forma de regresar con papá o con mis amigos.

Como si todo esto fuera lo mejor que podría esperar en mi situación.

Y me desesperaba.

-¿Qué es lo que más extrañas?- Volvió a preguntar y me atreví a devolverle la mirada.

-A mi familia.- No dude en responder. Nunca había pasado tanto tiempo sin tener a papá diciéndome qué hacer y qué no hacer, o cuando me hacía la dormida para que no me castigara por estar tan tarde en el teléfono y lo escuchaba llegar, tarde y cansado, pero nunca fallaba en ir a revisar en mi habitación si todo estaba en orden y dejar un beso en mi coronilla.- A papá.

Para este punto, sentía mis ojos picar, pero no quería llorar.

Llorar solo lo volvería más real.

Dejé de sentir el peso en la cadera y me levanté sobre mis codos para ver a Minho gatear un poco hacia arriba, inseguro.

Se quedó junto a mi lado, hombro con hombro y con un pequeño detalle, como la punta de sus dedos acariciando mi barbilla, me Brindó consuelo.

-Prometo cumplir mi palabra de ayudarte.- Su voz sonó forzada, con pena.- No desistiré hasta que lo haga.

Y la culpa volvió a golpearme, recordando que también estaba sobre mí.

Minho estaba poniendo tanto esfuerzo en algo que nunca sería. Él de verdad estaba decidido a encontrar a mi familia, encontrar mi hogar y en donde pertenezco. Aún si nada de esto estaba aquí.

Y aún así, con los labios temblando la voluntad me sirvió para disfrazar una sonrisa, asintiendo.

-Claro que lo harás, eres el gran Lee Minho.- Adulé, apoyando la mejilla en su pecho evitando que me viera.

Evitando que de alguna forma descubriera el fraude.

Tal vez si me iba todo sería para mejor.

-Minho.- Lo llamé.

-¿Sucede algo?- Levanté el rostro, teniendo su completa atención y negué sonriéndole.

-No es nada ¿Cuándo podremos ir a playa?

Si no estaba mal, la cueva donde había aparecido estaba cerca de la playa, podría llevar el anillo de nuevo a ver si brillaba y regresar a casa. No tendría que molestar a Minho, ni a los Wedking, ni a nadie.

-¿Quieres ir a la playa?- Pestañeó, haciéndolo lucir tierno fuera de la fachada sería que lo obligaba a tener su cargo. Asentí nuevamente y él regresó la vista al cielo con un suspiro.- Me temo que no será por ahora, tengo un viaje de negocios.- Expresó y no pude evitar sentir curiosidad.

-¿Un viaje de negocios?- Fue tonto preguntar, pero asintió dándome la razón.- ¿Qué tipo de negocios?

Minho río a secas, volviendo a verme con los ojos entrecerrados, inspeccionándome.

¿Acaso me había pasado de metiche?

-Creo que a este punto sabes que tengo buenos dotes.

-Así es.

-Tengo algunas tierras en un un reino no muy lejano.- Aquel dato, me sorprendió ligeramente y sin pena, me sacó una sonrisa al imaginar a Minho como un protagonista de alguna novela como pasión de gavilanes. No dudo en que el sombrero le quede genial.- Planeo ponerlas a producir pero necesito confirmar si se encuentran en buen estado.

- Así puedes saber en qué tipo de negocio podrías producir y si la tierra es conveniente o no para invertir.- Comprendí y lo que parecía una genuina sonrisa apareció en su rostro.

-Me impresionas.- Señaló.-No hay dudas de que eres una mujer demasiado sabia y avanzada para este tiempo.- Sonreí ante la ironía.- Cada vez estoy más ansioso por conocer ese reino de donde vienes, parecen practicar una enseñanza muy diferente a la de aquí.

Ah, claro. Por supuesto, con siglos avanzados.

-No te pierdes de mucho.- Intenté quitarle importancia, abrazándome a él para distraerlo del tema.

Cosa que funcionó correctamente porque lo escuché carraspear y sentí su brazo envolverme de igual forma.

Ambos tirados boca arriba del pasto en medio del campo, abrazados y con la mirada fija en las nubes del hermoso cielo, con el delicioso viento meciendo los cabellos de Minho y el insistente sol golpeando mis ojos, conocedor al igual de la luna del fraude que estaba haciendo hacia personas inocentes de un siglo al que ni pertenecía.

Y con la culpa palpitando en el lugar donde debe ir el corazón.

sky ;; Lee MinhoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora