Capitulo 21: Juntos en casa

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Isabela

— ¿Y mis tobillos?

—Perfectamente

— ¿Ningún problema en mis brazos, no?

El doctor, por milésima vez, negó.

—Tranquila Isabela, no hay problemas ni en los miembros superiores ni en los inferiores.

Asentí lentamente, dejando caer mi espalda en la cama del hospital. No duro mucho, que antes que el medico logre irse, volví a tomar asiento y mirarle seriamente.

— ¿Y puedo volver a jugar al vóley?

Mis padres dieron un gran suspiro, cansados de la misma conversación. Mi madre opto por tomar asiento a mi lado y frotarse los ojos, tal vez, conteniendo las ganas que tiene de golpearme y mi padre volvio a mirarle al doctor disculpándose con la mirada.

—Reposo Isabela, te golpeaste la cabeza.

El doctor, muy amable, volvió a responderme, sin perder la paciencia.

—Los calmantes van ayudar a que descanses mejor. — agrego, esbozando una media sonrisa. — Si necesitas otra cosa, puedes llamarnos.

— ¿Y puedo...?

—Isabela duérmete de una vez. — intervino mi madre, fulminándome con la mirada. — Ya dijo que podías seguir normalmente, luego del reposo.

Asentí un tanto avergonzada. Tengo veintitrés y mi madre me acaba de regañar como si de una niña pequeña me tratase y para terminar con esta sensación de vergüenza, mi padre me observo negando con la cabeza, un tanto molesto, por mis insistencias.

El doctor tenía razón respecto a los relajantes, mis parpados a cada segundo pesan más y la batalla con querer estar despierta está perdiendo. Le di un último vistazo a mis padres que se encontraban hablando entre ellos y me acomode en la cama, dejándome llevar por el sueño que estaba sintiendo.

La puerta se encontraba abierta, algo me decía que no debía atreverme a abrirla, pero la curiosidad gano, haciendo que terminase abriéndola, para encontrándome con ese escenario que tanto miedo me daba imaginar.

No era una broma. Él estaba con ella, la tenía entre sus brazos, acariciando su cabello y susurrándole en el oído lo que hace días me prometía a mí. Él estaba feliz, planeando su vida juntos. Todo lo que hace horas quería conmigo, se lo estaba prometiendo a ella y su sonrisa de satisfacción me confirmaba lo mucho que había perdido.

Mis pies respondieron rápido, encaminándose hacia él, pidiéndole explicaciones a gritos, que era lo que estaba sucediendo aquí y porqué ella, porqué me lo estaba haciendo a mí, después de tantos años, llorándole, el volvió a traicionarme.

Teo no dijo nada, se limitó a sonreírme junto a ella.

Sentí las lágrimas caer por todas mis mejillas, sin consuelo alguno y luego unas manos contra mis brazos, tratando de moverme para que recapacite y la voz lejana de Alex hizo que abriera los ojos de golpe y lleve una mano al corazón, tratando de calmar mis palpitaciones y mis ganas de seguir llorando como una niña. Era un sueño, mierda. Una pesadilla.

—¿Estas bien? ¿Quieres que le llame al doctor?

Voltee a mirarle a Alex que se encontraba de pie a mi lado, con su rostro totalmente preocupado, su cabello despeinado y unas ojeras bien marcadas debajo de sus ojos, observe la silla que estaba a poca distancia de la cama y vi un almohada en ella. Él estuvo durmiendo aquí.

Negué, sintiendo como la cabeza me palpitaba, haciendo que me lleve las manos hacia la cien, tratando de calmar el dolor y las puntadas cada tres segundos.

Te quiero, dos metros cercaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora