Capitulo:46. Sálvate.

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Al verla trastabillar, una sonrisa siniestra y satisfecha brillo en los ojos de cinco personas, mientras que un par de ojos miraban a Rouss con preocupación, esta situación lo hacia recordar lo que había pasado en ese evento.

Llevado por ese recuerdo y la sensación de arrepentimientos de no haberla ayudado esa vez, Bratt hizo amago de levantarse y ayudarla, pero Lizzy fue más rápida al ver su acción levantándose llegando a hasta Rouss.

--Hermana, ¿te encuentras bien?—inquirió con voz mezclada entre angustia, lastima, cuidado y preocupación sujetándola del brazo.

--Puedes quitarte, estoy bien—mascullo Rouss fríamente con ojos feroces al verla.

--Lizzy, lleva a tu hermana a su habitación para que descanse—ordenó Sally.

Lizzy empujó el cuerpo de Rouss para que caminara, lo cual logró sin problemas gracias a la debilidad de Rouss, porque si hubiera estado bien, jamás podría haberla movido.

Bratt las miró marcharse. ¿Estaba bien si no intervenía?, ellos eran su familia y estaba en su casa, ¿Qué podrían hacerle?, además, Lizzy la cuidaría.

Mientras trataba de convencerse, las espaldas de las mujeres ya no eran visibles, pero, ¿y si lo que dijo Rouss era cierto?, ¿si volvían a drogarla?.

--Joven maestro, ¿Qué le parece si acordamos una fecha para su boda con Lizzy?—tanteó Fanny con una sonrisa. Debía lograr que se casaran cuanto antes, estaba viendo actitudes en él que no le agradaba.

--Me parece una buena idea, ya es tiempo de hacer crecer la familia—expuso Sally con voz neutra.

Mientras la familia Wyner trataba de persuadir a Bratt para que se casara lo antes posible con Lizzy, Rouss fue dejada en su habitación por una malvada hada negra.

--¡Hump!, veremos como sales de esta m*ldita p*rra, no sabes cuanto estoy disfrutando de tu desgracia—expresó con una sonrisa ladina llena de odio y desprecio.

--¿Porqué no nos haces el favor y desapareces por una m*aldita vez?, p*rras como tu deben estar encadenadas a merced de sus amos, y tú querida hermana pronto lo estarás—gritó con repugnancia y ojos crueles antes de salir de la habitación cerrándola con seguro.



El cuerpo de Rouss estaba sobre la cama débilmente, sentía su garganta seca y sus parpados querían cerrarse a cada segundo. ¡Pero no podía permitirse quedarse dormida!, obligando a su cuerpo se levantó de la cama, con pasos inestables se dirigió a la puerta tratando de abrirla, pero esta estaba cerrada.

Mordiendo su labio para mantenerse consciente, observó su habitación, la cual estaba igual como la había dejado la última vez, mirando un vaso de agua, se acerco a el tomándoselo todo, sintiendo como la frescura se deslizaban por su garganta.

Pero lo que no esperaba era que después de haberse tomado todo el agua sin parecerle extraño que hubiera en su habitación, empezó a sentirse caliente.

Llevada por la ira al haber caído en su trampa, apretó fuertemente el vaso quebrándolo en su mano, los fragmentos de vidrios rasgaron su delicada piel empezando a brotar color carmesí.

Rouss sostuvo la jarra de cristal estrellándola contra el piso, con un fuerte ¡crag!, los fragmentos quedaron esparcidos por el piso.

‘Vamos Rouss, respira hondo y tranquilízate, ahí que huir de este lugar, le prometiste a tu esposo que nada pasaría y te cuidarías’. Ayudada por el dolor en su mano entró en razón, debía huir antes que perdiera completamente los sentidos.

--¿Qué fue ese ruido?—se escuchó la voz de Fanny desde el pasillo.

--Vino de la habitación de la primera señorita—informó respetuosamente Stella.

--Busca la llave, él Sr. Thomson no demora en subir—ordenó Fanny con un brillo oscuro y cruel en sus ojos.

La empleada asintió marchándose.

Rouss se mordió el labio fuertemente lastimándoselo para mantenerse consciente, no le quedaba mucho tiempo, debía irse enseguida.

Esta era su habitación, la conocía muy bien, estaba la ventana que daba al jardín a unos cuatro metros aproximadamente de altura, el baño tenía otra pequeña ventana, pero esa no era conveniente.

Era sabido que por la puerta no podía escapar, solo quedaba como opción la ventana, cuatro metros, ¿podía saltar?, no, en su estado no era una buena idea, su cuerpo no estaba en condiciones para caer en una buena postura.

Mirando la cama, tomó todas las sábanas uniéndolas entre sí, luego la amarro al pie de la cama y la lanzó por la ventana, pero aún no eran suficientes para llegar segura a tierra firme, pero no podía perder tiempo, debía arriesgarse.

Primero fue al baño abriendo la regadera para que le diera tiempo, en cada paso que daba arrastraba su pesado cuerpo mordiéndose la lengua para no dejarse nublar los sentidos.

Antes de salir, guardo la única foto que tenía de su madre en la cartera y se lanzo por la ventana bajando lentamente por la curda hecha de sábanas, en la cual quedaban manchas del color carmesí debido a la sangre que volvió a surgir nuevamente con mayor intensidad al lastimar su herida en su mano. Ese color escarlata estaba empezando a rodar por su blanquecina muñeca.

Como ya lo había intuido, la cuerda se había acabado antes de llegar a tierra, eran aproximadamente un metro y medio que le faltaba. No era tan alto al final, apretando los dientes, soltó las sábanas, al caer, su  tobillo se torció gruñendo de dolor, se apoyó con sus manos antes de poder caer completamente al piso.

Mirando su tobillo, este se había vuelto rojo he hinchado. ¡Ah!, ¡maldición!.

Apretando lo dientes para aguantar el dolor, se levantó dejando la mayoría de su peso en su pierna derecha, ¡por lo menos agradecía que no había sido esa pierna la lesionada!. Cojeando, abandonó la villa que gracias a Dios solo tenia un guardia, al cual evadió y logró salir sin ser descubierta.

Al haber avanzado unos metros, su frente estaba cubierta de sudor, su tobillo lastimado le proporcionaba dolor manteniéndola consiente por el momento.

Sacando el móvil de la cartera, le marco a su hombre que atendió enseguida la llamada, su voz gruesa y varonil se trasmitió atreves del aparato llenando a Rouss de ánimos a la vez que sus hermosos ojos se volvían vidriosos.

--¿Rosy?—exclamó él hombre preocupado al no escuchar la voz de su mujer.

--Daniel—musito con voz temblorosa sintiendo una lágrima rodar por su mejilla.

Daniel que había contestado la llamada en medio de la cena, se levantó alarmado saliendo del restaurante a grandes zancadas siendo seguido por Matheus que inmediatamente busco el coche.

--Rosy, ¿Qué pasa?. ¿Dónde estás?—le preguntó sintiendo su corazón latir angustiadamente.

--D-Daniel, lo siento, rompí la promesa que te hice—vociferó sintiendo un nudo en la garganta. Sentía su corazón oprimido y doler como si fuera mancillado por un martillo, ¡lo había defraudado!, ¡le había prometido que nada pasaría!, y aquí estaba, ¡drogada nuevamente!.

--¿De que estas hablando?.

--L-lo siento, fui drogada—confesó débilmente mordiéndose el labio.

Al escuchar su respuesta, Daniel cerró fuertemente su mano en un puño, un deseo de destrucción y acabar con esa familia carcomía todos sus huesos.

--Tranquilízate, dime, ¿dónde estás?—inquirió suavemente tratando de calmarla y a la vez controlar la furia que luchaba por explotar.

--Estoy aún en el vecindario, cerca del parque, no creo que pueda mantenerme consciente por mucho tiempo--.

--Esta bien, espérame, iré por ti—musito sintiendo su corazón doler al saber que su mujer estaba en peligro.

--Te estaré…-- Rouss no terminó de hablar al ser sorprendida al escuchar unas voces.

--¡Pero mira que suerte tenemos en esta noche!, no todos los días se nos aparece un lindo Ángel —gritó un hombre al ver a Rouss lascivamente.

--No te preocupes Ángel, te cuidaremos bien y de paso te haremos volver a tocar el cielo con las manos—vociferó otro hombre delgado con una sonrisa ladina.

--¡¿Crees que haces?!, aléjate—había sido lo último que Daniel había escuchado antes de ser cortada la llamada.

--¡Maldición!- gritó Daniel frustrado lanzando el móvil al no obtener una respuesta de su mujer al haberla llamado.

--Matheus, ¡te quiero ahí ya mismo!--  ordenó con voz glacial.

--Señor, estamos a veinte minutos…--.

--¡Me importa una m*erda!, ¡si tienes que hacer que el coche vuele no me interesa!—exploto golpeando el puesto del copiloto fuertemente.

Matheus calló pisando el acelerador dispuesto a llegar lo antes posible, no por nada el conductor de su jefe.

Daniel recogió el móvil haciendo otra llamada –te quiero inmediatamente en la dirección que te voy a enviar, protégela con tu vida si es necesario—ordenó colgado la llamada  y enviando la dirección.

Después de haber guardado el móvil, miró una vez más el punto parpadeante en su reloj acariciándolo suavemente como si la acariciara a ella en persona.









INESPERADO AMOR DEL CEODonde viven las historias. Descúbrelo ahora