Capitulo 33: Una propuesta

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Isabela

Otra mañana en la que me despierto sin su ayuda. Eso no me gusta. Me gire para buscarle, pero él no se encontraba, estire mis manos para tocar su lado de la cama, frio. Hace tiempo se levantó y se marchó.

Con poca voluntad, me estire y senté en la cama, buscando mi celular con la mirada. Lo tome para ver si tenía un mensaje suyo en la pantalla, no había nada, como todos estos días.

Me encantaría decir que los secretos acabaron con nosotros, pero Teo hace unas semanas comenzó a comportarse extraño y las veces que trate de acercarme a preguntarle qué le sucedía, cambiaba de tema u optaba por besarme. No iba a negarme a su cariño. Pero es extraño y molesto convivir así.

Visualice en su mesita de noche una nota, me acerque para tomarla y leerla. Esto se vuelve cada vez más molesto de lo que me imaginaba y nunca me gusto que Teo anduviese de misterioso. No le sale.

La nota era para nada clara y no sé qué esperaba viniendo de ese grandísimo idiota. — Si, hoy es un idiota. — En realidad toda esta semana lo fue, por no decirme que es lo que está sucediendo.

«No seas floja y atiende la puerta, te amo mocosa...»

¿A quién debo atenderle la puerta? ¿Y por qué? ¿Por qué no lo hace el? Sabe que tengo mal genio para socializar con las personas a la mañana, apenas puedo con el todos los días.

Decidí levantarme y darme una ducha rápida, aun molesta por su comportamiento. Ya quiero que llegue para gritarle qué demonios le sucede. No soporto esto un día más.

Hoy era nuestro día libre después de mucho entrenamiento y partidos jugados, se suponía que lo íbamos a pasar juntos. Hasta me había hecho ilusión que podríamos ir a pasar nuestro tiempo libre, en alguna playa cerca de la ciudad. El día esta precioso para mojarse un rato. Pero el, decidió andar de imbécil.

Cuando salí de la ducha me coloque una de sus camisetas, aún sigo molesta, pero no tengo ganas de estar con mi ropa puesta.

Que el gato no comience a maullar como un loco despertó todas mis alertas. Lo único que significa que ande de callado, es que alguna se está mandando y la mañana de hoy, no tengo paciencia para arreglar las cosas que rompe. Me la pase más de media hora, recorriendo todos los rincones de la casa y Moco no estaba, ni dentro de la casa ni haciendo de las suyas en el jardín.

¡Bien!

No solo mi novio está desaparecido, el gato también. Y algo me dice, que los dos deben estar pasándoselas muy bien junto sin mí.

Para bajarle a mi mal humor, me acerque a la nevera y saque una paleta de fresa. Ese va a ser mi desayuno de hoy, un helado. Me lo merezco, no hice nada para merecérmelo, pero es lo único que va a ayudarme a calmar mi enfado.

Camine nuevamente hacia el jardín y me senté en el césped, tratando que el aire cálido que golpeaba mi rostro logre relajarme un poco.

Mientras que comía mi helado, deje que mi vista se perdiera por todo el jardín, las plantas que con mucho cuidado y ayuda de Eva colocamos junto a Teo estaban creciendo de buena manera y sus flores estaban naciendo, pintando el jardín de muchos colores.

Hay días en que no me puedo creer estar viviendo nuevamente en una casa con jardín y piscina. Cuando decidí mudarme al departamento donde anteriormente vivía, lo elegí fácil, quería algo pequeño y a la vez espacioso, que me acoja pero a la vez que no me ahogue. No podía optar por una casa así, ya que me iba a deprimir al tercer día de estar tan sola en un lugar tan gigantesco.

Sin embargo, ahora, esta casa no se le compara a ningún hogar que estuviese viviendo antes. Es nuestra, de los dos y de Moco. No le creí nada a Teo cuando dijo que esta casa era perfecta ya que tenía un cuarto de más para invitados. Esa habitación está repleta de juguetes de gato y rascadores por todos los sitios. — Le hizo un cuarto de juego al gato. — Moco contentísimo, hay días que se la pasa encerrado allí, hasta que Teo le llama y va feliz a perseguirle al jardín. Lo quiero más que a mí y fui yo quien le salvo la vida a ese pulgoso.

Te quiero, dos metros cercaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora