Teo
Cuatro días parece poco, pero no cuando tuviste que esperar cinco años para que sean solamente cuatro días.
Por eso mismo, cuatro días, es una eternidad.
Me acerque al balcón del departamento, dejándome caer mis codos en la baranda del mismo, disfrutando la brisa helada de invierno golpeando mi rostro. La tarde está cayendo demasiado rápido, en España la noche está presente, aquí las seis de la tarde y allí las diez de la noche.
Hace media hora corte la llamada con Isabela, después de que la obligase a escucharme unas dos horas seguidas, platicando y llorando, no literalmente, pero dejando ver esa antigua personalidad que hace tiempo no asechaba en mí.
Ella logra sacar de mí, ese adolescente que deje atrás hace tiempo, el drama, los celos juguetones para fastidiarla y el enfado, por sus molestias hacia mí, sé que disfruta hacerlo, tanto como lo hago yo.
En mi cabeza, la pequeña posibilidad de encontrarme nuevamente con la mocosa, era vernos de otra manera, ser unas personas adultas irreconocibles, pero no, ella dice una maldita palabra y logra fastidiarla por completo, sin embargo, enojarme con Isabela es de lo más difícil, sus bromas inocentes están acompañadas de esa risa tan angelical.
Y de angelical ese pequeño demonio no tiene nada.
Una risa se escapó de mis labios, haciendo que mi vista se pegue en las calles repleta de multitud. Los niños saliendo del colegio, alzando sus voces para que todo el mundo pueda oírlos, varias personas acabando sus turnos de trabajo y todos esos ruidos, que hacen que mi vista se nuble por varios segundos, haciéndome la idea, que tal vez, esas calles, esos bullicios y la sonrisas de todas esas personas sean las ultimas que vuelva a ver por un largo tiempo indefinido.
Como había tratado de hacerle entender en el pasado, podría abandonar tan fácil cualquier sueño pasajero, por una vida con ella. De que servía tenerlo todo, cuando lo que más anhelaba no estaba detrás de mí, observando con orgullo y una gran sonrisa.
En el momento que llegue aquí, ese mes caótico, donde me la pase buscándola por todos los clubes en los que podría solicitar para llegar a ese triste desenlace, en el cual Isabela no estaba. En ese mes, logre conectar aquí, conociéndole a Benjamín y a todos mis compañeros de equipo, creando un lazo fuerte e inquebrantable, la confianza no solamente en la cancha, en la vida misma, haciendo que me terminase mudando con Benjamín para no ahogarme en la miseria de la soledad.
Me enamore de este país, esta ciudad y todas sus calles, pero la cruda verdad, es que me sentía seguro, en un lugar que tenía su olor y su compañía, le necesite como a nadie estos años y estar aquí, por un lado, era tener a Isabela cada vez más cerca.
El ruido de una persona aclarándose la garganta detrás de mí, hizo que me diese la vuelta para encontrarme con la última persona que me hubiese gustado ver en mis últimos días parando aquí.
Delfina estaba con esa sonrisa nerviosa, que le salía, cuando sabía que la había jodido en grande.
Y eso fue lo que hizo, joderla.
Micaela siempre estuvo en lo cierto, las veces que me advirtió con que debía cuidarme de ella, le defendí en todas las ocasiones, pensando que todas las personas le hacían a un lado por su personalidad un tanto difícil, la cual me hacía recordar a ese Teo del pasado, escondiendo su tristeza de no sentirse suficiente en nada, en una personalidad creada, egocéntrica, haciéndole creer a todos que no tenían ningún poder contra mí y que sus palabras no podían hacerme ninguna clase de daño.
Lo hacían.
Todo lograba lastimarse, los comentarios de las personas cuando fallaba en un servicio, las exigencias del entrenador con que debía ser más disciplinado que el resto y los tantos cotilleos de la gente en nuestro anterior colegio. Necesitaba crear una versión, seguro de si mismo, aunque fuese una completa mentira.
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Te quiero, dos metros cerca
RomanceSegunda parte de Dos metros lejos. Ellos se conocieron de pequeños. Se volvieron a reencontrar en su adolescencia. Teo, que había olvidado ese recuerdo de su niñez. Pero por otro lado, Isabela, nunca pudo olvidar de aquel niño que seco sus lágrima...