Raven
Viernes 19 de junio, 2020
—¿Estás nervioso? —pregunta Alexis cuando se da cuenta que no paro de mover la pierna.
Estamos en un avión con destino a Chicago, Illinois. Su padre vive allí, y ella quiere pasar a verlo antes de abordar conmigo a Londres para la carrera que se hará en Silverstone.
Finalmente, correré en casa.
—Un poco —admito—. Desde Singapur que no veo a Ezra, seguramente ni se acuerda de mí.
Alexis se ríe por lo bajo y me mira negando con la cabeza.
—Créeme, sí se acuerda de ti —me asegura a la vez que me da un beso casto en los labios.
Desde lo que pasó en España, hemos estado bastante unidos. A decir verdad, parecemos babosas.
Me ha empezado a acompañar a mis carreras, de las últimas cinco, fue a cuatro. Al Gran Premio de Francia no pudo asistir, ya que estaba en los últimos arreglos para gestar una app sobre moda y esas cosas.
Realmente no sé qué somos, ella tampoco sacó ese tema de conversación. Supongo que solamente nos gusta hacernos compañía.
Por suerte, en las redes sociales no se ha hablado nada sobre nosotros, involucrándonos de manera romántica. Alexis siempre trata de estar un poco escondida en el paddock cuando viene a verme correr, así que las cámaras no tienen nada significativo que les dé la certeza de que entre la hija de Ezra Grimaldi y yo, sucede algo.
Una vez que llegamos a Illinois, paro a comprarme un café y, en el medio, me encuentro con algunos fanáticos que me piden fotos y autógrafos. Cuando finalmente se van, Alexis se acerca sigilosamente, inspeccionando el territorio.
—A veces me olvido que el chico con el que estoy saliendo es un famoso corredor de Fórmula 1 —declara y me agarra de la cintura para empezar a andar.
¿Estamos saliendo?
Bueno, creo que sí lo estamos. No encuentro otra connotación para lo que hacemos.
***
Llegamos a la casa de Ezra y él mismo nos abre la puerta.
Nervios de fanático: On.
—Alexis —dice con emoción, y no tarda en encerrarla en sus brazos.
—Me estás asfixiando, papá —balbucea, y su padre se separa para darle un beso en la coronilla.
—Lo siento, mi niña. Es que te extrañé demasiado, tu madre también.
—Bueno, aquí te traje al culpable de mi ausencia —señala Alexis, mirándome con una sonrisa.
Ezra, por su parte, me mira serio.
Oh, no.
—Raven Spinster... —masculla levantando las cejas—. ¡Ven aquí, hombre! —exclama enseguida con una risa divertida y me sujeta el hombro para darme un abrazo con palmada en la espalda.
Mis articulaciones pasan a relajarse nuevamente.
Dios, por un momento pensé que ya me tenía entre la mira y no le gustaba para su hija.
—Sólo estaba gastándote una broma. Vamos, hijo —me invita a pasar y lo hago. Enseguida la miro a Alexis como diciendo: «casi me da un infarto por tu culpa».
Me siento bastante a gusto con la familia de Alexis durante los días que nos quedamos en Illinois. Pero ya es tiempo de ir a casa, no sólo para ganar la carrera, sino porque algo —alguien— más me está esperando.
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Hasta la última vuelta
RomanceLeighton y Raven ya no se entienden. Lo que para él es su vida entera, para ella es un recordatorio constante de su pérdida. Con la escaza comunicación que los envuelve y los absorbe poco a poco... ¿Podrán salvar algo de su relación?