Capítulo 38

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Raven

Viernes 28 de agosto, 2020

Tecleo mensajes destinados a cada maldito contacto que tengo en mi celular para que traten de arreglar este puto desastre.

Le sugerí a Gray que fuera a darse una ducha, ya que todos sus músculos estaban completamente tensos y, por un momento, me asustó y me enojó a partes iguales que este escándalo provocara esto en ella.

Mi vuelo para Austin sale en una hora; por lo que, cuando Leighton entra en la habitación, me paro y la acurruco en mi pecho.

—Me tengo que ir —anuncio, y enseguida se separa para mirarme.

—¿No puedes quedarte un momento más? —suplica con ojos brillosos por las pequeñas lágrimas que quieren salir.

—Sabes que no puedo hacerlo —le recuerdo, sintiéndome como una basura por tener que dejarla sola con esto.

Leighton solamente asiente y empieza a sacar ropa de su armario para cambiarse. Deja caer su toalla y me quedo viéndola, sin ningún tipo de lujuria, sólo admirando que esta mujer sea mi mayor debilidad y tormento al mismo tiempo.

—No quiero presionarte, y menos con el caos que será en un par de horas, pero... —tomo aire y valor para proponerle lo siguiente—: ¿Vendrías a verme correr? O aunque sea el domingo, estará bien.

El siguiente minuto de silencio se siente como una tortura, no por el hecho de que se quede mirando en un punto fijo, sino porque su repuesta me hace arrepentirme enseguida.

—Raven, yo... —trata de decir algo, pero sus palabras no llegan a salir del todo. Y lo entiendo, la estoy presionando de más.

—Déjalo, Gray —la interrumpo antes de que siga forzando una respuesta que no le nace—. No vayas. Prefiero que cuando estés lista, me lo hagas saber.

Agarro mi pequeña maleta y deposito un beso en su frente. Antes de que pueda llegar a la puerta principal, Leighton me alcanza y presiona sus labios contra los míos. Al separarse, mantiene nuestras frentes unidas y susurra:

—El domingo estaré allí, en Austin —la miro con ilusión y ensancho una sonrisa.

—¿De verdad? —cuestiono, tratando de buscar la mentira, pero Leighton se nota literalmente genuina.

—Y con mi mejor vestido —exclama, y no me puedo contener en abrazarla.

***

Con cinco minutos de retraso, pero llego a las prácticas libres.

Si bien, quise pasar desapercibido, no me fue posible. El director del equipo junto con el psicólogo se acercaron enseguida a mí; aunque uno para reprocharme mi descuido, el otro para preocuparse por mi estado mental por lo que estoy "atravesando".

Al sentar mi trasero en el monoplaza, vuelvo a sentirme Raven Spinster: corredor de Fórmula 1, que sólo tiene que preocuparse por manejar rápido y conseguir puntos y podios.

Una vez que termina la primera práctica, que solamente la hicimos para probar las ruedas y mantener un control regular, me dirijo a la hospitalidad del equipo para comer algo y descansar antes de que empiece la segunda práctica en unas tres horas. Pero en el camino me cruzo con Saxby, el cual no deja de reírse al verme.

—Oye, Raven, ¿estás practicando para la revista Playboy? —bromea, golpeándome suavemente mi hombro.

—Pues claro, alguien tiene que dar de qué hablar por aquí —señalo con un poco de arrogancia—. Si no, es aburrido que siempre hablen de mis podios y no de los tuyos. Aunque... ¿Hiciste algún podio notable en lo que va de la temporada?

Su sonrisa se desvanece y se acerca sigilosamente hacia mí.

—¿Quieres repetir lo de Mónaco? —pregunta, desafiándome—. Me parece que muy ileso no saliste esa vez.

Oh, nuestra pelea en Mónaco. Qué tiempos.

—Y a mí me parece que tú tampoco, pero habrá que ver en la revancha —replico, ya dejando mi buen humor de lado.

Antes de que nos agarremos a los puñetazos aquí mismo, llega Colin Daunt para calmar las aguas.

—¿Qué está pasando? —se interpone entre nosotros y nos observa dubitativo—. Son grandes para andar buscando pleitos entre ustedes.

Colin nos lleva solamente cuatro años a Atticus y a mí, pero, por alguna razón, le gusta jugar el papel de papá.

—Vamos, Att —le indica, pero este me sigue mirando con una seriedad típica de él.

—Ve con papi —digo con malicia, haciendo que Atticus se me quiera tirar encima, pero por suerte logran sacarlo de mi vista.

Si bien, nuestras peleas son mayormente por las carreras, a veces nos desconocemos por completo fuera del paddock. Y creo que eso es lo que nos divierte en el fondo. Aunque no nos une una amistad como la que tiene él con Colin, puedo asegurar que nuestra rivalidad es la fuente de nuestra conexión.

En la hospitalidad veo a Hudson y nos vamos a un lugar más privado para hablar.

—¿Conseguiste algo? —quiero saber, pero niega—. ¿Y qué hiciste estas últimas horas? —le reprocho.

—A mí no me hables como si fuera el imbécil de Atticus —advierte—. Y para que sepas, los que están detrás de las fotos son bastante sucios. No van a darnos un nombre sin que tengan algo a cambio. Quieren algo fuerte, incluso más que la primicia que tomaron de Leighton y de ti.

Maldigo a todos los hijos de puta de los paparazzis por entrometerse en mi jodida vida.

Pero en este momento no puedo dejar que mis emociones negativas me dominen; cuando termine este Gran Premio, voy a tener una buena charla con mis abogados.

Hasta la última vueltaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora