Raven
A la mañana, cuando todos nos encontramos desayunando, les informo que adelanté el vuelo de regreso. Aunque hay varias quejas y protestas de parte de Alexis y Prudence, terminan aceptando y en una hora ya tienen las valijas aprontadas. Al otro día nos embarcamos en el avión.
Me paso el vuelo entero pensando de qué manera sacaría el tema de romper. No quiero que Alexis se sienta mal, pero tampoco puedo seguir actuando como si nada estuviera pasando.
El clima en Chicago es un desastre. Nublado, lluvioso, como sabiendo que se aproxima un final inminente.
Antes de que Alexis se suba al taxi con sus padres, la agarro de su mano.
—¿Podemos... dar una vuelta? —digo, dudoso.
—Seguro —acepta, pero antes le lleva sus valijas a sus padres—. ¿No quieres que lleven las tuyas también?
—No será necesario.
De aquí me voy derecho a Mánchester.
Paramos en una cafetería del aeropuerto y nos pedimos unos cafés. Una vez que llegan, me quedo unos minutos observando el mío, hasta que Alexis me toma mi mano.
—Lo sé —declara con una sonrisa reconfortante.
—¿Qué? —pregunto rápidamente, sin saber si se refiere a lo que hice con Leighton en Hawái.
—Sé que la sigues amando, Raven —le da un suave apretón a mi mano—. Y estoy bien con eso.
—Lo siento —murmuro con tristeza.
—¿Por amar a alguien? —se ríe sin que la felicidad le llegue a los ojos—. Nunca te disculpes por eso.
—¿Entonces...?
—¿Amigos? ¿Sin rencores? Sí, me gustaría.
Le devuelvo la sonrisa y me levanto para abrazarla. Antes de soltarme, Alexis me susurra:
—Creo que te extrañaré más de lo que estoy haciéndolo ahora mismo.
***
Martes 18 de agosto, 2020
Luego de esperar un buen rato, pude conseguir el vuelo hacia Mánchester. Ocho horas después ya estoy entrando a mi casa, y lo último que esperaba encontrarme es con corpiños esparcidos por toda la sala.
Subo a la habitación de invitados, la cual le dije explícitamente a Hudson que usara, y la abro para llevarme con la sorpresa de dos mujeres durmiendo en la cama.
Lo voy a matar.
Dando zancadas, voy hacia mi habitación y allí se encuentra la bella durmiente.
—¿Cuál es la mierda contigo? —exclamo enfadado.
Se despereza tal cual señor por su casa y me hace enojar más.
—¿No me puedes dejar dormir? —pide con voz ronca.
—¿Dormir? —suelto una risa sarcástica—. ¿Por qué no mejor te vas a arreglar tus problemas con Maeve?
El nombre de la susodicha hace que se enderece con rapidez.
—Cállate —masculla.
—¿Por qué? Me dijo que te extraña. Lo cual no tiene sentido, porque... ¿Qué extrañaría de alguien como tú? ¿Tu pene? Qué deprimente.
Sin esperar a que se me abalance, me dirijo a mi baño.
Luego de una larga ducha, voy a prepararme algo de comer a la cocina. Alcanzo a ver que Hudson despide a las chicas que estaban en el cuarto de invitados.
Me preparo un café y unos huevos revueltos, y mi amigo toma asiento en la encimera.
—Me gusta —confiesa, y lo miro—. Maeve. Realmente me gusta.
Guau. ¿Revelación del año? Definitivamente.
—¿En serio? —inquiero, tomando un sorbo de mi café—. ¿Cuándo pasó?
—Eso... no te lo puedo decir —niega con un poco de ¿vergüenza?—. Pero pasó. Y, por alguna razón, es como si se le dificultara dejarse mostrar en el sentido emocional, lo cual me jode muchísimo.
—¿Por eso decides tirarte a dos desconocidas? —pregunto lentamente, esperando que entienda realmente lo que quiero decir.
—No son importantes, sólo es algo de una noche. Ellas... no son Maeve.
—¿Sabes...? Te quejas de que Maeve no se abre a ti, pero tú tampoco se lo haces fácil. No tiene un saco debajo de ella que le permita poder abrirse con la seguridad de que amortiguarás su caída.
—¿Qué quieres decir?
—Sí... Va a ser más difícil de lo que pensé —agarro el plato con los huevos y subo a mi habitación.
—¡Oye, idiota! —grita Hudson, y niego con la cabeza—. Vuelve aquí y dime qué hacer.
Al terminar de comer me pongo a pensar en los siguientes días.
En diez días será el Gran Premio de los Estados Unidos, pero antes voy a tener que prepararme para hacer un viaje a unas 5 horas de donde se hará la carrera.
Cuando creo tener todo preparado, saco un boleto de avión para dentro de una semana.
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Hasta la última vuelta
RomanceLeighton y Raven ya no se entienden. Lo que para él es su vida entera, para ella es un recordatorio constante de su pérdida. Con la escaza comunicación que los envuelve y los absorbe poco a poco... ¿Podrán salvar algo de su relación?