Teo
A lo mejor debería dejar de ser un pesado y darle ese espacio que Benjamín y Micaela me han dicho.
Ellos no platicaron demasiado con Isabela, pero con lo poco, lograron sacarle la ficha de que se trata de esas personas que les gusta la soledad, el silencio y la tranquilidad.
Lo opuesto a mí, claro está.
Pero lo que ninguno de los dos sabe, es el sentimiento de estar cinco años separados de la persona que más quieres en la vida. Si la vuelvas a ver, no puedes no cargarla de toda esa intensidad reprimida por años. Es difícil y trato de no hacerlo, darle ese espacio que Isabela necesita, pero no puedo. Necesito platicar con ella todo el tiempo que sea posible.
Además ella, esta tarde, prometió marcarme antes de cenar y no lo ha hecho, no quiero pensar en que se olvidó, pero conociéndola seguramente lo hizo.
Allí deben ser las diez de la noche e Isabela tiene la costumbre de cenar a las nueve de la noche.
Conociéndole, ahora mismo debe estar babeando la almohada.
Por otro lado, fui obligado por la pareja que me adopto estos tres años a salir. Agradezco que salir fuese ir a cenar a la casa de Micaela, ya que Benjamín no tenía ganas de quedarse en la casa y entonces organizaron un cena con todos nuestros compañeros en la casa de su novia.
Desde el pasillo de la entrada a la casa de Micaela se sentía el olor a comida casera y el bullicioso de todo el equipo. Benjamín al llegar a la puerta, entro como si de nuestro departamento se tratase y ahí estaban todos acomodados entre la sala de estar y el jardín.
A veces no entiendo la idea loca de Micaela con querer mudarse a nuestro departamento cuando ella tiene jardín y puede recostarse en él, gozando del aire en las tardes.
Micaela abrió paso, caminando hacia nosotros con sus ojos apenados y negando con la cabeza.
—Perdóname Teo, juro que no lo sabía...— murmuro entre dientes.
— ¿De qué...?
Mis palabras fueron cortadas cuando la presencia de Delfina apareció desde el jardín.
—Joder.
—Flor la invito, se sentía mal en dejarla de lado...
Flor, la compañera de casa de Micaela, mejor conocida como la niña con un corazón puro y fácil de manipular. Delfina lo hizo, utilizo a la pobre chica para que la invitase a la cena de esta noche.
—Quiero irme. — dije mirando a Benjamín.
—No, es tu cena de despedida. — hablo Benja con tristeza. — Hagamos algo, ella se queda de aquel lado y vos de este. ¿Te parece?
Negué. — Verla me pone de mal humor.
— ¿Quién te pone de mal humor Teito? — la voz de Francisco se hizo presente y lo único que hice fue señalar de manera poco disimulada a Delfina. — Tranquilo rey, en media hora se marcha.
— ¿Cómo lo sabes? — inquirí
—Nos contó que tenía otros planes. — respondió sin darle importancia.
Asentí y me aleje de ellos, para acercarme a la cocina y ver como venían con la comida, esa es la excusa que use para marcharme rápidamente, pero la verdad, es que no me apetece estar cerca de Delfina, algo de ella comienza a molestar demasiado.
Tal vez sea la forma que tiene de usar a las personas para conseguirlo todo y maldigo no haber escuchado cuando se me advirtió, pero decidí seguir a su lado, como un perro fiel a sus caprichos.
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Te quiero, dos metros cerca
RomanceSegunda parte de Dos metros lejos. Ellos se conocieron de pequeños. Se volvieron a reencontrar en su adolescencia. Teo, que había olvidado ese recuerdo de su niñez. Pero por otro lado, Isabela, nunca pudo olvidar de aquel niño que seco sus lágrima...