Cap:33. ¿Te gusta lo qué ves?.

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Después que Daniel había bajado rápidamente por agua y medicamentos, sostuvo a Rouss en sus brazos ayudándola a que los tomara.

--No seas apresurada, toma el agua despacio, podrías ahogarte—le dijo suavemente acariciando su hombro mientras las manos temblorosas de Rouss sostenían el vaso de agua.

Unas gotas de agua se deslizaron por las comisura de los labios de Rouss, Daniel tomó un paño y la sacó suavemente. Luego le coloco un paño húmedo en la frente para bajarle la temperatura.

Al ver que su cuerpo había dejado de temblar y la fiebre había disminuido se sintió aliviado. ¡Esta mujercita!, ¡¿Porqué era tan descuidada?!. ¡Era como si le encantará verlo angustiado por ella!. ‘Más adelante te las cobraré todas Rosy’. Pensaba mientras volvía a palpar su frente para verificar la temperatura, al ver que había bajado, se levantó para acomodarse en el sofá y terminar de pasar la noche cuidándola.

Antes que logrará dar un paso, su muñeca fue sujetada por unos finos y delgados dedos blancos que temblaban sutilmente.

--N-no te vallas…no me dejes—pidió Rouss con voz temblorosa y débil.
En medio de su aturdimiento, podía reconocer el varonil olor de Daniel cada vez que su conciencia volvía, también podía sentir la calidez que emana del otro cuerpo o la frialdad que a veces necesitaba para enfriar su cuerpo caliente.

Cuando estuvo sola en el extranjero, muchas veces se había enfermado, y cada vez que lo hizo no había nadie a su lado para cuidarla, podía estar en cama un día completo sin comer nada o inclusive más debido a lo débil que se volvía su cuerpo.

Cuando sentía que se iba enfermar tomaba de todo para que no sucediera. Algunas veces funcionaba y otras no, haciendo que odiara a su cuerpo por ser tan débil y no poder ni siquiera servir una jarra de agua de la cocina. No podía negar que le daba miedo enfermarse y morir sola sin que nadie lo notará hasta después de unos días.

--Tranquila, no me iré, estaré en el sofá cuidándote— la persuadió Daniel con voz suave llenada de calidez y amor mientras acariciaba delicadamente su mejilla sonrojada.

Las pestañas de Rouss temblaron, sus ojos negros estaban teñidos de una fina capa de neblina viéndose desorientados.
–N-no te vallas, quédate a mi lado—volvió a pedir suavemente mientras ejercía más presión en la muñeca de Daniel, aunque él no sintió mucha diferencia ya que Rouss no tenía mucha fuerza.

Daniel agarró suavemente la mano de Rouss que lo sostenía y la apartó con la intención de apoyarla y darle un poco más de agua.          

Pero al ver esta acción, Rouss entró en pánico pensado que Daniel la dejaría sola, reuniendo sus fuerzas, se apoyó en un brazo y estiró el otro  sosteniéndolo por el borde de la camisa. –Q-quédate—susurró con lagrimas desbordándose de sus hermosos ojos, los cuales expresaban miedo y vulnerabilidad.

Daniel se sorprendió al verla, sosteniéndola en sus brazos apresuradamente. –Aquí estoy, no llores— hablo suavemente limpiándole las lágrimas con delicadeza de no lastimarla.

Daniel Sentía su corazón doler, era como si estuviera siendo aplastado por una gran roca gigantesca al ver llorar a su mujercita. –Me quedaré aquí contigo, se buena y no llores, ¿si?--. Trataba de persuadirla como a una niña pequeña.

Rouss lo miró con sus hermosos ojos negros brillantes sin parpadear, haciendo que el corazón de Daniel diera un vuelco cubriendo sus ojos.

--No me mires así—vocifero con voz ronca y sus mejillas sonrojas.

¡El gran y temido Daniel Bennett había sido avergonzado por su mujercita!.                                Si lo vieran actuando tímidamente seria el fin para su reputación intachable.

Con sus ojos siendo cubiertos, Rouss apoyó su cabeza en el pecho del hombre escuchando su corazón latir fuertemente, sin estar en sus cinco sentidos, frotó su cabeza como un gatito mimado en su pecho. Después de haber escuchado los latidos, su cuerpo se relajo volviéndose a quedar dormida.

Mientras que el gran temido Sr. Bennett estaba sonrojado al tiempo que miraba a la mujercita en sus brazos con ojos negros como la noche y profundos como en lago sin fondo.

Negando con la cabeza, llevó una mano a su rostro cubriéndoselo mientras susurró: --¿Qué haré contigo?, ¡me estas volviendo loco!—al terminar de hablar, una pequeña sonrisa se formó en sus delgados y finos labios. Su corazón seguía latiendo como si fuera un adolescente.

Tratando de hacer los menos movimientos posibles, se acostó con su mujercita en brazos, dejando un beso en su frente cerró los ojos preparándose para dormir alegremente.

Aunque no lo admitiera o lo aceptara, ya la mujercita en sus brazos estaba cayendo en sus innatos encantos y pronto la tendría loca por él.

Pensado así,  una enorme sonrisa se ensancho en las comisuras de sus labios que se elevaron en dirección al cielo.

Ajena a los pensamientos de Daniel, Rouss se encontraba cómodamente dormida en sus brazos, disfrutando de la calidez que su cuerpo estaba recibiendo.

–Tan cálido—susurró frotando la mejilla en el ancho pecho de su hombre que casi sufrió un infarto al recibir la sobredosis de ternura por parte de su mujercita.

--Te avisó Rosy, ¡no te dejare ir en toda una noche así me supliques piedad!—mascullo  Daniel entre dientes con los ojos dilatados y su voz ronca y magnética, tan sexy y seductora que haría que cualquier mujer cayera rendida a él.

Soportando la tortura, Daniel se quedó dormido después de haber calmado su mente.

….

La oscura habitación estaba en completo silencio, a excepción de dos suaves respiraciones que hacían un pequeño sonido interrumpiendo esta tranquilidad.

Un movimiento vino de la cama, donde dos figuras se encontraban dormidas en un cómodo abrazo.

La figura de Daniel empezó a dar pequeños movimientos, hasta que sus pestañas temblaron abriendo sus ojos negros que aún se encontraban con una fina capa de neblina y somnolientos.

Revoleteando sus pestañas, sus ojos se aclararon mirando el hermoso rastro de Rouss dormida apoyada sobre su pecho, sus piernas estaban entrelazadas y un amiguito estaba despierto deseando recibir atención.

Apretando los dientes, Daniel dejo cuidadosamente el cálido cuerpo de Rouss en la cama para ir a solucionar el problema.
Antes de irse dejó un beso en su frente y un rose en sus labios.

Eran las seis y media de la mañana, a esta hora la tía Maya ya se encontraba despierta, ya que él se despertaba a las seis y ella le subía un café a esta hora. Y, ¿si al salir se la encontraba, y se diera cuenta de su problema?, seria una situación muy vergonzosa.

Sin otra opción, se adentró al baño para darse una ducha, tomó una toalla limpia y procedió a tener un encuentro con él agua fría.

Al haber pasado unos minutos, el cuerpo de Rouss empezó a moverse al no sentir la fuente cálida con la contaba anteriormente.

Aleteando sus largas pestañas como las alas de una mariposa, sus ojos se abrieron enfocando el blanco techo y luego los puños que estaban sobre la mesa.

Su ceño se frunció en confusión, no recordaba haberlos usado, lo último que recordaba era meterse a la cama después de haber tomado una ducha, de ahí en adelante era algo confuso y borroso, no lograba recordar muy bien. ¿Se levantó dormida?. ¿Se había vuelto sonámbula?.

En medio de su meditación, un recuerdo y una voz quiso hacerse recordar, pero el sonido de la puerta del baño ser abierta la distrajo de su posible descubrimiento.

Los ojos de Rouss se abrieron grandemente al ver la figura de Daniel salir de el,  pero no fue solo eso lo que le impacto, sino el hecho que, ¡estaba completamente desnudo de su torso para arriba!, ¡por Dios!, ¡y solo tenía una pequeña toalla envuelta en su cintura!.

El cuerpo de Daniel estaba más que bien trabajado, tenía unos pectorales grandes y firmes, un abdomen plano y bien marcado como una  hermosa tableta de chocolate que te incitaba a pecar.

Las gotas de agua se deslizaban por su torso como si se estuvieran burlado de ella al ser privilegiadas al poder tocarlo antes de perderse en el borde de la toalla.

La garganta de Rouss de pronto se sintió seca, tragando inconscientemente para humedecerla y lamiendo sus labios en el proceso con su tímida lengua rosada.

Al ver esta acción, el cuerpo de Daniel se tenso, sintiéndose caliente y tirando a la borda  lo que le costó calmarse hace unos minutos.

--¿Te gusta lo qué ves?—inquirió con voz ronca, magnética y extremadamente sexy al tiempo que sus seductores ojos se oscurecían mirando a Rouss como un depredador que estaba a punto de devorar a su presa y comérsela completamente.

Rouss tembló al escuchar su voz, haciendo que sus sentidos se entumecieran y hablara sin pensar. --…si, me gusta mucho--.

INESPERADO AMOR DEL CEODonde viven las historias. Descúbrelo ahora