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—No sabe la dicha que me da verla.— El príncipe sonrió achicando sus ojitos.

Le devolví la sonrisa amistosa.

— Igualmente, me calma ver un rostro conocido.— confesé.— ¿Por qué nos escondemos? Por cierto.

El rubiecito paseó por lo que parecía ser una biblioteca, con su humor repentinamente caído, toqueteando las estanterías de libros que estuvieran a su alcance.

—Nadie debe conocer mi rostro.— Frunció los labios en un tierno puchero.— Y no puedo tener amigos que no sean dentro del castillo. Padre les haría cosas malas.— Lloriqueó y sentí pena por él.

—Por eso escapas.— deduje y él asintió.

—Es usted una dama inteligente.— Sonreí con autosuficiencia.— Es increíble, una mujer hermosa, inteligente, valiente y exótica en estos tiempos.

Continúa hablando, dale.

—¿Lo soy?— se me salió una risita.— Bueno, si usted lo dice.

—¡Oh!— Los ojos se le iluminaron de repente.— Ya que está aquí, podemos seguir con la charla de nuestro anterior encuentro.— Una sonrisa pícara se asomó por su rostro.

—¿Qué charla?— pregunté y el príncipe jugueteó con sus dedos sobre el grosor de un libro.

—Ya sabe...— Tomo entre sus manos el libro y abrió este de par en par a la altura de su nariz, dejando solo sus ojos a la vista.— Su historia de amor.

Asentí entendiendo con una sonrisa, algo emocionada porque alguien aparte de mi mejor amiga supiera como me siento.

—¿Qué deseas saber?

—Cómo se conocieron, cómo se acercaron y ya sabes...bueno, cómo llegaron a lo que son.— Chillé en felicidad y busqué con la mirada una silla lo más cerca posible. En cuanto la encontré caminé hacia ella y con algunas complicaciones por el vestido me senté y palmeé el asiento a un lado.

El rubio entendió y a los segundos se sentó.

—Lo conocí en la escuela...— Ni bien comencé el relato, el chico me frenó.

—¿Escuelas? ¿Mixtas?— Su sorpresa era real y por un momento olvidé el tiempo, de igual forma asentí segura.

—De donde vengo es algo normal. Las mujeres podemos estudiar y trabajar, tenemos casi los mismos derechos que los hombres y podemos decidir sobre nuestro futuro, si queremos casarnos o no, con quién hacerlo y qué hacer para ganarnos la vida.— Sonreí orgullosa.— También tenemos voz en los asuntos...del pueblo.— No era casi mentira, las mujeres habíamos conseguido el voto con mucho esfuerzo.

El chico al frente me miraba maravillado, como si fuese un extraterrestre.

—¡Ustedes son sorprendentes!— Exclamó bajito y con la viva sorpresa en su rostro.— La manera de vivir en su reino es tan fantástica.

Sonreí.— Lo es, pero no todo es perfecto. Aún existen los robos y las injusticias y muchas veces no se les castiga a los malos.— Suspiré.

—Pues, cada dama necesita un caballero que la proteja.— Fruncí los labios.

Me levanté de la silla y sacudí mi vestido bajo la atenta mirada del príncipe.

—Verá, ese es un pensamiento algo ambiguo, príncipe.— Hablé con todo respeto pues estaba consciente de su posición jerárquica y era muy diferente hablarle a alguien de la realeza que a alguien tan simple como un guardia.

Ambos me podían degollar pero una sería injusta y otra aceptable en este contexto, creo.

Ladeó la cabeza un poco confundido y me aclaré la garganta preparada para dar mi cátedra.

sky ;; Lee MinhoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora