Capitulo 31: Mi lugar seguro

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Isabela

No puede ser.

— ¡¿Alguien dijo sushi?! — ella me empujo para pasar a la casa, observando para todos lados. — ¡¿Y Teo?!

Cerré mis ojos por un momento, tratando de tranquilizar el humor horrible que vengo cargando estos días.

—No esta. — respondí de manera hostil. — Ya puedes irte.

Le señale la puerta y volví a la sala de estar. Ella no se marchó, debí saberlo, el ruido de sus tacones contra el suelo se hicieron presente por toda la casa.

— ¿Por qué la casa está hecha un desastre? — interrogo, mirándome de pie a cabeza con una ceja arqueada. — ¿Y por qué estás tan fea Isabela?

La casa esta horrible ya que no he tenido ánimos para hacer nada, y la verdad, que ducharme o peinarme el cabello es de mis últimas prioridades. Para lo único que sirvo en estos días es para acurrucarme en el sofá a llorar como una niña pequeña perdida. ¿El motivo? Mi novio me ha dejado y de paso, me recomendó marcharme lejos de aquí y de él.

Me deje caer en el sofá, escondiendo mi rostro entre las manos, cansada de fingir que todo está bien y que mudarme a Estados Unidos va a salvar el desastre de vida que llevo.

—No puedo más. — murmure con la voz rota.

—Izzy...— la voz de preocupación de mi madre se hizo presente, acercándose a mi lado. — ¿Qué sucedió?

—Lo arruine todo. — solloce. — Teo no quiere saber nada de mi y a lo mejor, está bien así, demostré que no sirvo para relacionarme con las personas.

— ¿Quieres contarme que sucedió? — pregunto, usando su voz tranquila y acariciando mi cabello.

Seque mis lágrimas, acomodándome en el sofá, tratando de que mi voz no suene rota y que se entienda cada cosa que salga de mi boca, por momentos lo hicieron y por otros, el nudo en mi garganta se apoderaba tanto, que hacía imposible que mi voz suene con seguridad.

Mi madre se quedó a mi lado, tomándome de la mano con fuerza, de vez en cuando una mueca de tristeza y desaprobación se escapaba de su boca. Y lo último, era a causa de mis palabras.

Cuando termine de contar todo lo que había sucedió, nos quedamos en silencio por varios minutos. ¿Qué podría decirme? ¿Eres una tonta Isabela? Creo que ella ya sabe que lo sé. No hay nada que me digan que ya mi cabeza no me lo haya repetido.

— ¿Un lugar en el mundo, eh? — pregunto, agarrando su mentón con la mano, pensativa quedo en silencio por varios segundos. — ¿Y piensas que puede estar en Estados Unidos? Respóndeme con lo que sienta tu corazón.

—No lo sé...

—Tenía ese mismo problema cuando era joven. — confeso, con su vista hacia adelante. — Me pase parte de mi vida mudándome, en busca de ese lugar que me haga sentir completa y llena, tanto así, que no necesite irme de allí nunca más.

— ¿Lo encontraste? — pregunte temerosa a su respuesta.

—Claro. — sonrió. — No de la manera en que lo esperaba, pero lo hice.

—No entiendo.

—En el camino perdí a una persona que amaba demasiado. — confeso, esquivando mi mirada. — Con tu padre nos separamos tres meses antes que me entere que estaba embarazada de ti. Dante estaba cansado de seguirme sin quejarse, era un excelente compañero pero mis dudas aumentaban cada año, ¿Dónde debería ir? ¿Dónde está ese lugar que tanto busco? ¿Por qué me sigo sintiendo así de perdida? Y culpa de ello, nuestra relación se vio afectada.

Te quiero, dos metros cercaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora