Teo
Siempre me ha gustado tenerlo todo bajo control, sin embargo, las cosas nunca me salen como me las imagino. Y menos cuando se ha tratado de Isabela, que su cabeza es el mayor de mis problemas. Nunca se con seguridad en que podría estar pensando.
Lo único que puedo deducir es cuando le sucede algo, sus gestos, formas de comportarse, hacen que me diese cuenta que algo no anda bien.
Ella nunca fue de las personas que lo cuentan todo. Más de una vez, mi cabeza repite hasta el cansancio, se curioso y pregúntale. Sabiendo que podría llegar a fastidiarle tanta insistencia, pero se, que jamás fallo cuando siento que algo anda mal.
Nuestro peor enemigo entre nosotros, siempre fueron los pensamientos que le asechan la mente. Isabela podría estar hundiéndose lentamente, pero jamás de su boca saldrían las palabras que uno quiere escuchar. Pedir ayuda, no es su fuerte, para nada.
En el pasado cuando algo no le gustaba o si sentía que algo podría estar amenazando nuestra relación, se aislaba en su cuarto. No respondía llamadas ni mensajes, y si lo hacía, su forma de responder podría cortarte con lo fría que llegaba a ser. No le hacía de cruel, en los momentos que invadía su habitación lo veía en sus ojos el miedo y desesperación a lo desconocido.
No voy a negarlo, sus repentinos alejamientos me dolían. Lo hacían y demasiado. No entenderla, más de una vez, me fastidiaba, sentía que a lo mejor estaba fallando en algo con ella. Y que Isabela, no sea capaz de placarme, terminaba por lastimarme.
Éramos niños inexpertos, descubriendo juntos el mundo de las relaciones serias y el amor, que muchas veces, no era de películas. En ellas no mostraban las tontas discusiones que llegabas a tener y las veces, que la relación podría estar amenazada a terminar.
En el pasado discutíamos hasta por lo más tonto de elegir el lado de la cama para dormir. Nosotros no éramos perfectos y eso, siempre lo habíamos dejado en claro, sin embargo, nuestro amor siempre se encontraba fuerte. Terminábamos riéndonos y abrazados al darnos cuenta de las cosas tontas por las cuales discutíamos.
Siempre fuimos diferentes, el agua y el aceite. Dos polos opuestos. Lo que a mí me gusta a Isabela le molesta. Y a lo que ella le gusta, a mí me fastidia. Lo único que tenemos en común es el amor por el vóley.
Sin embargo, gracias a esa diferencia conocimos cantidades de cosas. Nos volvimos de esas parejas que continuamente están aprendiendo del otro, sorprendiéndose con cada cosa que nos decimos.
A Isabela siempre la ame, con intensidad y desesperación, no podría imaginarme una vida con otra mujer que no sea ella. En poco tiempo, se había convertido en mi mejor amiga, la persona en la que confiaba plena y ciegamente. Ella siempre va a ser mi elegida, estos cinco años, de no olvidarnos, demostraron que no era algo de niños.
Nos amamos.
Y por eso mismo, que la amo tanto, me duele verla así. Isabela retrocedió, volvió aislarse en su habitación. No habla conmigo desde que llego hace tres días. Nuestras platicas, en estos días, no llegan a la hora.
Cada noche, en la cuales quiero abrazarle o besarle, ella se aleja. Algo está ocultando. No puedo preguntarle aun, sigue expresando que nada sucede con ella.
Isabela miente y sabe que lo sé.
Ella se encuentra triste, ojerosa y distante. La noche anterior, volvió a la casa cuando me encontraba durmiendo, o eso quise hacerle creer. Estaba despierto, preocupado y pensando demasiadas cosas.
En la mañana no dijo nada, no desayuno lo que le prepare, no hizo más que volver a salir, con la excusa que debía ir a su club a retirar unas cosas. Mintiendo nuevamente. Isabela se alisto y se marchó de la casa, sin voltear a verme o a saludarme.
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Te quiero, dos metros cerca
RomanceSegunda parte de Dos metros lejos. Ellos se conocieron de pequeños. Se volvieron a reencontrar en su adolescencia. Teo, que había olvidado ese recuerdo de su niñez. Pero por otro lado, Isabela, nunca pudo olvidar de aquel niño que seco sus lágrima...