Capítulo 7

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Leighton

Sábado 8 de febrero, 2020

Mi cabeza duele hasta el punto en el que pienso que se me va a explotar. Tampoco ayuda el incesante sonido de notificaciones de mi teléfono que no paró en toda la noche y sigue hasta ahora. No recuerdo haber hecho nada interesante, sólo caerme como una tonta y bailar con un chico.

Nada de otro mundo.

—Tienes que ver esto —Maeve entra a mi habitación con una bandeja que contiene tazas de café, tostadas y huevos revueltos.

Agarro su iPhone y un suspiro cansado sale de mi garganta cuando veo la foto que da de qué hablar.

—¿Crees...?

—¿Que Raven lo vio? —termina la pregunta por mí—. Ay, querida, eso tenlo por seguro.

Me tiro hacia atrás en mi cama. Lo último que quiero es quedar como si ya superé una relación de casi cinco años. Esto no me beneficia para nada.

Luego de desayunar y maldecir por lo ocurrido, me doy una ducha rápida y organizamos con Maeve un día de total relax. Eso quiere decir que nos vamos de shopping y a comer todo lo que nuestras barrigas nos lo permitan. Por eso, elegí un outfit no tan apretado para la ocasión: una pollera de jean y una musculosa top blanca junto con unas converse botitas de plataforma del mismo color.

—¿Por qué te vestiste como si estuvieras por ir a un parque de diversiones? —pregunta Maeve cuando me ve. Ella, en cambio, está vestida como para ir a una convención de moda. Casi se me olvida que no puede salir de su rol de modelo internacional.

—¿Qué tiene de malo? —cuestiono—. Sólo quiero malgastar mi dinero, no voy a ir a desfilar.

—Como sea, vámonos.

Tomo las llaves de mi BMW y salimos de mi departamento.

***

Mis bolsas de Prada, Chanel y Louis Vuitton ya empiezan a hacerse insostenibles, esa es mi señal de que tengo que parar. Maeve no se queda atrás, pero la diferencia es que ella no tomó esta salida como un desquito con la vida.

Treinta minutos después, nos sentamos en una cafetería para tomar el brunch.

—Creo que estoy en esa fase de negación. Tú sabes, lo de cortar mi relación con Raven... No pensé que marcaría completamente nuestro fin.

—Sí, bueno... Tú te lo buscaste, ¿no? —me recrimina Maeve mientras le da un mordisco a su sándwich.

—Yo no busqué nada, solamente necesitaba espacio y un poco de tiempo. No quería que termináramos como si esos años que estuvimos juntos no hubieran significado nada —agarro mi jugo de naranja cuando siento que me estoy frustrando.

—Leighton, sabes que te quiero, pero ya pasaron tres años desde... —deja en suspenso lo que estaba por decir, pero quiero que continúe.

—Dilo. No va a cambiar nada —me da una mirada apenada.

Tres años del accidente de Logan.

Prefiero llamarlo como lo que realmente fue: un suicidio. Por supuesto que fue un accidente, pero provocado por él mismo.

Cuando ocurrió, habían pasado dos meses del fallecimiento de nuestra madre a causa del cáncer que la había golpeado hacía cuatro años. Logan no pudo soportar esa pérdida, ninguno de la familia, en realidad.

Todavía sigo un poco enojada con él por simplemente decidir marcharse y no pensar en mí. Éramos tan unidos, es decir, nacimos juntos ya que somos mellizos. Pero la conexión que brotaba entre nosotros era mágica. Por eso me resulta tan difícil creer que perder a mamá causó en él un dolor tan inimaginable para llegar hasta el punto de suicidarse.

Recuerdo tan vívidamente el momento en el que mi vida perdió sentido alguno.

Logan corre hoy. Estuvo tantas semanas preparándose y pasando noches sin dormir, que esto generaba que nuestro diálogo conste de, apenas, dos minutos con suerte. Me daba miedo que le agarrara algún tipo de ataque por todo el estrés que cargaba. Ahora sólo espero que gane, así puedo volver a acercarme a él.

—Todo va a salir bien —Raven posa su brazo alrededor de mis hombros en un gesto de apoyo. Estoy tan nerviosa.

—Lo sé, es que simplemente no me gusta el día —ha empezado a llover, no tan fuerte como para cancelar la carrera, pero llueve en fin.

Ya una vez que la carrera comienza, mi hermano va en quinto lugar.

Todavía faltan alrededor de cuarenta vueltas para que acabe. Lo viene haciendo increíble hasta el momento.

Pero cuando está en la vuelta veinte, al pasar por la tribuna VIP en la que me encuentro, su monoplaza que va a más de 200km por hora, no frena cuando se aproxima la curva, por lo que termina trastabillando de tal manera que, incluso, rueda unas cinco veces por la pista hasta estrellarse contra los muros.

Mi respiración ha parado. No puedo mover ningún músculo ni gesticular palabra alguna. Sin embargo, al ver que el auto comienza a prenderse fuego, reacciono al instante y corro hacia donde se encuentra mi padre en la zona de boxes.

—Vete con Raven —es lo primero que me dice al verme. Sus ojos están empezando a ponerse rojos.

—No me voy a ir a ningún lado —mis lágrimas y las respiraciones pausadas hacen que mi habla sea incomprensible.

Raven llega a mi lado tratando de que sacarme de allí, pero me suelto violentamente de su agarre.

Todos están desesperados intentando que Logan responda el intercomunicador, pero no hay respuesta alguna. La carrera para y los paramédicos no tardan en llegar. Es todo un caos, papá gritándome que me vaya cuando lo único que yo quiero es ver a mi hermano que se lo llevan en una camilla.

Pasan las horas mientras esperamos en el hospital y no llegan noticias de ninguna parte. Raven me repite mil veces que nos vayamos a descansar, no obstante, las mil veces me niego.

Cuando finalmente nos dan el informe de la condición en la que se encuentra Logan, mi mundo se cae a mis pies.

Muerte cerebral. 

Papá ni siquiera me mira cuando se retira furioso del hospital. Los únicos brazos que me sostienen cuando me caigo de rodillas en el suelo son los de Raven.

En menos de un año he perdido a dos de mis pilares importantes que encandilaban mi vida entera con su brillo.

Hasta la última vueltaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora