Capitulo.42. Bienvenida a casa.

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Después que Rouss había logrado aplacar con éxito al celoso de su esposo, este la dejó en la compañía, para luego marcharse a su oficina.

Rouss caminó por los pasillos de la oficinas con pasos firmes y seguros mientras miraba y asentía a los empleados en saludo.

La atmósfera que se respira y sentía era tranquila y suave, nada comparada a la de hace un tiempo atrás cuando llego por primera vez, la cual era lúgubre.

--Rouss, ¿Cómo sigues de salud?—inquirió Emma preocupada al verla.

--Estoy bien, no te preocupes— musito con voz suave.

--Estaba muy preocupada, sino te hubiera dejado sola, talvez no te hubiera pasado nada—dijo abatida.

--No tienes la culpa, así que deja de lamentarte— expresó seriamente.

Emma asintió recuperando el ánimo –Rosy,  como puedes ver la compañía esta marchando bien, desde que firmante el contrato con Shining international todo ha mejorado, todos los empleados se encuentran muy animados, si todo sigue marchando a este ritmo, muy pronto tendremos que contratar a más personal—informó animadamente.

--Lo has hecho muy bien Emma— elogió Rouss con una pequeña sonrisa.

--Rouss, me alegra ver que estas bien,  es un alivio que vuelvas a la compañía—vociferó Celinda alegremente al verla.

--Es bueno volver--.

Rouss se despidió de las jóvenes marchándose a la oficina, aunque Emma se había encargado de todo, habían algunos documentos que necesitaba revisar y algunos que firmar.

Rouss estaba tan concentrada que se había olvidado del tiempo,  despegando la vista de los papeles al escuchar el móvil contestando la llamada con los ojos cerrados para descansar un momento.

--¿Te atreves a seguir trabajando?— amenazó una voz profunda y varonil para nada contenta, haciendo que Rouss abriera los ojos y se diera cuenta de la hora, ya eran más de las seis, y había prometido que estaría de vuelta para la cena.

--Lo siento, voy saliendo—respondió Rouss levantándose y guardando sus cosas.

--Piensa en una manera para retribuir tu error—le dijo Daniel mirando por la ventanilla del coche y viéndola salir.

Rouss lo miró sorprendida, no sabía que él la estaría esperando.

--Sino te llamó, es probable que hubieras dormido en la oficina—musito Daniel con voz algo fría y molesta.

--Ya estaba por salir, ¿Porqué no me avisaste que vendrías?—interrogó mirándolo seriamente.

Daniel guardo silencio, no podía decirle que no quería dejarla irse sola debido a sus celos porque habían muchos buitres que  la codiciaban, así que con un rostro frío y sin emoción dijo: --Matheus se desvío sin decirme nada, ¿quieres que lo castigue?. Puedo reducirle el sueldo o un mes de trabajo—dijo seriamente, no había ni una sola onda de perturbación en su rostro.

Matheus “….”.

‘Jefe, no me deje sin sueldo, ¿Porqué tengo que pagar por sus arrebatos?’ se quejaba refunfuñando en su interior.

Rouss miró el rostro de Matheus que había palidecido, quizás no lo había hecho con mala intención.

--No hagas nada—respondió segura.

Daniel asintió mirándola fijamente – entonces,  ¿Cómo piensas compensar tu error?—preguntó con voz baja y seductora.

‘¿Porqué era tan infantil?’ se preguntó Rouss, pero en cierta parte le gustaba,  ahora era su esposa, algo que nunca imaginó que pasaría, y aunque dudo creyendo que  podía retractarse, se sintió aliviada cuando firmó el certificado de matrimonio.

Ahora él era su hombre, y ella su mujer, así que, tomando la iniciativa, le dio un rápido beso en la mejilla.

--Te falto uno aquí—le dijo Daniel apuntando la comisura de su labio.

Rouss se sonrojó acercándose a él y dejando un beso donde tenía su dedo, pero antes de alejarse, Daniel la sostuvo por la nuca uniendo sus labios con los de ella y solo soltándola cuando le faltaba el oxígeno.

--Dime, ¿Quién es tu hombre?—preguntó en un susurró con voz ronca, sexy y magnética golpeando la oreja de Rouss con su aliento cálido.

Todo el cuello de Rouss se torno de color escarlata al igual que su rastro –t-tu eres mi hombre—susurró suavemente.

--Si sabes que soy tu hombre, como tu mi mujer, mantente alejada de todos los hombres, no permitas que te toquen al azar—exigió seriamente mirándola a los ojos.

Después de haber hecho tal declaración, la volvió a besar sin querer soltarla, los labios de su esposa eran como una droga de la cual estaba dispuesto a volverse adictivo y jamás recuperarse.

Entre sus muestras de cariño, habían llegado a la villa, donde todas las luces estaban encendidas iluminando una parte de la solitaria colina.

Daniel se bajó para posteriormente ayudar a bajar a su esposa, la cual alzó en sus fornidos brazos.

--Bienvenida a casa—le dijo con una sonrisa, la cual iluminaba todo su rostro y sus ojos negros como la noche estaban desbordantes de amor por ella.

Rouss miró el atractivo rostro de su hombre, el cual resplandecía, no sabía si era por la luz de la luna, o por cualquier otra cosa,  solo sabía que estaba dispuesta a perderse en esos hermosos ojos que reflejaban que ella era su mundo.

Apoyando la cabeza en su amplió pecho,  escuchó los reconfortantes latidos de su corazón dejándose llevar por su hombre.

--Gracias por traerme a casa—vociferó con voz consentida. ‘Gracias  por darme un hogar lleno de calidez al cual volver’.

Además, al lado de Daniel sentía que podía mostrarse tal cual como era.

Las comisuras de los labios de Daniel se elevaron en una sonrisa, dejando un beso en su frente la apoyó más fuertemente sin querer soltarla.

La tía Maya y Matheus que los miraban a una distancia sonreían alegremente.

¡Por fin el joven maestro había encontrado a la mujer indicada con la que estaría para siempre!.

Limpiándose las lágrimas de los ojos, la tía Maya entró para servirles la cena.

Daniel bajo suavemente a Rouss después que habían entrado, aunque si fuera por él la seguiría alzando.

--Joven amo, ya la cena esta servida—informó respetuosamente con una sonrisa la tía Maya.

--Gracias tía Maya, iremos enseguida—respondió Daniel.

--Iré a lavarme las manos—dijo Rouss caminando al baño que había en el primer piso.

Después de salir del baño, se dirigió al comedor donde Daniel la estaba esperando, pero no había comida en la mesa. Desconcertada miró a Daniel preguntándole con la mirada.

Daniel se acercó a ella con una sonrisa,  le coloco un abrigo y la llevo al hermoso pabellón donde la cena estaba servida.

Todo era hermosos e impecable, las rosas seguían tan hermosas con sus pétalos abiertos.

En el centro estaba la mesa que tenía una ramo de flores y velas. Jamás se cansaría de este lugar.

Daniel la ayudo a sentarse para posteriormente tomar su lugar.

--Aquí aceptaste ser mi esposa, por lo tanto debemos tener nuestra primera cena romántica como esposos en este lugar—vociferó Daniel con voz cálida y suave.

--Este lugar es muy hermoso y ahora especial—respondió Rouss con una sonrisa.

Daniel también sonrió mientras se miraban fijamente como dos adolescentes enamorados, la primera en reaccionar fue Rouss bajando la mirada empezando a comer. Daniel también hizo lo mismo.

--Me gustaría que tengas un guardaespaldas—expresó Daniel. Y obviamente sería mujer.

Rouss negó con la cabeza –no lo creo necesario, no por el momento--.

--¿Porqué?—.

--No soy alguien importante--.

--Eres mi esposa, eso te convierte en la mujer más importante de la ciudad—.

--Lo se, pero nadie lo sabe--.

--¿No vas a cambiar de parecer?—inquirió sintiéndose impotente al verla confirmarlo, aunque era algo que se esperaba.0

Soltando un suspiro de resignación, se levantó llegando hasta Rouss, tomó su esbelta muñeca colocándole un sencillo brazalete con un dispositivo de rastreo.

El brazalete era sencillo, parecía algo sin valor, pero no era así, era valioso y el indicado para que fuera usado por su mujer.

--No te lo quites en ningún momento—ordenó seriamente mirando su reloj, donde había un punto parpadeando.

Rouss entendió enseguida tocando el brazalete, si esto lo hacía sentir seguro, nunca se lo quitaría.





INESPERADO AMOR DEL CEODonde viven las historias. Descúbrelo ahora