Capítulo 37

1.2K 57 5
                                    

Leighton

Jueves 27 de agosto, 2020

Suelto un grito de frustración contra la almohada cuando escucho sonar mi celular. Es la quinta llamada durante la última hora. Sé que tengo que atender, así que estiro mi mano hacia la mesita y agarro el maldito aparato.

—¿Qué? —respondo irritada.

—¿Dónde diablos te has metido?

—En ningún lado, sólo no quería contestar.

—Pues más te valía hacerlo ahora —replica—. ¿Sabes en el lío en el que estoy metido? La compañía lo sabe, y me están apretando para que haga algo.

—Ni te atrevas...

—Oh, no, Leighton. No lo entiendes, ¿verdad? Esto ya no está sobre mí, no van a esperar a que des una maldita orden. Lo van a hacer.

Siento mis manos sudar al escuchar lo que ya sabía de antemano que iba a suceder.

¿Por qué lo hice?

—¿No puedes... conseguirme algo de tiempo? —ruego, aunque sé que estoy sonando como si lo demandara sin esperar un «no» como respuesta.

—Voy a ver qué puedo hacer, pero no esperes un final feliz —concluye y termina la llamada.

Empiezo a morderme la uña en una clara señal de nerviosismo, el cual va a ser muy difícil quitar en cuanto explote la bomba.

Debería llamar a Callum, mi psicólogo, pero no quiero preocuparlo. Al menos no todavía. Luego de Hawái tomé varias sesiones con él, y fue muy fuerte en cuanto a las reprimendas por mi comportamiento. Lo cual me dejó recapacitando... Pero no sirvió mucho, porque lo que hice, lo hice cien por ciento consciente y no me arrepiento de ello; me arrepiento por el impulso que me llevó a la completa locura.

Unos pequeños golpes en la puerta de mi departamento me hacen sobresaltar.

No espero visitas.

Maeve está en LA, Winstlyn en un receso por Italia junto a Nino y el recepcionista no me avisó de algún visitante... Joder.

Camino hacia la entrada y, en vez de fijarme por la mirilla, abro la puerta sin pensar en nada en concreto.

—Hola —susurra, con la cabeza baja y mirándome con esos ojos de bambi.

«Vacaciones que tú te encargaste de arruinar».

Joder, eso sí que me había pegado de una forma dolorosa.

Mi idea era solamente manipular de cierta forma la situación para que dejarla se le hiciera más fácil, pero nunca pensé que de su boca salieran esas palabras.

¿Había sido un error para él lo de Hawái?

—¿Qué haces aquí? —pregunto, tomándome de la puerta porque en cualquier momento me caigo desmayada.

—¿Qué crees? —se acerca un poco a mí, y puedo notar que se encuentra ligeramente agitado—. No voy a hacer de cuenta que lo de Hawái fue una simple ilusión. No me vuelvas a pedir algo como eso, Leighton.

Hasta la última vueltaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora