Teo
— ¿Vas a decírmelo? — interrogue, cruzándome de brazos.
Ella me observo como si no entendiese para nada de lo que le estoy preguntando y creo, que es bastante obvio lo que quiero saber y cuando dije, que no hacía falta decir nada, es porque esto me lo venía venir.
— ¿De que estas hablando? — pregunto Delfina arrugando sus labios.
Está mintiendo. Ella hace ese gesto tan extraño, cuando está ocultando algo o cuando sabe que acaba de joderla por completo y no se le ocurre nada para remontarlo.
—Conozco a Isabela demasiado bien, para saber que si salta de esa forma, es porque algo malo le dijeron.
—No le dije nada. — eligió la mentira y supongo, alguna excusa que se le ocurra en estos pocos segundos. — Esta así desde que comenzó el partido, tratándome de mala manera. ¿Qué esperabas, que me quede sin decirle nada? ¿Quién se cree esa?
—Esa, como tú le dices, es una de las personas más importantes en mi vida y tú, como mi amiga, deberías ubicarte en tu lugar.
Fracase por completo en tratar de que mi voz suene serena y para nada, tan hostil como lo fue.
No tengo intenciones de pelearme con Delfina, pero si ella sigue de este modo, lo único que va a conseguir es que lo nada que ahora tengo con Isabela, se rompa aún más y no quiero, no puedo estar nuevamente alejado de ella por cosas como estas.
— ¿Ahora soy tu amiga? — largo una risa sarcástica. — Vaya Teo, que rápido que lo haces todo.
—Estoy cansado de esto Delf...— murmure pasándome una mano por la nuca. — Siempre fui sincero contigo y tú, ahora me vienes con esto...lo siento, pero ya está.
— ¿Estas dejándome por una chica que hace, cuánto? — miro el reloj de su muñeca de manera irónica. — ¡Hace un dia apareció Teo y conmigo estas jugando hace tres malditos años!
—Nunca juegue contigo y siempre te dije lo que sentía y pensaba Delfina. — dije seriamente. — Tu alimentaste tus propias ideas.
El silencio invadió por completo el pasillo repleto del bullicio de la gente, pero en estos instantes, nada mas que nuestras respiraciones se escuchaban y se, que acabo de lastimarla, mejor dicho, destrozarla.
Debería nunca haber iniciado todo esto o debería haber parado esa mañana, luego de una salida que todos terminamos en mi departamento y ella, se quedó dormida a mi lado. Fue la primera vez que solamente optamos por descansar, sin follar y hacía tiempo, que no me quedaba despierto platicando con alguien tan gustoso, hasta que el sueño invadió mi cuerpo y mis ojos se cerraran.
Esa madrugada, donde ella se levantó y pensó, que era un excelente día para esa gran confesión. La mañana era perfecta, los rayos del sol entraban por el gran ventanal de mi cuarto y el otoño comenzaba hacerse presente, haciendo que lo primero que sienta al despertar fuera un poco de frio, no duro mucho, en el momento que Delfina pronuncio esas palabras que me negaba a escuchar de otra persona que no fueran de Isabela, el calor y la desesperación llego a mí, sin saber que debería responder a un, Teo estoy enamorada de vos. El silencio fue la respuesta más cruel que se me podría haber ocurrido, pero es que, en ese momento, no sabía cómo decirle que, la apreciaba pero no de esa manera.
No alcance a disculparme que ella se levanto de un segundo y salio apresurada de mi habitación y no volvió a mi casa durante tres días. La noche en la que apareció, lo único que hizo fue disculparse por haber salido de esa forma, ignorando por completo mis llamadas y explicándose, que poco creí, que se dejó llevar por esa mañana y que no quería terminar con esa extraña relación que teníamos.
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Te quiero, dos metros cerca
RomanceSegunda parte de Dos metros lejos. Ellos se conocieron de pequeños. Se volvieron a reencontrar en su adolescencia. Teo, que había olvidado ese recuerdo de su niñez. Pero por otro lado, Isabela, nunca pudo olvidar de aquel niño que seco sus lágrima...