Capítulo 5

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Leighton

Viernes 7 de febrero, 2020

Ayer con Maeve habíamos empezado con el pie izquierdo, así que hoy me levanto con más ánimos de arreglar esta tonta pelea.

—Buenos días, dormilona —me tiro arriba suyo cuando la noto entredormida.

—Estoy durmiendo, quítate de encima —dice con voz ronca.

—No hasta que digas que me perdonas y estamos bien.

—No tengo que perdonarte nada, sólo quiero que te des cuenta de lo que estás perdiendo por ser una muda —me quita de encima y se apoya en su brazo.

—¿Amigas? —la miro y levanto mi dedo meñique para que selle nuestra frase.

—Hasta que las cámaras nos separen —une nuestros dedos, y nos damos un abrazo mañanero.

Amigas hasta que las cámaras nos separen.

Creo que no está de más aclarar que eso se nos ingenió cuando fuimos testigos de cómo dos chicas, que estaban con nosotras en la academia de modelaje, se destripaban por conseguir ser el foco de atención de toda la pasarela.

Sabemos que ese nunca será nuestro caso. Nos valoramos y respetamos mutuamente, y eso es todo lo que una amistad debe de tener para que nunca se rompa el hilo de unión.

***

—Quince minutos de retraso —me regaña Jagger, a lo que le hago un puchero—. No me mires así. Podré ser tu tío, pero aquí tenemos que ser profesionales.

—Lo sé, y lo siento. No volverá a ocurrir —le doy mi palabra y me voy a buscar un café.

—¡Tío Jagger! —lo saluda Maeve con los brazos extendidos.

—Con que aquí tenemos a la culpable de las irresponsables de Leigh —Maeve hace una cara notándose ofendida, por lo que me rio.

Queda menos de un mes para terminar de grabar la película, y ya después será todo dejado en manos de los editores. No voy a negar que una parte de mí se alegra, aunque ame a mi tío por darme esta oportunidad, no sé si volvería a trabajar con él como director. En cambio, con Emerson sí que me gustaría volver a grabar cualquier cosa. Es uno de los mejores coprotagonistas que pude conocer.

—¿Qué tal? —lo saludo.

—Leighton. ¿Cómo estás? —deja lo que sea que veía en su celular para prestarme atención.

Hablamos por unos diez minutos, hasta me cuenta que es proveniente de Alemania —con razón su acento— y que sólo tomó este papel aquí para ser conocido en los Estados Unidos, ya que era un deseo de su hermana. La cual, además, me conoce y anhela con que le mande un saludo. Suelto una risita cuando me cuenta eso.

De todos modos, las risas se acaban cuando nos llaman para grabar unas escenas importantes para la trama de la película. Mi personaje, Evie, quiere salvar al personaje de Emerson, Dexter, que está por ser asesinado por la mafia rusa. Pero eso sólo es posible si ella no se entrega al Capo.

Hay tanta tensión, nuestras actuaciones son tan reales que, por un momento, creo que en verdad estamos dentro de la historia.

Nos felicitan por este gran día de rodaje, y por fin puedo irme junto a Maeve.

—Eso estuvo fantástico —exclama la susodicha—. Eres grande, Leigh. Y lo serás más porque lo que sea que salga de esa película, será puro éxito.

Me rio con sus ocurrencias, aunque no creo que esté muy errada. La película será un éxito, pero, más que nada, por todo el esfuerzo que hay detrás.

—¿Qué haremos hoy? Es viernes —salta emocionada, tal cual adolescente con las hormonas a full.

—Y mañana sábado —digo, sonando sarcástica.

—Ya estas envejeciendo, no lo puedo creer —niega con la cabeza.

—¿Cómo te atreves? Tengo veintidós, y tú eres solamente un par de meses menor que yo.

Maeve pone los ojos en blanco.

—Vamos a alguna fiesta, puedes invitar a ese tal Emerson —la miro como diciendo: «yo nunca te lo presenté, perra»—. ¿Qué? Tengo oídos —se encoge de hombros.

***

Estoy en un club de Baltimore bebiendo junto a Emerson y Maeve.

Es increíble la forma en la que mi amiga siempre logra persuadirme para salir. Igual no me quejo.

—Estás muy bonita esta noche —me alaga Emerson.

No es que haya tardado más de dos horas arreglándome, pero sí, es mi primera vez saliendo como soltera oficial, así que tenía que sacar lo mejor de mi armario. El vestido corto que llevo puesto es negro, de media manga, con los hombros descubiertos y tiene una decoración de piedrecitas en los bordes. Fue lo primero que elegí ni bien lo vi. Lo había comprado junto a Raven en un shopping de Londres.

Dios no, no. No tengo que pensar en él.

Pero es inevitable cuando llevo esto puesto.

Denme un premio a la más estúpida.

—¿Bailamos? —le ofrezco mi mano, y él la toma.

Empieza a sonar Can't Say y enseguida nos descontrolamos en la pista. Mejor dicho, yo me descontrolo. Maeve me anima, pero, en un momento que no me doy cuenta, se aleja de repente y comienza a besarse con un chico. Lo miro a Emerson para que se ría conmigo, pero él se termina yendo a la barra.

Bueno, soy yo sola en la pista.

Unas manos masculinas se ajustan en mis caderas, y me muevo contra su pecho al ritmo de la música. «Dios, le estoy bailando a un completo extraño». Cuando caigo en cuenta, me alejo y me dirijo a la barra con Emerson.

—¿Por qué te fuiste? —le pregunto y le pido al barman otro trago.

—No encuentro realmente emocionantes las fiestas —responde mientras le da un trago a su cerveza.

—Entonces, ¿por qué viniste?

—No lo sé, quería despejarme.

—Oh, conozco ese sentimiento. Crees que algo de música y gente alrededor puede animar un poco tu desastrosa vida, pero enseguida te das cuenta que ellos están más jodidos que tú.

Me mira como si ese, definitivamente, no fuera su caso. «Por supuesto que no lo es». Hablo por mí, me olvidé de aclararle.

—Yo solamente extraño a mi familia —dice, y larga un suspiro.

—Yo también —una gran nube de recuerdos empieza a flotar sobre mi cabeza y enseguida me doy cuenta que ya es hora de irme.

No es necesario tener que buscar a Maeve, porque en cinco minutos la tengo conmigo. Nos vamos de ese club y, ni bien pongo un pie afuera, flashes azotan mi vista.

Paparazzis.

Trato de alejarlos poniéndome una mano en mi cara, pero eso es mucho peor; con los tragos de más que tengo en mi organismo, me tropiezo y Emerson sale a mi "rescate". Me sostiene de mi cintura para estabilizarme, y le agradezco mirándolo con una sonrisa de boca cerrada. Ya un poco irritado, empieza pedirles que se corran.

Después de unos minutos, por fin localizamos al Uber. Mientras que nosotros dos ya estamos adentro del vehículo, Maeve se queda un instante frente a los paparazzis para que le hagan fotos. Sus roles de modelaje siempre salen a la luz cuando de cámaras se trata. No puedo evitar sonreír ante el show que está dando mi amiga.

Hasta la última vueltaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora