Teo
Cuando llegue a casa de Isabela, aún era demasiado temprano para que ella haga su aparición distante. ¿Las cosas cambian, no?
En el momento que la tarde cayo, me recosté en el sofá junto al gato, mi fiel compañero de estos días. Habíamos comenzando con el pie izquierdo, pero a los días, se transformó en otra mitad de mí, siguiéndome hasta la ducha.
Los animales no son idiotas, noto que algo estaba sucediendo en su hogar. Su dueña, que contantemente se la pasaba encima de él desaparecía desde la mañana hasta la medianoche.
Ahora entiendo su cansancio, las marcas en sus brazos y el sudor con el que llegaba, duchándose antes de meterse en la cama. Estaba claro y aun así, necesite ese papel para entenderlo.
Lo único que necesito es una buena razón, para entenderla, quedarme a su lado y recuperar la confianza que ambos derribamos, salvarlo todo. Si es que tenemos una posibilidad de hacerlo.
Pero la angustia crece a cada segundo en las cuales Isabela no hace su aparición y las esperanzas de volver a lo que alguna vez fuimos, se desvanece velozmente.
Esto no me gusta.
Quisiera comenzar este año nuevamente, tomar otras decisiones, confesarle desde el principio esos pensamientos tontos que viajaron por mi cabeza hace unos años.
Extrañarla consumía cada parte de mi vida, no tenía ganas de socializar con las personas, jugar al vóley me lastimaba y saber, que en alguna parte del mundo, ella se encontraba siendo feliz, hacía que fantaseara volver el tiempo atrás y elegir quedarme a su lado. No me importaban las peleas que podríamos haber tenido, debí decidir bien.
Ahora...todo es tarde.
Cuando la oscuridad invadió cada parte de la casa, me levante del sofá, sin prender las luces y me encamine hacia la nevera, tomando una lata de cerveza.
El tiempo paso y seguí esperándola, paciente y sin poder despegar los ojos del techo.
¿Cómo poder dormir con todo lo que ahora se?
Todo este tiempo, Isabela no hizo más que callar y mentirme en mi propia cara. De algo, no puedo enfadarme con ella, y es lo que sucedió hace cuatro años.
No debí interferir en su camino. Le prometí hacerlo, no hablarle, mantenerme al margen, seguir sus instrucciones. Me pidió algo, ella poder elegir su camino, tan fácil y sencillo, pero a la vez, doloroso.
Debí saberlo, entrometerme de ese modo, iba a conseguir que Isabela se nuble con recuerdos y su manera impulsiva de comportarse, iban a lograr que ella retroceda y se olvide por completo esa promesa, quedándose en España.
El ruido de la puerta abriéndose me saco rápidamente de mis pensamientos. De lo que tanto estaba corriendo, esta noche se hace realidad.
Isabela prendió las luces, encontrándose conmigo sentado en el sofá.
— ¡Ay, Teo! — chillo asustada, llevando la mano a su corazón. — ¿Qué hacen en el sofá?
Me encogí de hombros.
— ¿No es más cómoda la cama? — pregunto, acercándose a mi lado.
Negué con la cabeza.
Antes que ella tome asiento, me puse de pie, haciendo que nuestros cuerpos casi se choquen, quedando a pocos centímetros, tome lentamente su rostro entre mis manos. Isabela las quito, abrazándome de golpe, escondiendo su rostro entre mi pecho y descansando sus brazos en mi espalda.
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Te quiero, dos metros cerca
RomanceSegunda parte de Dos metros lejos. Ellos se conocieron de pequeños. Se volvieron a reencontrar en su adolescencia. Teo, que había olvidado ese recuerdo de su niñez. Pero por otro lado, Isabela, nunca pudo olvidar de aquel niño que seco sus lágrima...