Capítulo 18

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Leighton

Lunes 15 de junio, 2020

—¿Cómo has estado? Tengo que decir que me sorprendió un poco que cancelaras la sesión que teníamos el miércoles.

Me encuentro nuevamente en el consultorio de Callum. Y, por mucho que me asombre, puedo decir que me siento «feliz». Y creo que él también se percata de ello, porque, desde que llegué, no para de examinarme buscando ese «algo» que me cambió. A fin de cuentas, yo nunca he estado con una sonrisa en su presencia, por lo que entiendo su confusión.

—Yo... estuve increíble —digo con un deje de emoción.

—¿Si? —inquiere—. ¿Qué sucedió?

—Por empezar, te cancelé el miércoles ya que me encontraba en Daytona.

—¿Florida?

Asiento.

—Fui a una carrera —me mira expectante—. De Nascar.

Los últimos dos meses le estuve dando tantas vueltas al asunto que, por fin, me animé y di el primer paso para lograr llegar a mi objetivo.

—Y sé que no es lo mismo que una carrera de Fórmula 1, pero creo que di un buen primer paso. ¿No lo crees?

Callum suelta una risa contenta.

Lo hiciste bien, Leighton.

—¿Un buen primer paso? Leighton, fue un gran paso. Una zancada, me atrevo a decir —exclama—. Estoy feliz por tu progreso.

—Creo que estoy lista... Tú sabes, para ir a una carrera de Fórmula 1 —planteo cuidadosamente.

—¿Crees? ¿O estás segura? Hay una gran diferencia, Leighton —cuestiona Callum.

No lo sé con exactitud, pero para estar segura tengo que arriesgarme.

—Estoy segura —concluyo.

***

Martes 16 de junio, 2020

Es el cumpleaños de Maeve, por lo que accedí a hacer lo que ella quisiera.

Había cancelado su viaje a Corea, ya que, a último momento, tuvo una discusión con su familia.

Aunque, en realidad, siempre se viven peleando y ella es la que regresa pidiendo perdón. Cuando claramente no tendría que ser así, porque nada de sus disputas se deben por su culpa; sus padres son conflictivos.

Casi de igual manera que mi padre.

Ahora mismo estamos a bordo en un avión con destino a Nueva York.

Maeve está media entredormida a mi lado, por lo que toco su hombro para poder hablarle.

Siempre se encierra en sí misma cuando pasan estas cosas con su familia. Odio verla así.

—Si lo que realmente quieres es emborracharte, te seguiré. Pero debes saber que como soy multifuncional, también podemos quedarnos mirando la saga de Rápidos y Furiosos que sé que te encanta. Mientras comemos helado, obvio.

—No lo sé... —está considerándolo, pero como la conozco, sé que elegirá el alcohol en estos momentos.

Paso mi brazo por sus hombros para que se acurruque.

—¿Por qué no pueden aceptar que soy una persona con sus propias ideologías? —gimotea.

—Porque están estancados en su pasado, Maeve.

—Pero no deberían ser así de injustos, se supone que soy su hija... —solloza hasta quedarse dormida.

No sé cómo ser de ayuda en momentos así; solamente puedo quedarme a su lado, haciéndole saber que sus padres cometen un gran error con sus acciones que sólo la lastiman a ella.

***

Maeve ya se va bebiendo una botella entera de vodka, sola.

Su gran penthouse, que se ubica en Manhattan, es una locura. Hay modelos de Victoria's Secret, jugadores de béisbol, de baloncesto y hasta actores de Hollywood que ni siquiera sé cómo lograron enterarse de esta fiesta.

Y, como es de esperarse, el neandertal de Hudson también aparece. Apenas lo miro, y lo hago con cara de pocos amigos, mostrándole mi disgusto con que venga a jugar al noviecito. Así que termino alejándome de su radar.

Doce días.

No paro de pensar que en doce días por fin voy a ir a una carrera de Fórmula 1, después de casi dos años.

¿Que si tengo miedo? Estoy aterrada. Pero en el buen sentido.

Le doy un trago a mi copa de champán mientras el viento de Manhattan se azota contra mi cara.

Mi cuerpo da un respingo cuando siento unas manos cubrir mis hombros con una chaqueta.

—Debería ponerte una orden de restricción. Quinientos metros, mínimo —reprendo a Vincent. Él solamente suelta una pequeña risita.

—Quizás, si solamente me aceptaras una cita, se me iría el interés —declara en un tono bajo, pero muy cerca de mí. Niego con la cabeza.

—No salgo con chicos menores que yo —señalo y vuelvo mi cara hacia adelante.

—Vamos, son sólo dos años.

—Sigues siendo menor que yo —repito y paso por su lado para volver adentro, pero enseguida lo miro para decirle—: La chaqueta me la quedo.

Nos sonreímos una última vez, y me voy a vigilar a Maeve.

Hasta la última vueltaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora