Capítulo 5
—¡No! ¡Se! ¡Puede! ¡Pedir a los alumnos materiales peligrosos! —Gritó Martha, asegurándose de acentuar cada palabra en los oídos de la maestra Nora.
—Fueron ellos los que empezaron el fuego —dijo cruzando los brazos con gesto retador—. Si usted no me hubiera mandado a llamar para la junta, yo me habría quedado en el salón para que...
—Maestra —respiró la mujer—, independientemente de que la mandara a llamar o no, usted debió de prever que estos accidentes podrían ocurrir en el laboratorio. ¿Cómo se le ocurre pedirles cerillos a un montón de adolescentes?
Nora se relamió los labios y puso las manos en la espalda. Mientras Martha le daba el sermón, fijó la vista en las paredes de la oficina y trató de preguntarse cómo una mujer con tantos diplomas y certificados podía expresarse de una manera que sólo reflejaba su falta de control al hablar.
—¿Entendido? —Preguntó la directora con la palma sobre el escritorio—. Que sea la última vez que pasa un accidente así. Por lo pronto el 3A tiene prohibida la entrada al laboratorio por lo que queda del curso escolar. A ver si así aprenden a comportarse.
—¿Y qué hay de las planeaciones que hice? —Nora dio un paso al frente y sintió como le hervía la sangre—. El Programa de Ciencias les dice a los maestros que debemos llevar a nuestros niños al laboratorio para que experimenten.
—Eso es todo, maestra Taylor.
No, no era todo. Nora sentía que había muchas cosas por decir. Sin embargo, la directora apartó la vista de ella y se puso a revisar unos documentos. Era su forma de pedirle que abandonara la oficina cuanto antes o se enfrentaría a otro regaño, o tal vez a una sanción por indisciplina.
Nora maldijo para sus adentros y se fue, cerrando la puerta al salir. Abandonó el edificio de la dirección y, frustrada hasta la médula, se sentó en la banca junto a la plaza y trató de controlarse. No podía creer que le hubieran prohibido entrar al laboratorio con el 3A. Era cierto que, de los cuatro terceros, era el grupo con el peor comportamiento y los maestros no los toleraban, pero ¿era necesaria esa medida? Francamente, Nora sentía que le afectaba más a ella que a los estudiantes.
—¿Todo bien, maestra? —Preguntó Joshua y se sentó muy cerca de Nora— ¿Qué le dijo Martha?
—Ah, qué estoy castigada —contestó la mujer.
—¡Uff! Qué mal por usted —el hombre le puso una mano sobre el brazo. El contacto hizo que Nora tuviera deseos de apartarse, así que se puso de pie enseguida.
No iba a dejar que la tocaran y menos por un hombre desarreglado que también veía con ojos lascivos a las niñas de quince.
—No importa. Así son los directores.
—Voy a comer algo, ¿me quiere acompañar?
—No, gracias —fingió una sonrisa—. Tengo clases con el C. Nos vemos después, maestro.
Se dio la vuelta y empezó a caminar, sabiendo que el maestro de matemáticas no podía apartar su atención de ella. Y pudo comprobarlo cuando, al mirar por encima de su hombro, notó que el sujeto se le quedaba mirando como embobado por su culo.
Qué miedo me da ese tipo.
***
Audrey tensó los músculos de la espalda. Una persona le tocó la zona lumbar y se inclinó sobre ella para hablarle cerca de los oídos.
—¿Se pondrá bien?
—Tu perra sólo tiene gases —dijo Audrey. Rodeó la mesa de examinación para alejarse de la mano curiosa de Morgan. Se quitó el estetoscopio y miró a la mujer que tenía delante de ella—. Estará bien.
ESTÁS LEYENDO
[Terminada] Lo que Amo de Ti [Historia Lésbica]
Lãng mạnNora es una dedicada maestra de ciencias que siempre trata de verle el lado positivo a las cosas, a pesar de las muchas dificultades que hay en su vida y su trabajo. Cierto día, se encuentra a una perrita de la calle y decide llevarla al consultori...