Parte 8

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Capítulo 8

Había alboroto en el salón. Nora ya les había dicho a sus alumnos que guardaran silencio o no les dejaría salir al descanso. Por desgracia, ella misma sabía que no tenía el valor para hacer tal barbaridad. Salir era el derecho de sus estudiantes y muchos de ellos venían a la escuela sin comer. Necesitaban tiempo para merendar y tomarse un descanso para rendir mejor en el colegio.

Al menos eso decían los cinco o seis cursos obligatorios sobre educación que le habían hecho tomar para mejorar sus prácticas en el aula.

Sacó la calculadora científica, hizo algunas cuentas y anotó los resultados en un cuaderno. Al ver los números, resopló y torció el gesto con desdén. Si quería llegar sana y salva a fin de mes, económicamente hablando, iba a tener que cancelar algunas cosas innecesarias: HBO, Spotify y la decadente Netflix. Aquello no le gustaba porque era la única forma que tenía para entretenerse sin tener que pelear contra los molestos anuncios en su teléfono cada vez que quería escuchar o ver algo.

—Bueno —se forzó a sonreír—. Siempre existe la piratería.

De repente alzó la vista y oyó que una niña gritaba un insulto.

—¡Maestra! ¡Ay, maestra! ¡Diego me pegó chicle en el cabello!

Nora rodó los ojos e hizo lo que no le gustaba: aporrear el borrador sobre el escritorio. El sonido lastimaba los oídos de los chicos de la primera fila y calmaba al resto.

—¡Ya! ¡Diego, pídele disculpas a tu compañera!

—¡Ya, perdón! —dijo el muchacho en medio de un par de risitas de burla.

—¡No lo dice en serio! —Replicó Anna mientras Karla y Leslie trataban de sacarle el chicle del pelo.

—Diego, ven conmigo. Vamos a la dirección para que le expliques a la directora por qué sigues metiéndote con tus compañeros.

Aun riendo de burla, el muchacho se levantó y salió primero del salón. Nora lo siguió con los nervios crispados por el comportamiento de Diego. Era un niño de catorce años que acababa de cambiarse a la escuela y desde el primer día no había hecho más que molestar a los demás. Todos los maestros se quejaban de él y lo castigaban. Eso no parecía importarle.

Nora entró a la dirección. Le dijo al chico que esperara en una silla, llamó a la oficina de la directora y entró.

—¿Directora?

—¿Qué pasó? —preguntó sin apartar la vista de su Whatsapp.

—Traigo a Diego, del 3A. Le pegó chicle en el cabello a una niña y...

—¿Y? —Martha alzó la vista hacia la maestra—. Para eso está usted en el salón. Castíguelo.

—Es que no creo que...

—Maestra Taylor, usted es una docente preparada y profesional ¿cierto? —Había sarcasmo en la voz de Martha—. Estoy segura de que puede encontrar alguna estrategia para que Diego deje de ser un dolor de muelas. No puede venir conmigo cada vez que el niño haga algo malo. Hágase cargo.

—Es que... —Nora no quería echarse para atrás—. Ya le llamé la atención y ya traté de razonar con él.

—Es una manzana podrida, Nora. No te aflijas por él. Sácalo del salón.

—No podemos hacer eso. Como maestros...

—Pues ve qué haces. No quiero llamar a sus papás. Ya sabes cómo es la mamá de Diego. La última vez vino aquí a gritarme y amenazó con denunciarnos por maltratar psicológicamente al niño.

[Terminada] Lo que Amo de Ti [Historia Lésbica]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora