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—¿Qué?

No entendía un carajo, era tan extraño. Un sueño.

—Que estás en casa amiguita ¿es difícil para ti entender?— Bufó, sacando el que supuse era su teléfono e iluminando su cara con la pantalla.— Dos minutos más tarde. Vamos, dame el anillo para que puedas ir con tu amiga y adiós.

Instintivamente cubrí el anillo con mi mano. Él lo notó.

—¿Qué día es?— Pregunté desconfiada. Nada me aseguraba que era otro tiempo e iba a terminar varada en él si daba el anillo.

El muchacho suspiró y me mostró la pantalla de su teléfono.

Imposible. Era el mismo día con solo dos minutos antes de haber revisado mi celular.

Con mucha más desconfianza desarmé la bolsa con mis cosas y saqué mi celular, esperando que la batería no estuviera completamente muerta y esperando que la pantalla me mostrara algo con lo cual desconfiar del chico.

Y encendió, pero no mentía. Era la misma fecha y lo que supuse la misma hora.

—¿lo ves?— Señaló con obviedad.— Mira chica, de verdad necesito el anillo y te harías un favor deshaciéndote de esa cosa, no le demos más vuelta.— se acercó y por inercia retrocedí.

¿Y si me echaba a correr?

—Para justo ahí, sé lo que estás pensando.— Me advirtió.— Estoy siendo bueno porque fuiste buena conmigo, pero la paciencia no es una virtud que tenga.— Informó.— Dame el anillo.

¿Qué haría si no? ¿Quién era realmente este sujeto? ¿De verdad era el dueño del anillo?

Como una gran revelación, recordé sus palabras. Él vino hacia acá, no fue hacia allá. Él era perteneciente de siglos pasados, no del presente y el anillo lo encontré en el presente, mucho antes de conocerlo a él. Si era lo suficientemente inteligente, si de verdad iba encaminado por donde creo...

—No eres el verdadero dueño del anillo.— Concluí.— No me conocías hasta que te ayudé y parecías sorprendido por el anillo, solo eso.— Recordé.

Chasqueó la lengua, poniendo sus manos a la cadera.

—¡Dios santo, claro que lo soy!— Exclamó.

—Demuéstralo.— Le pedí.— Ni siquiera sé quién eres ni cuáles son tus intenciones, fácilmente podrías querer el anillo para mandar al dueño a la mierda o hacerle daño a alguien.

—¿Y eso a ti qué te importa?— Bufó.— Dame el anillo o me encargaré de hacer tu vida tan miserable en pesadillas.

Bueno, eso si me asustó y él pareció notarlo. Sonrió con burla y extendió su mano.

Sin más que poder hacer, saqué el anillo de mi dedo y empuñándolo se lo extendí; aún desconfiada.

—Eres un dolor de cabeza, pero aún así, te haré un favor.— Chasqueó los dedos y a los minutos sentí menos presión en mi cuerpo y el frío de la noche rozarme la piel. Bajé la mirada y el pomposo vestido que traía había sido reemplazado por la vestimenta que llevaba la última vez que mi mejor amiga me vió.— De locos ¿no?

Sin poder decir algo me arrancó el anillo de la mano y lo puso en su dedo, sonriendo.

—Buena chica, ahora vete.— Se despidió con la mano con la sonrisa intacta, se notaba que la situación le hacía gracia.— Si sigues derecho como unos quince minutos puedes encontrar la feria, si no estoy mal tu amiga te debe de estar buscando.

La situación se sentía tan irreal incluso cuando lo vi partir hacia el lado contrario y no me quedó de otra más que salir de ahí.

Encendí la conexión en mi teléfono y varios mensajes llegaron. La hora no estaba congelada y el tiempo transcurría. Las historias y los estados en las redes sociales de mis conocidos se mostraban con normalidad en aquella noche, como si nada de lo que había vivido hubiera pasado.

sky ;; Lee MinhoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora