Prologo

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Los días siguientes a su despedida, fueron mucho peor de lo que pensaba y mis ganas de socializar con el mundo, se fueron con él y con el adiós de mi hermano con Luka.

Ellos ya no estaban a mi lado.

Me quede en un pequeño lugar, lleno de recuerdos en cada esquina, todo lugar que visitara tenía alguna pequeña anécdota, de nuestros besos, abrazos o nuestras milésimas peleas por la mañana en la que Alex tenía que intervenir, antes que los dos nos sacáramos los ojos.

Ahora estaba sola y tenía que acostumbrarme a esta nueva realidad.

— ¡¿Se puede saber porque sigues acostada en la cama?!

Y ahí estaba, la ruidosa que estuvo invadiendo mi espacio personal desde hace semanas, lo entiendo, ella no sabe que rayos hacer de su vida y se le ocurrió que lo mejor, era intervenir en mi vida como si yo quisiese soportarla, en estos momentos que lo único que quiero, es hundirme en mi propia miseria.

— ¡Tienes que ir a practicar con tu equipo, imbécil! — chillo, destapándome de la cama, clavando su mala mirada en mí. — ¡Estás dando un mal ejemplo!

— ¿Puedes dejar de gritarme?

No es pregunta, quiero que cierre su puta boca de una vez por todas. Mi paciencia está llegando a su punto de explote y si ella sigue de gritona, va terminar con un golpe en su cara y sé que eso, no le va gustar demasiado.

— ¡Ema, Lola, no quiere salir de la cama! — grito.

Ella esta hace semanas, tratando de sacarme de mi habitación y que mis amigas hayan salido de vacaciones hizo que pueda fingir que todo está bien, cuando lo único que hice en estos días fue llorar como una niña pequeña, abrazada a un suéter que Teo me dejo.

Por su grito, mis amigas llegaron y descubrieron en la situación deplorable en la que me encuentro.

— ¡¿Por eso no contestabas las putas llamadas?! — la voz alterada de Ema, me hizo sentarme en la cama y mirarlas a las tres con el ceño fruncido.

—Isabela, ve a bañarte y luego vas a ir a entrenar. — ordeno Lola.

— ¡No quiero y no pueden obligarme! — grite molesta.

Lola no era como Ema ni mucho menos como la pesada de Carla, ella era como mi hermano y si me tenía que sacar de la habitación a la arrastras lo iba hacer sin problema alguno.

Lo hizo.

Me tomo del brazo y ejerciendo fuerza, la cual mi amiga tiene mucha, me saco de mi cama, haciendo que me tropiece con algunas cosas que tenía arrojadas al suelo y de un solo segundo, me lanzo hacia la ducha del baño y sin pensarlo mucho, prendió las canillas mirándome con el ceño fruncido.

Mi hermano se fue hace unos meses, pero me dejo con su enamorada bien entrenada para tratarme cuando me estoy comportando como una imbécil.

No soy imbécil, soy una persona triste que le tuvo que decir adiós al amor de su vida y que no tiene contacto con él, hace más de dos putos meses y la verdad, que la incertidumbre de saber cómo la está pasando o si, le gusta el país en el que se encuentra, me lastima. No saber nada de Teo, es lo peor que puedo estar experimentando.

Lo necesito, todos los putos días y se, que el no va a volver, esta donde siempre quiso estar y debería comenzar a entenderlo, pero no puedo. Lo extraño.

—Entiendo que lo extrañes, pero Isabela, ahora te toca a ti dar lo mejor. — hablo Lola con su voz serena. — ¿Sabes lo perdido que está tu equipo sin su capitana?

—Yo no pedí serlo, se equivocaron. — respondí casi en susurro. — ¿Cómo alguien como yo, podría dirigir un equipo?

— ¡Imbécil que eres! — grito molesta. — Si te dejaron a cargo es porque nadie más que tú puede hacerlo. — ella se acercó a la puerta del baño sin quitar su mala mirada en mí. — Ahora te bañas y luego seguimos con la plática.

Te quiero, dos metros cercaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora