EL COMPLOT DE LOS SILVA

1.7K 163 30
                                    


Despierto gracias a pequeñas carisias que son depositadas en mi mejilla izquierda, abro mis ojos y me encuentro con un Nozel despeinado, intercambiamos miradas y es inevitable soltar una sonrisa al mismo tiempo.

—¿Cómo dormiste?

—Bien — digo estirándome un poco— ¿y tú?

—También — dice y me observa detenidamente

—¿Qué?

Me sigue observando y deposita un beso en mi frente.

—¿Tienes hambre? — me pregunta acomodándose

—Sí, un poco, pero no me quiero levantar... ¿Qué hora es?

— Las diez de la mañana.

— ¡¿Qué?! — pregunto exaltada— realmente nos desvelamos.

— Probablemente fue muy tarde— sus ojos se ven tan lindos con la luz del día, y estando tan cerca de él puedo visualizar cada detalle de su rostro —, pediré que nos traigan el desayuno — dice saliendo de la cama

— Bien, mientras tanto, iré al baño— digo y me detengo al recordar que estoy desnuda

Tomo la sabana más delgada y me enrollo en ella, siento un tirón en la cadera y todo mi cuerpo me duele, pero es un dolor soportable.

Al volver mi vista abajo no puedo evitar ahogar un grito a lo que Nozel se voltea sorprendido.

Ambos nos quedamos viendo la mancha roja que hay en las sabanas.

—Tranquila — me dice acercándose a mí— no te preocupes.

—Yo— balbuceo— yo...

—Ve al baño, yo resuelvo esto.

***

Una semana después.

El chischás de nuestras katanas volvió a sonar, está vez, con más frecuencia.

— ¡Nada mal, mocosa! — me grita extasiado Yami

— Lo mismo digo, grandulón — río con el mismo éxtasis

Llevábamos dos horas entrenando, solo habíamos parado diez minutos en cada hora para descansa y tomar agua.

—Ah— exclamo al verme en la necesidad de agacharme

Me preparo para desviar un ataque y clavarle una estocada en el abdomen, pero Yami salta hacia atrás.

Si algún civil viera a simple vista nuestro combate, vería simplemente el chasquido y dos monos saltando por doquier.

Duramos media hora más hasta que nos cansamos.

—Deberías de invitarme una cerveza cada que logro darte — ríe gustoso.

Mi cuerpo tenía al menos diez mini heridas donde me había rosado su katana.

—No sería justo, tienes menos que yo— digo viendo su cuerpo.

—Eso es porque sé esquivar, idiota— dice mojándose la cara con el agua que quedaba.

—¿Sabes? Tengo una ligera sospecha que quien va acabar invitando las cervezas eres tu— le digo sonriendo

—¿Huh?

—Si no lo haces, no te devuelvo tu katana— digo divertida

Aproveché que bajó la guardia y se quitó su vaina de la cadera para agarrarla.

—¡Oye!

***

- un mes después -

UN AMOR EXTRANJERO | NOZEL SILVADonde viven las historias. Descúbrelo ahora