Leighton
4 años después
Recibo en la puerta de mi casa los pastelitos que le encargué a la pastelería favorita de Raven. Hoy es su cumpleaños número veintinueve, y quería hacer algo especial para él. Pero... tengo que ser realista: soy un desastre para decorar cosas dulces; así que mejor las compré hechas.
Dejo la caja sobre la mesada de la gran isla en la cocina y me pongo a observar a través del gran ventanal que Bethany modificó varias veces cuando empezó con los planos de esta casa, hace dos años. Ahora lo puedo disfrutar completamente, y más las vistas hacia el amplio terreno verdoso en el que se encuentra mi jardín.
Raven corretea sobre el césped con Logie siguiéndolo desde atrás, pero mis ojos están prestándole más atención a los pequeños piecitos de la niña que trata de alcanzarlos a ambos.
Mi hermosa Ivy.
Cuando mi hija se da cuenta que estoy detrás del vidrio, comienza a alzar sus brazos y a gritar de felicidad. Raven se percata de ello y la carga para adentrarse hacia la casa.
—Hola, esposa —susurra mi esposo sobre mis labios, y me deja un pequeño beso en la comisura de ellos. Ivy nos separa con sus pequeñas manos y hace un gesto arrugando su nariz.
—Tenemos a una niña celosa por aquí —bromeo, apretando suavemente uno de sus regordetes cachetes.
—Claro que la tenemos, si es hija tuya —ruedo los ojos y me rio cuando Ivy sonríe alegremente.
Empieza a escucharse un breve llanto del monitor que tengo en la mesa, y mis alarmas de mamá se activan.
Mi hombrecito se despertó.
Voy hacia la habitación que Reese comparte con su hermana y me adentro. Prendo la luz y el espacio gigantesco se ilumina en tonalidades amarillo pastel, dejándose mostrar de un lado todas decoraciones de leones animados y del otro mariposas azules. En la pequeña cama se encuentra mi segundo hijo que se restriega sus ojitos cansados de tanto dormir.
—¿Dónde está Ivy? —pregunta con su escaso y torpe vocabulario de niño de tres años.
—Está con papi —le respondo mientras lo cargo en mis brazos.
Acaricio el pelo castaño de Reese y me sigo quedando hipnotizada ante sus grandes ojos azules. Hay tantas cosas de Logan que veo reflejadas en mi pequeño. Podrá no ser rubio como lo fue mi hermano, pero es como si le robó completamente su cara y, por alguna razón, amo eso. Mi parto con él fue el más difícil, porque fue el segundo que tuve que hacer seguido del de Ivy, ya que mis hermosos hijos son mellizos.
Me encamino hacia la sala de estar y encuentro al resto de mi familia allí. Deposito a Reese sobre las piernas de Raven y voy a recoger los pastelitos para festejar su cumpleaños.
***
Raven
Mis hijos juegan con Logie; cuando Ivy le quiere dar un abrazo, él le lame su bracito, haciendo que ella se aleje rápido. Esbozo una sonrisa al seguir siendo espectador de lo poco que le gustan las muestras de afectos hacia ella. Es como si le gustara más dar que recibir. Solamente tolera a Gray siendo cariñosa, Reese y yo tenemos que quedarnos en el molde.
Todavía sigo tratando de descifrar a quién demonios salió rubia esta niña —aunque seguramente se deba a mi madre, o incluso a Logan—. ¿Y lo más loco? Sus ojos son cada uno de un color diferente. El izquierdo de un color azul, casi gris, igual que el de mi esposa. Y el derecho es un color verde, tal como el mío. No tengo dudas que será un problema que involucren canas en mi cabeza, pero ya me estoy preparando para ello.
Leighton vuelve con nosotros y trae en sus manos una bandeja con puros pastelitos decorados con temática de cartas inglesas. Los deposita en la mesita, y antes de que se dirija a buscar las bebidas calientes, le tomo su mano para llamar su atención.
—¿En serio? —inquiero—. ¿Cartas?
—Vivimos en Las Vegas, cariño —remarca—. Hay que hacer honor a ello.
Nos descuidamos un segundo, pero que le es suficiente a Reese para hacer sus travesuras y agarrar una de las cartas hechas de fondant, se la lleva a su boca y comienza a saborearla.
—Creo que a nuestro hijo le encantan —exclama Gray.
—Tendré un gran oponente de blackjack en un futuro, ¿verdad, Reese?
—Prefiero que elija eso y no cuatro ruedas —murmura.
—Oye —me quejo—. Puede ser un excelente corredor también.
—Sí... No lo creo —expresa tajante al respecto, y se dirige a la cocina.
Entiendo su posición negativa ante este asunto. Hace un año que Atticus Saxby está sometido en un coma tras un grave choque que tuvo en el Gran Premio de Silverstone. Todos nos quedamos bastante en shock luego de ese suceso. Por esa misma razón, he decidido que el año que viene correré mi última temporada en la Fórmula 1.
He ganado tres campeonatos, me casé con la mujer de mi vida y formé una hermosa familia. No necesito nada más, tengo todo e incluso más de lo que siempre quise.
Leighton y yo pudimos seguir corriendo contra todo tipo de pronóstico, y aun así logramos llegar hasta la última vuelta de nuestra carrera de vida. Ahora veo todo lo que hubo detrás de esa línea de meta, y no me arrepiento de nada.
FIN.

ESTÁS LEYENDO
Hasta la última vuelta
RomanceLeighton y Raven ya no se entienden. Lo que para él es su vida entera, para ella es un recordatorio constante de su pérdida. Con la escaza comunicación que los envuelve y los absorbe poco a poco... ¿Podrán salvar algo de su relación?