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Margareth no mintió.

Nos habíamos obligado —a Minho y a mi, por supuesto— a levantarnos al amanecer y a su marido, a excusar a Minho en el trabajo por asuntos maritales, cosa que pensó no había problema siempre y cuando alguno de sus compañeros cubriera su turno de la mañana al medio día, algo que ella daba por hecho, debido a la influencia y estatus de su marido.

Justo ahora, íbamos en el carruaje de la familia con Jaehyun como siempre conduciéndola. Margareth sentada, abanicándose el rostro a mi lado, dándole de vez en cuando miradillas a Minho, quien estaba frente a nosotras, notoriamente incómodo.

—¿Te encuentras cansado, querido?— Pregunté para aligerar el ambiente. Margareth inmediatamente me volteó a ver.

Minho con una pequeña sonrisa respondió:— Un poco, la guardia estuvo algo pesada.— Asentí, comprendiéndolo. Cuando me fui a dormir, Minho ni siquiera había llegado a la casa todavía.

—Sin embargo, me parece parece prudente cumplir primero con tus responsabilidades.— Margareth me señaló con el abanico y por un momento me sentí avergonzada.— Tienes a una joven señorita esperando por ser desposada, no puedes mantenerla en ese estado toda su vida por tu trabajo.

—La he descuidado mucho ¿no es así?— Minho comentó incómodo, comenzando a juguetear con sus dedos.

—Demasiado, diría yo.— Sabía reconocer perfectamente cuando una mujer tira algo con claro veneno y oh, Margareth lo había hecho.

Ni corta ni perezosa, salí al rescate de Minho.

— No tengo ninguna queja con ello.— Me metí.— Comprendo la importancia del trabajo de Minho y lo apoyo.— Lo miré aguantar una sonrisa y me dió paso a seguir hablando:— Me gustaría ser una mujer que se enorgullezca de la dedicación y la pasión de su esposo en lo que desempeña. Pese a que solo estamos comprometidos, me enorgullece ser la prometida de tal hombre.— Y por fin, Minho dejó ver la sonrisa, intentando que el detalle escapara con la vista en la ventana.

—¡Cuánto amor!— Margareth comentó — ¿Ves, Minho? Cualquier hombre se atrevería a robarte una mujer así, deberían apurarse y casarse de una buena vez, antes de que llegue otro y-

—Es imposible que Madeleine me deje.— Habló confiado.

Vaya caballero, ya ni yo.

—Tu seguridad me resulta demasiado audaz.— Margareth chasqueó la lengua, volviendo a abanicarse.—¿Qué te hace creer que una mujer como ella no podrá dejarte?

—Porque yo la esperaría una vida entera.— Respondió, ocasionando que el calor comenzara a sentirse en mi cara y orejas.— Sé que le gusto tanto como ella a mí. Y, si en algún momento eso cambia, lucharé para que vuelva a prosperar.

Carraspeé, sin saber dónde esconderme o qué hacer, mientras Margareth asentía en aprobación, genuinamente impresionada por los valores que tenía un hombre que su mismo marido entrenó y vió crecer.

—Bien, pero tendrán que confesarse en parejas con el cura del pueblo, no acepto un no.— Ambos asentimos— Y pedir la bendición del rey para su relación ¡Oh y los anillos, Minho!

—Tenía planeado ir a solas con Madeleine para escoger unos que se amolden a los gustos de ambos.— Me inpresionó su manera rápida de reaccionar a las preguntas.

—Bueno, si gustan.— Margareth se encogió de hombros pero al minuto, golpeó el abanico cerrado en su palma y señaló a Minho.— ¡Y la casa, Minho! ¡Cómo se te va a olvidar la casa!

Qué casa.

—Precisamente en mi último viaje contacté a uno de mis amigos para ese asunto.— Informó.— Estaré esperando su respuesta, no obstante, no creo que tarde; él tiende a responder rápido.

sky ;; Lee MinhoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora