Capítulo 47

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Raven

Miércoles 11 de noviembre, 2020

Me parece muy surreal cómo una persona puede mirarte directamente a los ojos y mentirte como si no le importaras en lo absoluto.

Creí que estábamos bien, que nada se iba a interponer entre nosotros otra vez. Qué idiota fui al no creer que ella fuera capaz de jodernos. Porque confiaba en Leighton, realmente lo hacía a ciegas. Y hay muchas formas de arruinar un simple vínculo, pero cuando ese vínculo se rompe por traicionar la confianza que se tenía, ese es el punto de quiebre.

La confianza es una mierda, ¿verdad? Dependes de ella como si la necesitaras, y en cierto modo es así. Porque ¿cómo puedes asegurarte de algo, creerlo, sin tener esa sensación de conformidad? Es casi imposible, porque al final es algo inevitable de omitir. Necesitamos la confianza y siempre la necesitaremos.

Dejé que estos sentimientos cavaran en mí y me quitaran el enfoque de ganar el campeonato de este año. Ahora mismo Atticus Saxby me saca una pequeña ventaja en la tabla de posiciones por la desastrosa carrera que hice el domingo. Si no consigo balancear mi vida, supongo que les daré la razón a los periodistas cuando dijeron que me sigue faltando estabilidad para ganar fríamente un campeonato.

Me paso mi mano por mi cabello desordenado mientras espero que llamen por mi vuelo en los altavoces del aeropuerto. Hudson se sienta a mi lado y me pone un café adelante de mi cara que rechazo.

—Más para mí —se encoge de hombros.

Ojeo mi boleto de avión hacia Inglaterra y luego me enderezo en la silla. Mi amigo no para de recibir llamadas y se levanta cada dos minutos para atenderlas.

—Tengo que cambiar mi destino —me informa con el entrecejo fruncido.

—¿Hacia dónde?

—Italia.

—¿Qué harás allí? —inquiero, ya curioso.

—Nada —vacila—. Sólo negocios. Y tú también tendrías que venir conmigo.

—¿Yo por qué?

Me escruta con una mirada confundida, y yo me quedo esperando que continúe.

—No lo sé, Raven. ¿Quizás porque tu novia dará una conferencia de prensa allí...?

Parpadeo tratando de disimular que no recordaba eso.

Aunque sí lo recuerdo.

—Ya quedé con mis padres —agito mi boleto, sonriendo serio con los labios apretados.

—Olvidé que eres un niño de mamá —comenta, volviendo la vista a su celular y agarrando su valija—. Me voy. Suerte allí.

Lo saludo con la cabeza y vuelvo a esperar que llamen por el maldito vuelvo.

No he hablado con nadie de lo que Leighton hizo. Y, definitivamente, Hudson es la última persona que se enterará de ello. De lo contrario, empezaría a hablar pestes, cuando es el menos indicado para hacerlo, y eso generaría una gran pelea entre nosotros.

***

Jueves 12 de noviembre, 2020

Mi madre me recibe en la puerta de su casa y me abraza fuertemente. Le doy golpes suaves en su espalda para que me suelte.

—Todos los corredores tienen días malos —señala—. Y tú no ibas a ser la excepción.

Sonrío dándole la razón.

Ya iban siendo demasiados buenos días, era tiempo de mi caída. Un puesto once en Hungría no es una pérdida del todo, pero es mala por cómo se me vienen dando las cosas.

Entro a la casa y a mi derecha, en el living, observo a Logie dormir profundamente. No ha notado mi llegada, así que me acerco sigilosamente y me siento a su lado, esperando que reconozca mi olor. Y así lo hace, sus ojos se abren con rapidez y se abalanza sobre mí para darme la bienvenida.

No me importa la unión que haya creado con Leighton, este es mi perro y me lo quedo yo.

—Lo malcriaron mucho —dice mi padre en desaprobación—. No duerme si no es el sofá o en nuestra cama.

—Déjalo a nuestro nieto perruno —le replica mi madre por mí y me guiña el ojo—. Siempre puede venir y hacer lo que le plazca.

—¿Incluso romper tus cojines? —cuestiono, riéndome mientras acaricio a Logie. Daphne me da enseguida una mirada ladeada en desacuerdo.

—Excepto eso, Raven. Y por suerte sólo fue algo de una sola vez.

—¿Por qué mientes, querida? —pregunta Cyrus, y la abraza por detrás—. Si defiendes a ese perro así, no sé cómo serás con nuestros futuros nietos.

Nietos.

Mi sonrisa se va desvaneciendo de a poco y trato de no dejar notar mi incomodidad con esa palabra en plural.

No sé de qué modo les diré que se acabó mi relación con su chica dorada —o la que creían que era su chica dorada—. Me dejó con una gran carga por detrás de mi espalda esa mujer, porque ahora no tengo el coraje para decirles que ella arruinó todo. Ya que, en el fondo, no quiero que la vean como la mala, aunque lo es, no podría soportar que otros sientan desprecio por ella. Supongo que estos son los efectos colaterales de seguir enamorado de tu primer amor.

***

Mamá prepara una lasaña deliciosa que nos devoramos en un abrir y cerrar de ojos. Y antes de irnos a dormir, decidimos mirar una película. Desplazo las opciones buscando una que sea de nuestro agrado, pero por el momento no hay ninguna que logre llamar mi atención.

Daphne está mirando algo en la pantalla de su celular, bastante concentrada. Hasta da un respingo de exaltación y me pone el iPhone prácticamente en mi cara.

—¡Mira qué hermosa se ve! —exclama con los ojos brillándoles de orgullo.

¿Y quién es la que está en la pantalla? Sí, Leighton Crawford. Luce un conjunto de dos piezas que le deja el estómago descubierto. Sus piernas están cruzadas y se ven tan suaves —más de lo que ya son—, incluso a través de un puto vidrio. Todo en ella se ve perfecto, pero nadie que la conozca tan bien como yo puede no obviar que su semblante no es el de estar disfrutando el ambiente.

Quiero sacarla de allí y llevármela a algún lado.

No hago ningún comentario, aunque mi madre está esperando que lo haga. Sólo me quedo mirando hasta que se me hace mucho y me disculpo para ir al baño.

¿Por qué duele estar enamorado y enojado al mismo tiempo?

Hasta la última vueltaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora