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Aún no llegaba a mis veinte y ya estaba viviendo la vida de señora.

Al menos en el mil seiscientos.

Minho había enviado la carta oficial al rey para pedir su bendición en la unión y había hablado con los Wedking, comentándole de sus planes.

Seungmin en aquel entonces miró todo de forma desconfiada.

Sabía que él presentía que le había contado. Y estaba en lo correcto. Pero lo mejor ahora, sería alejarme de él.

vagos recuerdos de aquel día discutiendo en el prado llegaban a mi, entre más lo pensaba, más raro el comportamiento de Seungmin se me hacía.

Y ni hablar de lo alterado que estuvo cuando mencioné que Minho era guardia del jardín.

Quise golpearme, hablar de aquello también fue un impulso mío. No debí hacerlo.

Y había más cosas; la vez en el bar, las amenazas y las insistencias...

Mil y un cosas me gritaban que Seungmin no era de fiar y tal vez sea tonta, pero no estúpida. No me arriesgaría a pasar más tiempo cerca suyo, no tengo interés en comprobar qué tanto esconde.

—¿Te gusta la casa?— Minho preguntó, sacándome de mis pensamientos y teniendo su mirada y la de la actual dueña encima.

El señor Wedking había velado por Minho y le habían otorgado otra semana en su trabajo, muy permisivo, me atrevería a decir.

Pero no me molestaba, Minho estaba particularmente...detallista.

Sobretodo porque por fin me había sacado de la casa más de una vez en lo que llevaba. Había procurado vestir con sombreros extravagantes y velos con la excusa de no querer broncearme.

Eso y que había un demente en potencia que insistía en saber quién era antes de cometer un asesinato.

Pero para qué negarlo, el sombrero con flores púrpuras me quedaba de maravilla.

—Me gustaría ver el patio, si no es mucha molestia, madame.— Pedí amablemente.

Minho había mandado a despertarme temprano para ver las casas en venta y tres de cinco que hemos visto, eran demasiado enormes, más que la casa de los Wedking, me atrevería a decir. Las otras dos eran del mismo tamaño que su casa.

La señora nos guió al patio. Al ser una casa más centrada, era increíblemente grande y contaba con su propio patio trasero, incluso, se veía incluso más moderna que el resto—considerando el tiempo—, al menos en la fachada.

No estaba mal.

—Tiene el suficiente espacio para practicar jardinería, si es algo que le apasiona a la señora.— La mujer río, viéndome y supuse que se refería a mí. Me dijo señora.

Me acababa de decir señora.

—Es encantadora.— No tuve más que decir, por el simple hecho de no poder mandarla a comer mierda. Si lo pensaba, era una señora lo suficientemente vieja para ser mi tatara tatara abuela o algo así, supongo.— Me gusta.

—Está ubicada en una zona agradable y los vecinos son personas excelentes, de verdad no encontrarán una mejor oferta con estas condiciones.— De nuevo la mujer habló.— Fue construida por mi difunto marido, pero ahora que decidí casarme otra vez, quiero que la historia de otra familia se escriba en esas paredes.— Amablemente sonrió.— Me llenaría de dicha saber que una joven pareja vivirá en ella.

—¿Te gusta, querida?— Minho volvió a preguntar y por simple presión, asentí. Me daba pena decir que no con la señora al frente. La casa era muy grande para nosotros dos.— La compráremos.

sky ;; Lee MinhoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora