Continuacion dominguera :D
Capítulo 58
Nora tenía los nervios a flor de piel. Se sentía como una chica de quince años a punto de confesarles a sus padres sus preferencias, sabiendo que iba a ser juzgada y tal vez exiliada a la calle. Había ensayado el discurso en su cabeza como unas mil veces y, todavía así, no se sentía segura sobre cómo abordar el tema.
Edgar era ajeno a la situación. Se había sentado bajo una palmera, en una silla de playa, y contemplaba el oleaje romper contra la orilla. No muy lejos de él, Stacy y el pequeño Henry jugaban en la arena, haciendo castillos y cavando canales de agua salada para formar un fuerte.
Nora carraspeó y se acomodó el sombrero de paja que la protegía del sol. Se puso los lentes negros y se aproximó a Edgar como una niña temerosa de su padre. Su corazón empezó a bombear con más fuerza y se le calentaron las mejillas. Sabía que este era el momento decisivo porque, si las cosas iban mal, perdería mucho y su vida volvería a estar partida en dos.
—¿Se está divirtiendo?
—Bastante —dijo Edgar con esa sonrisa de abuelo que lo caracterizaba. Cerró los ojos y aspiró una bocanada de aire fresco—. ¿Sabías que era un excelente surfista?
—¿En serio?
—Cuando tenía veinte años, claro.
Nora sonrió y se sentó sobre la arena tibia. Durante los siguientes cinco minutos no dijo nada. Ella y Edgar miraron hacia el inmenso océano que se fundía en el horizonte.
—Se siente como si estuviéramos en el fin del mundo —dijo Edgar con aire pensativo—. Qué bueno que viniste. Últimamente te llevas mejor con Stacy ¿verdad?
—Sí. Ella es una mujer... muy especial. La quiero mucho.
—Tienen cierto parecido —aceptó Edgar.
—Sobre eso... uhm...
—¿Qué pasa?
Nora se relamió los labios, tomó aire y pensó muy bien cuáles serían sus siguientes palabras.
—¿Recuerda que una vez me habló acerca de... de una mujer llamada Lourdes?
—Ah, sí —Edgar suspiró con la nostalgia que sólo pueden dar los años. Su mente viajó a su juventud—. ¿Por qué?
—Bueno... uhm... usted mencionó que tenía una hija con esa mujer, y que le encantaría conocerla.
—Sí —Edgar miró a Nora con curiosidad y cautela—. ¿Por qué?
—Porque hay algo que quiero mostrarle.
Las imágenes hablaban mejor que mil palabras, así que Nora se apresuró a sacar su teléfono del pequeño morral que llevaba. Buscó una fotografía donde ella y su madre estuvieran juntas, y esperó que Edgar la reconociera.
—¿Qué tienes ahí? —El anciano frunció las cejas.
—Esto.
Nora le enseñó la fotografía. Edgar al principio no distinguió qué estaba pasando. Enfocó la mirada todo lo que pudo y sujetó el teléfono. Movió sus enjutos dedos sobre la pantalla y le hizo zoom al rostro de la mujer. Entonces, un viento frío sopló en su nuca y su pulso se aceleró. Abrió los labios para decir algo, pero nada salió de su boca.
—Lourdes... ¿por qué...?
Y entonces empezó a comprender qué estaba pasando. Se percató de que la chica que estaba al lado de Lourdes era idéntica a la mujer que estaba sentada junto a él. La impresión disparó los latidos de su viejo corazón y su mano tembló con tal violencia que soltó el teléfono sobre su barriga.
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[Terminada] Lo que Amo de Ti [Historia Lésbica]
RomanceNora es una dedicada maestra de ciencias que siempre trata de verle el lado positivo a las cosas, a pesar de las muchas dificultades que hay en su vida y su trabajo. Cierto día, se encuentra a una perrita de la calle y decide llevarla al consultori...