Teo
La tranquilidad de su respiración chocando contra mi cuerpo, su olor característico a primavera invadiendo por completo este pequeño cuarto compartido de hotel y su piel desnuda erizándose con cada caricia que le regalo. Ella acaba de alzar su cabeza para sonreírme, de esa sonrisa que por mucho tiempo me hizo falta y de la cual me negaba a admitir que necesitaba y de que la quería nuevamente en mi vida.
Estos años alejados, me demostró que si puedo vivir sin Isabela, puedo dedicarme al cien por ciento a mi deporte que tanto amo, lograría sonreírle a otra persona con el pasar del tiempo, podría vivir como quisiese y en el país que elegí, con la nueva familia que me acogió todos estos años, pero no lo quiero. Me niego a estar viviendo todo aquello sin ella, la elijo y la quiero nuevamente en todos mis proyectos a futuro, quiero su presencia, su olor, el color que le regala a todo lo que hace y todo lo que viene con Isabela.
— ¿A qué hora sale tu vuelo?
Su pregunta me hizo volver a la realidad y a las pocas horas que nos quedan juntos.
—En seis horas. — murmure, escondiendo mi cabeza en su cuello. — No quiero despegarme de ti.
Ella dejo escapar una pequeña risa, mientras le iba dejando un camino de besos por todo su cuello hasta la altura de su clavícula.
—Son siete días, intenso.
—No creo poder estar alejado de ti ni por dos horas. — eleve mi rostro para sonreírle ampliamente. — Tengo que recuperar...— levante mi mano para comenzar a contar con mis dedos. — Cinco cumpleaños, cinco fiestas, cinco aniversarios y todas las folladas que podría haberte dado en dias como este.
Puso los ojos en blanco. — Y venias tan bien...
La tome de la cintura para levantarla y dejarla apoyada arriba de mi pecho, cortando su carcajada con mi boca chocando contra la de ella, buscando sus labios con mis dientes para tironear de ellos, hasta que escuche su quejido y sentí sus manos golpeando mi brazo.
—Deja de morderme. — murmuro, arrugando su nariz.
Negué con una sonrisa tonta en mi rostro.
— ¿Qué quieres Teo? — inquirió divertida, depositando pequeños besos en mis labios.
Sin decir nada, tome nuevamente su cintura y la apreté contra mi cuerpo, dejándola sentir mi erección marcada, disfrutando los pequeños jadeos que se escapaban de su boca.
Con una de mis manos emprendí el camino desde su espalda hasta su nuca, atrayéndola más a mi rostro, besándola como si se tratase de la primera vez que mis labios tocaran los suyos, deseoso e inexpertos por su exquisito sabor a frutilla.
Isabela comenzó abajar sus besos hacia mi cuello, clavícula y pecho, rozando su cuerpo contra mi erección y en el momento que deje de sentir sus labios contra mi cuerpo, abrí nuevamente mis ojos para encontrarme con esa sonrisa maliciosa que se le escapa cuando estamos juntos, sin decir absolutamente nada, le entendí a la perfección sus malas intenciones y ella comenzó a bajar, haciendo que acomode mi cabeza contra la almohada y estire mis manos hacia su nuca, enredando mis dedos en su cabello.
Algunos jadeos y maldiciones se escaparon de mi boca, al sentir sus labios cálidos contra mi miembro y lo único que podía hacer, era dejarme llevar por la excitación que solamente Isabela puede generarme, tomando con fuerza su cabello, para apresurar sus movimientos y deleitarme de sus hermosos quejidos.
—Joder...Isabela...— gemí.
Tome con fuerza su cabello y la atraje nuevamente hacia mi boca, devorando sus labios por completo, mordiéndolos con fuerza, metiendo mi lengua para chocar con la de ella y sintiéndola estremecer cuando mis manos apretaban su cintura contra mi cuerpo.
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Te quiero, dos metros cerca
RomanceSegunda parte de Dos metros lejos. Ellos se conocieron de pequeños. Se volvieron a reencontrar en su adolescencia. Teo, que había olvidado ese recuerdo de su niñez. Pero por otro lado, Isabela, nunca pudo olvidar de aquel niño que seco sus lágrima...