Capítulo 22

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Leighton

Domingo 28 de junio, 2020

Camino rápidamente por los pasillos para alejarme del constante sonido que se reproduce en mi mente, y no cualquier sonido, sino el de los gemidos que salían de Raven.

Creo que esta noche tendré pesadillas.

Al ver a Maeve afuera del paddock, me acerco a ella.

—Vámonos de aquí, por favor —ruego con voz impaciente.

—¿Qué pasó? —quiere saber, y su mirada se torna preocupante.

—Él... —no puedo pronunciar lo que presencié hace minutos, y tampoco ayuda que la carrera sea tan ruidosa. Es un continuo recordatorio de lo que pasó hace años.

Me tomo un minuto para cerrar los ojos y respirar profundamente. Sin embargo, mi respiración se ve interrumpida cuando unas pequeñas patas me saltan encima. Y son las de Logie. Me mira con la lengua afuera, su cola revolotea sin parar. Agacho mis rodillas para estar a su altura y poder darle los mimos que quiere.

—¿De quién es ese perro? —pregunta Maeve.

—Raven —susurro mientras Logie se echa en el piso para que le rasque su barriga.

—Te conoce bien... ¿Por qué será...? —insinúa, pero hago oídos sordos.

No sé con quién anda el perro; no tiene porqué andar solo siendo tan pequeño, y aun así igual me preocupa.

—Ve con tus dueños, no puedo llevarte conmigo —trato de hacerle entender a Logie, pero a él parece no importarle en lo absoluto.

—Su dueño ya está aquí —dice Maeve, y solamente puedo tensarme mientras me levanto lentamente.

No quiero verlo ahora.

Pero anhelé tanto este momento, que me doy la vuelta sin pudor alguno.

Dios...

Sigue igual de perfecto que desde la última vez que lo vi.

Solamente está un poco más delgado, y sus ojeras apenas visibles hacen darte cuenta que necesita un abrazo.

Hay tanto por decirnos, pero claramente hoy no es el momento.

Una chica llega en busca de Logie y de él, y así como vino, se va.

—Dime que lo notaste —señala Maeve a mi lado, y empiezo a asentir divertida—. Diablos, esa chica es una completa versión de ti, sólo que con ojos azules.

—Él definitivamente tiene un tipo, y siempre voy a ser yo —declaro con una pequeña sonrisa, dándome la vuelta para irme del paddock.

***

Viernes 3 de julio, 2020

Irónico que después de que nos reencontráramos, haya confirmado su relación con la hija de la antigua estrella de la NBA, y nada más y nada menos que a través de paparazzis.

Si bien salieron fotos de ellos besándose antes de irse del paddock el día de la carrera, las fotos que más me hicieron quedarme viéndolas por minutos, fueron las que se tomaron hace unos días atrás comiendo afuera de un lugar.

No estoy celosa, es más, me siento emocionada. Me encantan los desafíos, y este, por supuesto, no va a ser la excepción.

No me gusta la idea de romper su burbuja de felicidad, pero seamos sinceros, eso es sólo una fachada.

Puede que tiempo atrás no nos supimos complementar, pero ahora más que nunca estoy dispuesta a hacer que funcione. No voy a permitir que Raven se rinda con nosotros, sólo es cuestión de que me escuche para que vea el esfuerzo que hago por recuperarlo tanto a él como a mí misma.

Aunque todavía me quedan asuntos que resolver con respecto a mi vida, tengo en claro que nada va a valer la pena si el amor de vida no vuelve adonde pertenece, y eso es a mi lado, juntos.

—¿Qué te parece? —Maeve pide mi opinión, por lo que levanto mi vista del celular para observar lo que se ha realizado.

Casi tres horas han pasado desde que llegamos al salón de belleza para que se haga un cambio rotundo de rojo a rubio.

Está hermosa, y eso es exactamente lo que le digo.

Luego de pagar, nos dirigimos a la salida.

—Tendrías que probar tú también —sugiere Maeve, y enseguida niego.

—Oh, no... Estoy bien con mi castaño.

—¿Cuál será tu siguiente movimiento con respecto a ya sabes qué...? —indaga, pero en el fondo ni yo lo sé con exactitud.

—Por el momento, lo de ir a las carreras está en pausa —Maeve suelta un bufido receloso, lo que me hace reír—. Pero... Creo poder saber de alguien que estará contenta de verme.

—Leighton... —me reprende, entendiendo enseguida lo que pienso hacer—. Es un poco manipulador de tu parte.

—Ya lo sé —admito y me coloco los lentes de sol para resguardarme de los rayos que emanan en la ciudad de Los Ángeles.

Hasta la última vueltaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora