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Me había casado.

Oficialmente Minho y yo nos habíamos casado en la mañana.

Los Wedking fueron los únicos que asistieron a la boda, fue básicamente privada. Aunque en un principio me sentí incómoda, Minho me dijo que él para no preocuparlos, les dijo que me había encontrado con un familiar lejano y estaba solucionando algunas cosas de una herencia que ni yo sabía que tenía.

El momento más incómodo lo estaba viviendo ahora, en la comida especial que Margareth había preparado para nosotros.

Tenía a Seungmin a unos asientos cerca mío y me incomodaba demasiado siquiera voltear a verlo, una sensación de desconfianza no me dejaba tratarlo como antes. Llevaba el pomposo vestido blanco con los guantes aún, el velo me lo había sacado para mayor comodidad, sin embargo, un bonito anillo de plata descansaba en mi dedo.

Un anillo que compartía con Minho.

—Es sorprendente que se casaran.— Roseanne habló, rompiendo un poco la tensión que había.— Lo sentía tan lejano que verlo ahora con mis propios ojos...simplemente magnífico.— Halagó y yo intenté sonreír.

Minho sostenía una de mis manos por debajo de la mesa, se veía particularmente feliz hoy y me sentí un poco culpable. Era el día de su boda, sin embargo, mintió a la que es lo más cercano a una familia y se casó conmigo, alguien que no le ama con la misma intensidad que él y ni siquiera puede acompañarlo el resto de su vida, como se supone que prometí en los votos.

Me dolía en el pecho pensar que yo no iba a poder cumplir la promesa de estar con él hasta el fin de mis días.

Simplemente no podía, pero él sí y eso me causaba demasiado conflicto.

—¿Te tomarás días libres de tus ocupaciones?— Se me tensó todo el cuerpo al escuchar la voz de Seungmin. Claramente no me hablaba a mi, yo no trabajaba.

—Me ha caído como anillo al dedo.— Minho comentó jocosamente.— Debido a que nunca falté ni deshonré a mi líder, me concedió unos cuantos días por permisos maritales.— Minho entrelazó nuestras manos y sonreí.— Además, quiero organizar nuestra casa lo antes posible.

—Tampoco puedes dejar a Madeleine sin oficio.— El señor Wedking habló y me mordí la lengua.— Deja que ella se encargue de la mudanza, ya son adultos los dos, pueden tener responsabilidades a la par.

—Cariño, ¿Qué más responsabilidades que los hijos?— Margareth se quejó y Minho, quien acariciaba por encima del guante blanco que llevaba, se detuvo.—¡Tendrán unos hijos tan hermosos!

Minho carraspeó, estaba incómodo.

—No es momento de pensar.— Riendo para aligerar el ambiente hablé.— La cena está muy deliciosa y nosotros somos solo recién casados, tenemos toda una vida para ello ¿no es así, Minho?— Giré a verlo, liberando la incomodidad e intentando hacerlo sentir mejor mientras rebuscaba en mi cabeza alguna otra cosa para cambiar rápidamente de tema.

—Así es.— Minho me sonrió.

—¡No nos engañemos!— Margareth habló tan eufórica como si se hubiera ganado la lotería.— Ahora que ya están casados, he de ser honesta y ustedes también.— Nos señaló a ambos y pude distinguir un brillo inusual en su mirar. Peligroso.— Más de uno en la servidumbre notó su cercanía y creo que todos aquí estamos consciente de que son muy dependiente el uno al otro, demasiado cariñosos en cuanto a tocar se refiere.— Podía entender perfectamente a qué se refería y no podía estar más avergonzada de ser el centro de atención justo ahora. Observé a Minho, el bastardo mordía sus labios, algo que nunca hacía pero me di cuenta que intentaba no reír.

sky ;; Lee MinhoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora